Religión vana



“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26).

La lengua y la capacidad de hablar es un don, pero con esa pequeña lengua podemos hacer mucho bien y mucho mal. La próxima vez que te cuenten algo, piensa bien si es prudente dar a conocer una información que puede afectar a otra persona. Piensa además, si te gustaría que dijeran algo a tus espaldas.

Si el rumor se notara en la cara con manchas, ¿cuántas personas crees que tendrían la cara limpia?

Si por cada rumor que propagamos nos saliera un lunar, ¿cuántos lunares tendríamos en el cuerpo?

Sin embargo, nada de eso es posible, simplemente, cuando propagamos un rumor lo hacemos sin estar conscientes del daño que hacemos y de lo que ocasionamos por no hacer lo correcto.

Hablar es un don. Hablar mal de otro es un pecado. Lo primero se llama elocuencia, lo segundo se llama maledicencia. Cuando hablamos correctamente, en el momento adecuado y de la forma correcta, entonces, producimos mucho bien. Cuando por el contrario, hablamos impropiamente de otras personas, entonces, somos culpables de propagar información que tiene el potencial de dañar y perjudicar a muchas personas.

Cuando el que habla mal es un cristiano, entonces se agrega otro problema, que es que estamos haciendo algo que Dios rechaza de plano y no lo acepta, simplemente, porque no es una conducta que agrade a Dios.
Así que hay que pensar bien antes de hablar la próxima vez.

“Lo que uno inventa los otros lo aumentan” (Johnathan Swift).


© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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Representar el carácter de Dios



"El Señor pasó delante de Moisés y en voz alta se describió a sí mismo diciendo: "¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios tierno y compasivo, paciente y grande en amor y verdad!" (Éxodo 34:6 DHH). 

Me desanima como tantos cristianos han reescrito el carácter de Dios en sus vidas al revés, dándole un sentido totalmente  opuesto al que presenta la Escritura.

Cristianos faltos de ternura con el que se equivoca, faltos de compasión con el pecador, impacientes con los yerros ajenos, especialmente, si de ideas se tratas, faltos de amor al condenar sin misericordia, y, faltos a la verdad, llegando incluso a la difamación, la injuria y la mentira, para ganar en "su" verdad.

De verdad, creo que Dios tiene ternura con una cristiandad con estas características, compasión por nuestras terquedades, paciencia con nuestra falta de comprensión, amor, pese a nuestras odiosidades, y debe ver con mucha tristeza como la verdad es falsificada, con tal de ganar una discusión o probar un punto.
¡Señor te necesitamos! Es el clamor de tantos que vemos cada día como tu carácter se desdibuja en tantos que se llaman a sí mismos cristianos, y que en defensa de la verdad, no dudan en maltratar, acosar, señalar, mentir, injuriar, maldecir...

¿Cómo podemos creer ilusamente que otros quieran encontrar en medio de tanta incoherencia, un poco del amor de Dios?".

La religión no es un campo de batalla contra otros, es un medio para llevar la redención con ternura y nunca con violencia.

“La verdadera religión no consiste solamente en palabras; hace falta demostrarla con obras” (Don Bosco).


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Desamparo



"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mateo 27:26).

Todos vivimos situaciones que marcan el resto de nuestra existencia. “Momentos límites” las llamaba el psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers, instantes donde se replantea toda la vida, pasada y futura. Ningún ser humano está exento de vivir en jaque. Qué y cómo responder es lo que marca la diferencia.

Podemos tener una vislumbre de esos instantes definitorios haciendo un recuento de los hitos más importantes  que han definido nuestra existencia. Muchos de ellos están en nuestra memoria temprana y vienen a nuestra mente sin mayor esfuerzo.

Sin duda, los instantes traumáticos, son más difíciles de digerir y a veces, por precaución nuestra mente los olvida, dejándonos sólo retazos inconexos que apenas reconocemos.

En mi caso el día en que me convertí en padre por primera vez es un momento definitorio. Me hizo replantearme la vida completa, incluyendo los mitos y conceptos que había elaborado hasta ese momento sobre la mujer.

Sin duda, sentirnos desamparados por la vida, marca mucho más que los momentos dulces. No obstante, el dolor y la tragedia no tienen porque aniquilarnos. Los instantes son neutros y somos nosotros los que les asignamos significado. Es posible recibir el sol con alegría aún entre las rejas o percibir la belleza de la vida aun en medio de una enfermedad.

Indefectiblemente después de la noche más oscura siempre surge la luz.

“No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos” (Cesare Pavese).


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Apertura



“No se amolden al mundo actual,  sino sean transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:2).

La mente humana es extraordinaria y excepcionalmente maravillosa. No tiene parangón. No se puede comparar con nada, porque ni aún la computadora más avanzada puede realizar lo que el cerebro menos desarrollado puede realizar.

Sin embargo, toda esta maravilla se ve opacada por mentes que se niegan a expandirse y utilizar el máximo de su potencial. Muchas personas simplemente utilizan sus facultades al mínimo repitiendo a coro ideas falsas, premisas equivocadas o prejuicios, sin atreverse a ir un poco más allá, explorando, escrutando o investigando más.

No hay que equivocarse, para que la mente se abra, no se necesita un abrelatas, es preciso voluntad. Es fundamental que las personas quieran salir de sus estados de mediocridad y aspirar a otra cosa, a algo superior, que les permita mirar la existencia de una manera más amplia, dúctil y no cerrada ni estereotipada, que es lo que ocurre con mentes que voluntariamente se cierran al conocimiento y la posibilidad de saber.

La rigidez de conceptos, el negarse a examinar los presupuestos, el aferrarse obstinadamente a ideas que no se pueden probar, sostener argumentos sin base, son todas señales o indicios de estar frente a una mente cerrada.

Es interesante que la Biblia siempre habla que los cambios, los que perduran, los verdaderos, comienzan en la mente, porque desde allí se producen las transformaciones reales, las que harán la diferencia.

“Lo que sea que un hombre quiera hacer, debe primero hacerlo en su mente” (Albert Szent Gyorgi).


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Perdonar



“Porque si perdonan a otros sus ofensas,  también los perdonará a ustedes su Padre celestial” (Mateo 6:14).

Perdonar es un acto que engrandece. Perdonar y no tenderle la mano a quién honestamente procura enmendar su rumbo, habiendo compensado y reconocido su error, es simplemente una contradicción que confunde.

Muchos profesos cristianos se congracian a sí mismos de tener fe y de creer en Dios, no obstante, sus rencores están tan acendrados que no están dispuestos a perdonar, consiguiendo con eso mostrar una imagen sumamente contradictoria con el cristianismo, que en esencia promueve relaciones humanas sanas, o al menos, sin odiosidades.

Perdonar significa “dejar ir”, “soltar”, lo que implica no permanecer aferrados a recuerdos que finalmente termina por destruir la vida, especialmente cuando eso no hace más que aumentar el dolor y la poca claridad de los afectos que se tienden a estancar, así como agua ponzoñosa  que por no avanzar se convierte en barro nauseabundo y un lodazal de muerte.

Es cierto que algunas conductas resultan más difíciles que perdonar que otras, pero la demanda bíblica es SIEMPRE perdonar. En muchos casos, especialmente si los ofensores no dan señales de arrepentimiento, este perdón será un acto milagroso donde sólo el poder de Dios curará el recuerdo y las heridas ocasionadas. Pero, la opción contraria, no perdonar y vivir bajo el estigma del odio y el rencor, es a la larga, mucho más dañino que no perdonar.

Una persona que no perdona está amarrada, indefectiblemente a su ofensor por el resto de la vida.

“A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho” (Jacinto Benavente).


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Autoestima



“Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener,  sino más bien piense de sí mismo con moderación” (Romanos 12.3)

El tema de la autoestima ha adquirido ribetes de tragedia en el mundo actual, cuando entendemos su importancia y la necesidad que los individuos tienen de apreciar lo que son, sin comparaciones ni auto maltratos.

Cuando la autoestima está devaluada, quedarse a lamer las heridas sólo aumenta el problema. Es preciso ponerse de pie, aunque sea tambaleante y buscar ayuda para algo que se hace necesario: Hacerse cargo de la propia vida.

El apóstol Pablo señala que “nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener”, lo que no implica en absoluto, como algunos religiosos que han mal interpretado esta cita, el despreciarse a sí mismo, porque esa no es la idea paulina.  Al contrario es pensar de sí mismo con moderación. Con una actitud apropiada, sin considerarse ni superior, ni inferior, sino un ser humano con las mismas opciones que tienen otros y con la disposición a crecer y aprender.

Cuando una persona destruye su autoestima con una actitud de víctima o simplemente renegando de todo lo que es, termina autodestruyéndose. Es fundamental hacerse cargo de su propia vida. Nadie, por muy bien intencionado que sea, se hará cargo de otra persona o asumirá la responsabilidad de vivir la vida de otra persona, bastante tenemos con la propia. Por lo tanto, qué hacer con la vida propia es una responsabilidad personal, y eso pasa por entender quiénes somos.

“Una saludable autoestima significa que no nos sentimos obligados a justificar, ante nosotros mismos o ante nadie, el hecho de salir de vacaciones, acostarnos tarde, comprar zapatos nuevos o permitirnos algún capricho de cuando en cuando” (Andrew Matthews).


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Respeto



“Los caminos están desiertos; nadie transita por ellos. Se rompen los pactos y convenios; no hay respeto para nadie” (Isaías 33:8).

Lo único que debería importarnos a la hora de relacionarnos con alguien es que es un ser humano que merece respeto y consideración, exclusivamente por ese hecho. Cualquier rótulo separa. No se es blanco o negro, alto o bajo, liberal o conservador, se es antes que nada y sobre cualquier expresión como esa, un ser humano que merece la mayor de las consideraciones.

El respeto, por lo tanto, es una acción que no se otorga como privilegio o consideración especial, es simplemente, lo justo, en derecho, que le corresponde a cada persona. Se da lo que no debería discutirse.

Cuando rotulamos a alguien calificándolo es una manera de discriminación y supone un acto de violencia, sutil, pero violencia al fin. Implica que de algún modo nos consideramos mejor que la otra persona y por lo tanto, creemos que se merece ese trato. Sin embargo, es una premisa falsa. Nadie debería ser rotulado, porque hacerlo implica que nos ponemos en una posición de superioridad.

Esto alcanza un matiz mucho más dramático cuando las rotulaciones se dan en contextos religiosos. Al analizar la historia de la humanidad, las peores masacres, genocidios y persecusiones han venido de la mano de personas religiosas que creían tener una “verdad” y por lo tanto, se sentían con el derecho a aniquilar a todos aquellos que no compartieran dicha idea.

Nadie merece ser maltratado por sus ideas. En esto vale el principio de Jesús de hacer por otros lo que quisiera que hicieran por nosotros.

“Ninguna religión o filosofía que no se base en el respeto por la vida no es una religión o una filosofía verdadera” (Albert Schweitzer).


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Violencia simbólica



“Tú,  ¿quién eres para que juzgues a otro?” (Santiago 4:12).

Hay muchas formas de violencia, una de ellas es cuando subidos a un podio de certezas descalifico a quienes tienen otra creencia.

Un cristiano que se jacta de tener una verdad, pero descalifica, denuesta, agrede, moteja, ironiza, y maltrata, demuestra con ese acto estar muy lejos de la bondad y amor de Cristo.

Está de moda, en algunos círculos, hacer una lectura acomodaticia de la cita bíblica: ‘No juzgar’ y se arrojan a sí mismos el derecho a maltratar con términos descalificadores a todos aquellos que no compartan sus propias opiniones.

Una cosa es analizar ideas, otra muy diferente, maltratar personas. No captar la diferencia, es simplemente, una forma burda de justificar la violencia con fines religiosos, vieja historia que arrastra siglos, pero que está más vigente que nunca.

Las redes sociales, mucho más que antes en la historia, está permitiendo el florecimiento de personas que en el afán de defender la verdad se dedican a motejar, violentar, insultar, motejar y destruir a otros, cuyo único pecado es pensar diferente.

Cuando al defender la verdad considero que el que opina diferente a mí merece las penas del infierno sólo porque su visión de la vida es distinta, entonces, algo muy malo ocurre con esa visión de la religión.

Si la religión no construye, termina destruyendo. Si en el afán de defender una verdad religiosa termino maltratando a un semejante, eso es señal de estar viviendo en lo más tétrico del oscurantismo.

“El enemigo no es el fundamentalismo, sino la intolerancia” (Stephen Jay Gould).

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Padre omnipresente



“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9).

Cuando decimos: “Padre nuestro que estás en los cielos”, equivocamos el concepto. El sentido original es “cosmos”, eso quiere decir: “Padre nuestro que estás en todas partes”. Las traducciones muchas veces impiden una mejor comprensión.

Algunos dirán que el original griego “no dice cosmos” sino “uranos”. Cierto, la expresión aparece en Mateo 6:1, sin embargo, Mateo fue escrito originalmente en hebreo, escrito para presentar a Jesús a los judíos. No se sabe cuando fue traducido al griego.

El término “uranos” es equívoco. Nunca un judío habría pensado en la morada de Dios (si es que cabe ese término) en “uranos”, expresión referida a la mitología griega y al dios Urano, personificación de “los cielos” y que para los griegos es “el techo del mundo”. Para un judío dicha expresión habría sonado a herejía...

El término cosmos no existe en hebreo, lo más cercano es “shemeia” (cielos), no en el sentido de uranos, sino como equivalente a cosmos. El traductor del texto hebreo de Mateo buscó un término popular, pero no el más acertado para la mentalidad hebrea, en cierto modo, señal de que el traductor fue griego y no hebreo.

Cuando pensamos en un “Dios en los cielos”, no debemos pensar “en” el cielo, a la manera griega, sino en “el cosmos” a la manera hebrea: Un Dios omnipresente y no uno circunscrito a un lugar, como ha sido la tendencia heredada desde el pensamiento griego.

“La Naturaleza está separada de Él y sin embargo es El omnipresente en ella comparativamente como la luz está en el ojo, el sonido en el oído, el gustó en la lengua, ó como el éter está en la tierra y en las aguas” (Emanuel Swedenborg).


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Se cosecha


“No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra” (Gálatas 6:7).


Siempre regresa a ti el bien o el mal que has sembrado, no puedes escaparte, es parte de la vida y asumirlo es lo que hace sabio a las personas.

Cuando el apóstol dijo que todo lo que sembramos eso segamos, no se refería a algunas cosas sino a TODO.

Cuando das amor lo recibes de vuelta con creces, pero también, cuando siembras odiosidades.

Cuando entregas tiempo, muchos te dan su tiempo en algún momento, pero si sólo das quejas y mezquindades, lo mismo, tarde o temprano recibes a cambio.

Cuando promueves tolerancia, recibes a cambio comprensión y buena voluntad, pero si lo que das es lo contrario, la gente tarde o temprano se olvida de ti.

Cuando generas empatía, otros están dispuestos a comprenderte, pero si produces indiferencia, al cabo del tiempo, es lo mismo que recibes.

La vida es como un gran ciclo, donde todo, en algún momento vuelve. Un boomerang que regresa a ti, de la misma forma en que lo has lanzado.

La próxima vez que ames, no olvides que recibirás, en algún momento lo mismo. Por esa razón, procura sembrar bondades, para que no tengas que cosechar otra cosa que no sea la paz de la equidad y la bondad.

“Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos” (Thomas Carlyle).


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El único camino



“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6)

La verdad escapa a una denominación. Dios, la fe y la verdad no pueden ser reducidos a un sistema de creencias cerrado, eso sería lo más cercano a un gueto teológico. La verdad es infinita, absoluta, y los seres humanos sólo hemos dado unos pequeños pasos en su resolución. Creerse dueño de una verdad religiosa en términos absolutos, es simplemente asumirse a sí mismo como absoluto, lo cual no sólo es presuntuoso, sino absurdo. Cuando sostenemos de manera prepotente y dogmática tener ‘la verdad’ en términos de exclusión, le faltamos el respeto a la inteligencia del resto de la humanidad y a Dios mismo al suponer que la divinidad sólo se revela a un reducido número de personas. Esa es la génesis para todo tipo de ideologías absolutistas y tiránicas.

Cada verdad que descubrimos es una vislumbre de un Dios absoluto que siempre estará más allá de nuestra comprensión cabal y plena. Ya lo decía con inocencia ingenua Agustín de Hipona cuando sostenía que toda verdad que llegamos a conocer es simplemente como un vaso de agua en un mar infinito de conocimiento.

La verdad bíblica no es una teoría, no es una doctrina, no es un cuerpo teológico dogmático. La verdad es una persona. Jesús dijo: ‘yo soy el camino, LA VERDAD, y la vida’ (Jn. 14:6). Cuando no entendemos esa sencilla sentencia, entonces, comenzamos a luchar por verdades parciales. La tuya, la mía y la de aquel, y de esa forma, nos enredamos en disputas eternas que no tienen otro sino que el orgullo y la vanidad que descalifica a otro que no sabe lo que yo sé y en la discusión nos perdemos de conocer la verdad, que es Jesús.

“La verdad a menudo sufre más por el fanatismo de sus defensores que por los argumentos de sus detractores” (William Penn).

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Amor al poder



“Dinos con qué autoridad haces esto —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad?” (Lucas 20:2)

Uno de los males del ser humano es el amor al poder que se convierte en megalomanía cuando es ambición desmedida. Los rasgos del megalómano pueden ser escondidos de muchas formas, pero tarde o temprano se manifiestan en toda su dimensión.

Cuando importa más el poder que el servicio, entonces, se está frente a alguien que hará lo que sea para mantenerse con su cuota de poder. Cuando el poder y mantenerse en él está por sobre el respeto y consideración a las personas, entonces, no hay duda, se está frente a un megalómano.

Cuando Cristo vivió en esta tierra, la pregunta más recurrente que le hacían los amantes del poder era sobre la autoridad con la que hacía lo que hacía. En realidad, le preguntaban sobre quién lo había autorizado o bajo qué mandato obraba así. Es sintomático que Jesús nunca habló ni respondió a esa demanda, al contrario, la ironizó.

Finalmente, fueron los mismos que increpaban a Jesús los que lo asesinaron, o al menos, tramaron para que se efectuara el homicidio. No les importó saber si Jesús decía la verdad. No quisieron ver sus obras. No buscaron conocer si había en él coherencia o no. Ni siquiera se molestaron en ver los milagros que Jesús realizó. Lo único que les interesaba es que Jesús suponía un desafío a su poder, y eso, les resultaba intolerable. Siempre ha sido así. Al megalómano no le interesa la verdad, adora el poder.

Cualquier cuota de poder pone a prueba la verdadera naturaleza de una persona.

“Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder” (Abraham Lincoln).


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Señor, ¿vio el cartel?



“Tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: ‘Éste es el camino; síguelo’” (Isaias 30:21)

Salía de un comercio y vi a dos policías cursándole una multa a un chofer. Me dirigí a otro establecimiento y al salir vi a los mismos dos policías cursándole una infracción a otro chofer, así que me quedé un rato para observarlos. Cuando el hombre se fue, los policías se pusieron detrás de una pequeña saliente de un comercio, donde los conductores no los veían. A los tres o cuatro minutos se detuvo otro conductor, baja de su vehículo y se le acercaron los policías:

-Buenas tardes Señor, ¿ vio usted el cartel? -Y hace un pequeño gesto mirando hacia adelante donde hay un gran letrero que dice: “Prohibido detenerse en toda la cuadra”

El hombre traga saliva y dice: “Si”. De modo que los carabineros le piden sus documentos, y proceden a cursar la infracción. En Chile, cuando se saca una multa los policías retienen la licencia de conducir y a cambio le dan una papeleta con fecha fija para ir ante la presencia de un juez, quien es quien finalmente decide el valor de la multa.

Sonreí y observé durante unos diez minutos, donde cursaron la infracción a dos conductores más, menos a uno que les dijo: No vi el cartel, y lo dejaron ir.

Los seres humanos somos curiosos, vemos las instrucciones y no las seguimos. Luego cuando nos infraccionan, no nos damos cuenta que estamos recibiendo lo que merecemos.

Una calle, dos policías y la tarde se arruina. Una vida, el cielo entero y la existencia se ilumina... si simplemente hacemos caso. ¡Tan fácil como seguir las instrucciones!

“La vida consiste no en tener buenas cartas, sino en jugar bien las que uno tiene” (Josh Billings).

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Por los panes y los peces



“—Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna” (Juan 6:26 -27).

Me preocupa cuando algunas personas bien intencionadas pero mal enfocadas transforman a la religión en una cuestión de “pedir” y “recibir”, quitándole el componente fundamental que es buscar expresamente una relación personal íntima e individual con la divinidad.

Jesús había hablado en muchas ocasiones a esa gente, sin embargo, cuando hizo el milagro de los panes y los peces, algo en sus mentes se movilizó, enseguida pensaron en los beneficios que obtendrían si se unían a ese predicador itinerante que podía hacer semejante portento. No estaban pensando ni en el mensaje ni en la transformación de sus vidas, sino en los beneficios que podrían obtener.

Esa actitud no ha cambiado nunca. No creo correcto enfatizar el aspecto de recibir, sin entender que la religión es fundamentalmente una relación de intimidad con Dios. Es cierto, hay buenos resultados en muchos aspectos, pero buscar a Dios sólo por los posibles buenos resultados, no nos diferencia mucho de esa multitud que siguió a Jesús simplemente porque “comieron pan hasta llenarse”.

Trabajar por la comida que no perece, consiste en concentrarse en lo importante, que aunque parezca paradojal, no es la satisfacción de nuestras necesidades más perentorias, sino relacionarnos con Dios de tal forma que podamos ser bendecidos con el mayor don que Dios quiere entregarnos, el sentido de pertenencia y la convicción de que nuestra vida avanza hacia la eternidad, todo lo demás es secundario.

“Si hacemos el bien por interés, seremos astutos, pero nunca buenos” ((Marco Tulio Cicerón).


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La nobleza de servir



Jesús “se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza  de siervo” (Filipenses 2:7 NVI99).

Sin duda es el poder que mueve el mundo. De hecho, se supone que es el mayor poder que existe sobre la tierra. Muchos pierden, literalmente la cabeza, por conseguir lo que el dinero produce. Muchos asesinatos, traiciones, peleas y otros conflictos, incluyendo las grandes conflagraciones entre las naciones tienen como motivo el dinero y el deseo irrefrenable de tener más.

Lamentablemente los creyentes, que siguen a Jesús, corren el riesgo de quedar ciegos ante los estragos que hace el dinero. Se construyen templos fastuosos para alabar el orgullo humano, se busca la riqueza como un fin en sí mismo, incluso se producen situaciones lamentables en las iglesias, donde gente con dinero, pretende controlar las voluntades de otros. Hay lugares donde el dinero reemplaza la espiritualidad. Puede más la ofrenda y la donación que el carácter.

¡Cuán diferente el cuadro que la Biblia nos presenta de Jesús! Teniéndolo todo lo abandonó en un acto de amor. Entregó su propia vida de manera voluntaria para redención de la humanidad.

Sus discípulos estuvieron con el durante tres años y medio, y algunos no aprendieron la lección. Estaban tan preocupados por el poder y las riquezas que tendrían que no lograron percibir que para ser cristiano no se necesitan riquezas, sino una actitud permanente de servicio.

Jesús dejó un ejemplo a seguir. No es la acumulación de dinero y poder lo que hace a una persona plena, sino el servicio. Lo que él mismo mostró e hizo. Es una lección que después de siglos, muchos cristianos se niegan a aprender.

“De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero” (Benjamín Franklin).

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013.
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Belleza con sabiduría



“El nombre de aquel varón era Nabal, y el nombre de su mujer, Abigail. Y era aquella mujer de buen entendimiento y de buena gracia; mas el hombre era duro y de malos hechos; y era del linaje de Caleb”  (1 Samuel 25:3).

Abigail fue una mujer hermosa y sabia. Combinación nada despreciable entendiendo el medio ambiente en el que se desarrolló. Probablemente llegó a ser esposa de Nabal no por voluntad propia. Era común en ese tiempo que algunos padres hiciesen negocios con sus hijas “casándolas” con alguien rico, una forma elegante de decir que eran “vendidas” al mejor postor.

Las alternativas que tenían las mujeres de ese tiempo no eran muchas. De hecho la inteligencia no significaba mucho en una mujer, lo que importaba en general eran sus dotes físicas. Había una verdadera trata de blancas escondida en los eufemismos de casamientos arreglados.

Nabal, torpe, borracho y desconsiderado no era el marido soñado por una mujer, al contrario, debe haber sido un suplicio estar casado con él.

Abigail se enteró de lo que hacía David. También le llegó a sus oídos las veces en que sus hombres habían ayudado a los siervos de su esposo. Seguía a la distancia los acontecimientos. Sabía que algo iba a pasar en Israel. Entendía que en todo esto David era un personaje protagónico importante.

Cuando escuchó lo que Nabal le dijo a los emisarios de David enseguida supo que su esposo una vez más había cometido un error. Sin decirle nada preparó comida y animales y salió al encuentro de David. Supuso que sin duda este habría de venir a pedir cuentas de un trato tan poco hospitalario.

En Oriente se entendía que la hospitalidad era parte de la cultura y del buen vivir, nadie respondería como su esposo lo hizo, a menos claro que fuera enfermo o estuviera ciego por la avaricia.

Le entregó los víveres a David y apaciguó el temporal. Nabal murió de un ataque cardiaco al enterarse lo que su esposa había hecho y Abigail fue solicitada en matrimonio por David. Se convirtió así —con el tiempo— en la esposa del rey. Una decisión sabia cambió su destino. Actuar en el momento preciso y de la manera correcta marcó la diferencia en su vida.

¿Tomas las decisiones adecuadas sin importar el qué dirán, simplemente obras porque eso es lo correcto? ¿Cuál es la lección de Abigail en relación a tomar decisiones correctas?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013

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Saber contar


“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría” (Salmo 90:12). 

Ala fecha he vivido 19.345 días, si a eso agrego los meses que estuve en el vientre de mi madre, y donde ya existía el número varía. Espero vivir por lo menos hasta los 90 años, edad promedio que han tenido varios de mis abuelos, eso significa que me quedan aún unos 13.505 días más de vida. No soy eterno, así que si no pasa nada en el camino, me quedan aún muchos días, pero, sin duda, menos de los que ya he vivido. En suma, 645 meses he estado sobre esta tierra y me quedan, probablemente, 444 más.

Los jóvenes no suelen hacer cálculos, sólo viven, como si fueran a vivir eternamente. Aún recuerdo cuando creía que llegar a los 40 era como una eternidad, y ese momento hace rato que ya pasó.

Cuando Moisés le ruega a Dios que le enseñe a contar sus días, no le está pidiendo que le de clases de matemáticas, simplemente, le está diciendo que le ayude a administrar el tiempo con sabiduría.

Martín Heidegger (1889-1976), filósofo alemán, uno de los exponentes del existencialismo ateo, una filosofía que ponía su énfasis en la existencia y no en lo trascendente, pese a todo, dijo una gran verdad al sostener que los seres humanos estamos condicionados por la muerte. En otras palabras, al tener un final, estamos obligados a reflexionar de una manera diferente a cómo lo hacen los animales, que no se ven asaltados por dudas o conflictos existenciales al no poder impedir el arrollador paso del tiempo.

Contar los días, es aprender a administrar el tiempo que tenemos. Perder el tiempo, es en el fondo, perder la vida. Tiempo que se va no se recupera. El tiempo, de un modo u otro nos condiciona, no entenderlo es simplemente un acto necio.

Cada día es una oportunidad para crecer, para reflexionar y para tomar decisiones de vida, que no sólo nos hagan mejores personas, sino que además nos acerquen más a la divinidad.

¿Por qué es tan importante aprender a administrar el tiempo de una manera correcta? ¿Qué ocurre con las personas que son irresponsables en la administración del tiempo?



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Superando obstáculos


“De cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20).

El surf casi siempre se lo asocia con jóvenes y señoritas de vidas disolutas que pasan su tiempo en la playa y se dedican a jugar con las olas y a beber alcohol. Es una lástima que los estereotipos no nos permitan ver la realidad. Es cierto que hay jóvenes que han perdido el rumbo, pero ser un surfista profesional demanda mucho trabajo, ejercicio, una vida equilibrada, sin alcohol y con mucha dedicación. Son años de entrenamiento, de participar en torneos y de ir de un lugar a otro “persiguiendo a las olas”.

Bethany Hamilton, nació en Kauai, Hawaii. Creció entre las olas, imitando a sus padres que eran surfistas y habían emigrado desde EE.UU. continental a las islas, intentando tener oportunidad para su pasión.

Bethany comenzó a competir a los 8 años. Inició una carrera profesional a corta edad teniendo patricinador para participar en las competencias. Todo iba bien hasta un aciago día en que salió a surfear en una playa de Hawaii y un tiburón le arrancó casi de cuajo un brazo. Logró sobrevivir a duras penas con la ayuda de algunos amigos que la llevaron de urgencia a un hospital.

Con un sólo brazo, y con un empuje a toda prueba, al tiempo volvió a encaramarse a una tabla de surf. No fue fácil, tuvo que aprender de nuevo y su padre le confeccionó una tabla especial donde pudiera afirmarse de una manera diferente.

Salió adelante por fe, por convicción y por trabajo. Tener fe no sólo es cuestión de confiar en Dios, también implica tener metas claras y trabajar por ellas. Bethany se ha convertido en una persona reconocida a nivel mundial, mucho más cuando salió la película sobre su vida: Soul Surfer.

Dios nos ayuda, sin duda, nos da empuje, ánimo, fortaleza, confianza, tranquilidad mental... pero, nunca hace por nosotros lo que nos corresponde a nosotros mismos. Bethany, una creyente en Dios, tuvo que aprender, y en vez de quedarse en casa rumiando su pena, y amargándose, volvió nuevamente al mar, tomó la tabla de surf y aprendió de nuevo. Una lección que muchos necesitan comprender. Es preciso dejar de llorar, ponerse de pie, salir al mar y aprender a vivir de nuevo. Cuesta pero no es imposible.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Superando obstáculos
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No es pecado ser mujer


“Ya no importa el ser [...] hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo” (Gálatas 3:28 DHH).

Nací varón, pero no lo elegí. Si alguien intentara definirme o calificarme por mi sexo, ciertamente me sentiría ofendido. 

No es justo que una persona sea discriminada por algo que no ha sido su elección personal.

Muchos varones tratan a las mujeres como si fuera lo más normal del mundo el discriminarlas o hacerlas sentir como personas de segunda categoría. Eso que puede ser natural en un contexto de no creyentes, debe ser vergonzoso para alguien que se llama cristiano y sigue como modelo a una persona que demostró en su vida que no discriminaba a nadie.

Por esa razón el mandato de Santiago es claro: “Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas” (Santiago 2:1 BPD). Cuando alguien que sigue a Jesús trata a una mujer como si fuera sub-humano, está, con esa conducta, renunciando de hecho a su fe.

Creer en Jesucristo es un compromiso con un estilo de vida. No una forma de ser de un ser humano cualquiera, sino la imitación de alguien que mostró el camino y la forma de actuar de una raza contaminada con una herencia de mal.

Ser mujer es un don de Dios, no es pecado. Quien sienta que tiene derecho a discriminar por sexo, escupe al cielo.

Es preciso aprender a glorificar a Dios en nuestros actos, comenzando por entender que todos los seres humanos nos debemos respeto unos a otros, independiente de las ideas que tengamos, del color de la piel, de las aptitudes o ineptitudes, y ciertamente, sin relación con el sexo.

Un cristiano debería ser el primer en defender la no discriminación de género, porque sigue el ejemplo de Jesucristo.

Es vergonzoso que algunos se llamen cristianos y vivan como si no lo fueran, especialmente cuando Jesús mostró claramente que consideraba a todos los humanos como sus hijos predilectos.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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Soledad


“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10)

¿Qué harías si te toca una experiencia similar al protagonista de la película Naufrago, protagonizada por el actor Tom Hanks? De un momento a otro todo tu mundo estructurado se viene abajo y te quedas completamente solo, sin nadie con quien hablar y con la sensación extraña de estar ante la presencia de la soledad en su dimensión más cruel: Hablarle a una pelota disfrazada de ser humano.

Las historias al estilo de Robinson Crusoe se han escrito de muchas formas. Cambian los personajes y algunas situaciones, pero el fondo es el mismo: Perdido, sólo y en una isla olvidada que no aparece en los mapas y rutas habituales de los barcos.

Sin embargo, estar solo en una isla solitaria en medio del océano no es tan terrible como estar solo en medio de un mar de gente. No tener con quien hablar ni compartir es una experiencia desoladora, aún más cuando las personas que pasan a tu lado podrían darse el tiempo para escucharte y no lo hacen.

La soledad de la multitud es más dramática que estar solo en una isla en el océano. Al menos, allí sabes que estas solo y tienes la esperanza de reencontrarte con otras personas en algún momento. Es la esperanza la que alimenta la ilusión. Sin embargo, cuando se está con la sensación de soledad en medio de otras personas se va creando una sensación de frustración que termina aniquilando la esperanza.

La religión es una forma de ayudarnos a vencer esa soledad existencial que nos hace añorar poder tender puentes hacia otros. Cristo vino a morir y resucitar por nosotros para darnos la oportunidad de no estar solos. Para que no sintamos el enorme peso de la palabra no dicha y atragantada. Esa que no sale porque no tiene a donde ir. Dios nos da el poder y la capacidad para tender puentes sobre el abismo.


“La esperanza hace que agite el naufrago sus brazos en medio de  las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado” (Ovidio)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013.
Del libro inédito: Historias de cine
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Elegir


"Te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida" (Deuteronomio 30:19).

Es muy común entre gente cristiana suponer que Dios cumple un rol más trascendente en la elección de parejas que el que se supone. Hay incluso algunos que derechamente afirman que Dios es quien ha elegido la pareja que tienen, pero, ¿es verdad dicho concepto?

Es mucho más fácil poner la responsabilidad en los hombros de Dios antes que asumirlos de manera personal.

La verdad es que bíblicamente no hay argumentos que hagan suponer que Dios elige pareja. Si la divinidad interviniera de la forma en que se sugiere, entonces, ¿cómo explicar tantos fracasos? Dios no patrocina derrotas. Al contrario, Dios hace las cosas bien, no reuniría una pareja que va a fracasar.

Lo que si hace Dios es guiar, orientar, dar sabiduría, pero, la decisión es de los individuos, de nadie más. Suponer que Dios elige por nosotros es poner a la divinidad en un rol que no le corresponde y el ser humano pasa a ser una especie de marioneta bajo la voluntad de una divinidad que pretende lo mejor, pero, sin embargo, lo hace de tal forma que no respeta las decisiones del individuo.

Por muy bueno que sea Dios, no tiene derecho a elegir por el ser humano. Es una prerrogativa que no le corresponde. Él mismo se ha auto limitado a sí mismo dándole a los individuos la facultad de decidir.

Cuando le pedimos a Dios que elija pareja por nosotros lo ponemos en un lugar y en una posición injusta. La imagen que presentamos de la divinidad en ese contexto es la de un Dios que no da lugar al individuo para que elija por sí mismo. De esa forma el ser humano sería esclavo de una divinidad buena, pero, que no da libertad.

Nosotros elegimos. Dios nos guía, pero la decisión es nuestra. Por esa razón, debemos asumir la responsabilidad de lo que optamos. Elegir no es fácil, por eso Dios nos concede su sabiduría para optar, pero nunca elige por nosotros, eso no sería sano ni justo


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013.
Del libro inédito: Lazos de amor
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Herido en el camino


"Pero un samaritano, que iba de camino … vendó sus heridas” (Lucas 10:33-34)

La historia del buen samaritano no habría trascendido si Jesús hubiese elegido otros protagonistas. Cada uno representa un sector de la humanidad. El sacerdote al gobernante. El levita al religioso. El samaritano a los despreciados. El herido puede ser cualquiera.

Los que gobiernan a menudo pasan de largo ante las necesidades reales de las personas, la mayor parte de las veces están preocupados de ayudar en tanto obtengan algún voto que los mantenga en su posición. Muchos religiosos por su parte están tan en el limbo de las alabanzas y aclamaciones a Dios que no escuchan los clamores de quienes están a su lado sufriendo.

Los que menos tienen más dan. Las poderosos están ocupados en contar sus recursos y no tienen tiempo de dar. He visto a ricos malgastar millones en diversiones insulsas y mendigar un centavo a quien lo necesita.

Los samaritanos de hoy son aquellos que aunque pobres, despreciados y humillados por su procedencia, etnia o nacionalidad están dispuestos, sin medir esfuerzos a ayudar y aliviar el sufrimiento de quienes están a su lado.

Recolectando alimentos para personas necesitadas llegué a casa de una mujer rica, luego de escuchar mi pedido mirándome con un gesto altanero entró a su casa y me trajo una caja de fósforos, que devolví diciendo:

—Señora, seguramente hoy almorzará lo que una o dos familias necesitadas tendrán por alimento para todo el día. No necesito su limosna. Confío en que nunca esté tan necesitada que le den como comida un caja de fósforos.

Triste golpee a la puerta de una familia modesta. Cuando expliqué el motivo de mi visita me hicieron pasar y al poco rato volvieron con una caja de comestibles pidiendo disculpas por no poder dar más. Seguramente no entendieron porque mis ojos se llenaron de lágrimas. Quise ir a la casa anterior para mostrarles pero me contuve.

Tal como antaño, sigue habiendo heridos en el camino. Personas que necesitan que les cubran sus heridas y los lleven al posadero para descansar.

¿Cuándo ayudaste a un herido? ¿Cuántas heridas has cubierto esta semana? ¿Qué estás dando para las necesidades de otros? ¿Eres levita, sacerdote o samaritano?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Cada vida un universo
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Libre de pecado


“—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Juan 8:7). 

No se sabe con total certeza quién escribió el relato de Juan 8, mal llamado de “la mujer adúltera”. Fue incluido en el libro de Juan de manera posterior, hay evidencias para pensar de que fue el mismo Juan el que lo escribió o alguien cercano al apóstol que conocía bien su pensamiento y estilo de escritura. Sin embargo, es una de las piezas más conocidas del cristianismo, aún cuando está sólo en este evangelio y no hay ninguna fuente extra bíblica que de cuenta de la historicidad de la historia. No obstante, retrata a Jesús completamente.

El centro de la historia no es la mujer, aunque pareciera serlo. La mayor parte del relato se concentra en Jesús por una parte y su pregunta incisiva y los espectadores/acusadores que han venido con el propósito de poner una trampa a Jesús.

Apelan a la ley de Moisés y a la ley del Talión, ojo por ojo. Si Jesús se atiene a la letra del mandato de Moisés, no hay mucho que hacer, a lo más podría haber intentado una defensa por algunos elementos faltantes en la acusación como el marido que debía estar o los tres testigos que la ley demandaba. Pero Jesús opta por la esencia de la situación: Quién acusa debe estar libre de aquello que acusa como para ser creíble.

Cuando les dice “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, los está poniendo de cara a cara con su propia condición. Jesús anota en el suelo, algunos autores señalan que escribe en la arena los pecados de los acusadores. ¿Qué pecados crees que Jesús anotaría de ti? ¿Por qué el tirar piedras al pecador simplemente nos acusa?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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Amor infinito


“Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:38 -39).

Será que alguna vez entenderemos tanto amor? ¿Seremos capaces de comprender el amor incondicional de Dios? ¿Podremos ponernos en la perspectiva divina que ama de una manera tal que no alcanzamos a percibir la enormidad de su amor?

Siento una enorme tristeza al observar semana a semana a cientos de cristianos que se dedican a juzgar, condenar y maltratar a quienes, supuestamente “Dios ha rechazado”. ¿Es que no leen la Biblia? El texto es de una claridad meridiana: Nada, y los “ni” del correr de la pluma de Pablo son interminables, nada podrá apartarnos del amor de Dios. No entenderlo es majaderamente insano.

Dios nos ama pese a nuestras conductas. Nos ama tanto que puso en juego todo el universo por amor. Nos ama, aún cuando no lo podamos comprender. Nos ama, al grado de que nos acepta, tal como somos, sin cambios ni transformaciones efectuadas por nuestra neurosis religiosa que cree que sólo cuando cambiemos seremos recibidos por Dios. Nada de lo que hagamos afectará el hecho de que Dios nos ama incondicionalmente.

Es tan enfermo el amor humano que nos cuesta horrores entender la incondicionalidad de Dios y de su amor justo, misericordioso y lleno de piedad por una raza que se cae a pedazos y que Dios, en su infinito amor, busca redimir. Ojalá llegue el día en que los profesos cristianos entiendan la grandeza del amor de Dios que nos ama pese a todo.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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Cuestión de perspectiva


“Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú habitas llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa. ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! (Salmo 43:3-5).

La segunda parte del Salmo 43 no parece haber sido escrita por David. Es tan diferente a la primera parte que pareciera que fuera de otro autor. La realidad es que es de él mismo, mostrando lo que puede hacer una mirada de fe a la realidad que le toca vivir.

En la primera parte se ha quejado, ha llorado como plañidera, incluso sus palabras hasta rayan en la blasfemia. 

En la segunda parte hay vida, ideales, esperanza, valentía, fuerza y sobre todo una mirada altamente positiva a la realidad.

¿Qué hace la diferencia? Algo muy simple y a la vez complejo: La perspectiva.

En la primera parte, la que analizamos ayer, el centro de inflexión del pensamiento es él como individuo. La mirada está puesta en su sufrimiento, en sus desvelos, en sus enemigos, en resumidas cuentas, está puesta en él. 

Sin embargo, en la segunda parte la mirada se concentra en pensar quién es Dios. Dios es el “Dios de la alegría y el deleite” por esa razón, y ante la contemplación de Dios no le queda más al salmista que decir: “Por qué inquietarme o angustiarme”. El autor del Salmo decide poner toda su confianza en Dios y eso hace toda la diferencia. Las circunstancias siguen siendo las mismas, los enemigos no han desaparecido... pero, ahora entiende que no está solo, es Dios mismo el que lo acompaña. 

Siempre es así, mientras pongamos la mirada en nosotros mismos, no habrá esperanza para nosotros. Sin embargo, si nos concentramos en Dios, la vida y la existencia adquiere otro significado totalmente diferente.

¿Dónde pones tu mirada? ¿Has hecho de Dios el foco central de tus pensamientos? ¿Entiendes que sin Dios todo lo que emprendamos será negativo y sin sentido? 


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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Justicia


“¡Hazme justicia, oh Dios! Defiende mi causa frente a esta nación impía; líbrame de gente mentirosa y perversa. Tú eres mi Dios y mi fortaleza: ¿Por qué me has rechazado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo?” (Salmo 43:1-2). 

Dios no espera nada más y nada menos que tu honestidad plena y consciente. No necesitas acercarte a Dios como si él fuera un Dios lejano y ausente. Él no se enoja con tus enojos, ni desprecia tus inquietudes, aún cuando parezcan blasfemas. Dios está más allá de tus iras. Él ve el cuadro completo, el mismo que no alcanzamos a ver nosotros con nuestra visión limitada.

En este Salmo David le reclama a Dios: “¡Hazme justicia! ¡Defiende mi causa! ¡Líbrame de gente mentirosa y perversa!” ¿Quién no ha dicho eso alguna vez? ¿Quién no ha anhelado que Dios quite de en medio y destruya a gente que nos destruye?

Pero Dios es más que eso, para empezar, no es nuestro vengador personal, es Dios y también desea ser Dios de nuestros enemigos. En segundo lugar, Dios no manipula a nadie. Respeta la libertad humana al grado de no entrometerse en las decisiones que tomamos, sean malas o buenas. Aunque Dios entiende nuestros sentimientos, simplemente no hará lo que nosotros queremos porque ese es un camino equivocado, significaría pedirle a Dios que anulara la libertad de otros simplemente porque nosotros se lo pedimos.

Las palabras siguientes del salmista son una endecha de llorona. Pareciera que todo lo ve oscuro. Es el canto depresivo de alguien que no encuentra respuestas. Pero, por extraño que nos parezca, Dios no se complica con esos sentimientos. Los entiende. Sabe que hay momentos en la vida donde todo nos parecerá oscuro. Hasta el mismo Jesús estuvo en momentos donde la duda existencial pareció aniquilarlo. El punto no es ese, sino el ser honesto con nuestros sentimientos frente a Dios que siempre los apreciará como una respuesta genuina.

¿Por qué razón no debemos juzgar los sentimientos ajenos? ¿Por qué Dios no nos condena por expresar nuestras emociones, aún cuando parezcan blasfemas o depresivas? ¿Qué espera Dios finalmente en relación a nuestros sentimientos?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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Conversaciones obscenas


“Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan” (Efesios 4:29).

Dialogar es una tarea de al menos dos personas. No se trata de imposición, de violentar la voluntad y la conciencia ajena, ni siquiera de imponer una idea. El diálogo es una conversación honesta donde al menos dos partes buscan la manera de ponerse de acuerdo o básicamente escucharse mutuamente. Cuando eso no ocurre, entonces, no hay diálogo posible.

Para que las personas puedan ponerse de acuerdo es preciso hablar. Son los animales los que gruñen o ladran cuando pretenden solucionar algo. Un humano que se precie como tal buscará siempre dialogar, sin imponer ni tratar de forzar la voluntad de otro.

En medio de tantas disputas que separan a los seres humanos nos hace falta dialogar sin denostar, hablar sin maltratar, discrepar sin violentar. Es una de las tareas pendientes más fuertes que tenemos los seres humanos.

A veces se recurre a la artimaña psicológica de sostener que “somos francos”, por eso decimos lo que decimos de la manera en que lo hacemos. Sin embargo, la franqueza no es autorización expresa para el maltrato.

No dejo de sorprenderme especialmente por profesos cristianos que olvidando los buenos modales se comportan de una manera impropia cuando pretenden “dialogar” sobre opiniones respecto a algún aspecto de la vida cristiana. ¿Haría Jesús lo que algunos hacen en las redes sociales?



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Contar los días


“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría” (Salmo 90:12).

No sólo estamos en el tiempo, vivimos y somos parte de él. No podemos eludirlo, estamos condicionados por eventos temporales. El nacer y el morir, por ejemplo, son dos instantes definitorios, por eso los señalamos en nuestros calendarios personales.

No obstante, el tiempo no existe, aunque pareciera que tiene vida propia, su realidad es convencional. Somos los seres humanos los que hemos definido el estar en él y contarlo, medirlo, diseccionarlo, estructurarlo, agendarlo, establecerlo...

El tiempo es relativo. La dimensión temporal no puede ser medida de la misma manera en el espacio o en un ámbito donde la velocidad sea diferente. No es lo mismo contar las horas en Marte que hacerlo en la Tierra. Eso lo sabe cualquiera que tenga alguna noción de física.

Sin embargo, también es relativo a los eventos. No transcurre el tiempo de la misma manera cuando estamos enamorados que cuando lamentamos una pérdida amorosa. No es lo mismo esperar los minutos cuando se está ante una noticia trágica que cuando estamos jugando un partido de fútbol o riéndonos con la familia en una cena.

Eso lo entendía Moisés. En el Salmo 90 le hace una petición a Dios. Enséñame a vivir el tiempo, para que mi mente sea sabia.


Un estudiante que no mide el tiempo, lo pierde y seguramente fracasará. Un trabajador que mida su tiempo adecuadamente, lo más probable es que rendirá mejor y traerá beneficios a su vida. Así sucesivamente, en todas las actividades de la vida. El tiempo es relativo, pero vivir en él no lo es. Su uso o mal uso, siempre trae consecuencias.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013.
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