Reparar



“Serás llamado reparador de portillos” (Isaías 58:12)

Es más fácil destruir que reparar. La demolición también exige técnica y energía, pero reparar es infinitamente más laborioso y ocupa más tiempo y capacidad de análisis que simplemente destruir.
Las parejas que construyen relaciones positivas y sanas, se dedican mucho más a reparar que a destruir. Saben y han aprendido que invertir tiempo en la reparación deparará mejores resultados a largo plazo, que simplemente destruir algo que no nos gusta.

Gottman le llama “reparar la conversación” (Gottman, 2008:23) cuando se hace un esfuerzo consciente y sostenido para disminuir los sentimientos negativos, especialmente, si el encuentro no es fácil.
Las reparaciones en una conversación pueden ser varias: Una disculpa honesta y sincera, donde se reconozcan los errores y se ofrezca la promesa de intentar no cometer el mismo error. Una disculpa puede reparar más que mil conversaciones.

Una sonrisa en momentos en que el ambiente es tenso, diciendo con palabras amables y cariñosas, expresiones que supongan destrabar la situación: “Amor, no nos pongamos tan graves, sonriamos un poco”. O cualquier expresión que suponga una actitud positiva, nunca que de a entender burla o minimizar lo que está sucediendo.

El sentido del humor también ayuda, siempre y cuando sea en buenos términos, porque algunos confunden humor con “mal sentido de humor”, en este último caso es reírse a costa del cónyuge no respetando sus sentimientos, y eso, provoca más problemas que soluciones.

Cambiar de lugar, a veces, el mismo ambiente carga de tensión la conversación. Irse a otra parte en muchos sentidos puede ser una forma de destrabar una situación especialmente agobiante.

Reparar, reparar, reparar es la consigna de un buen matrimonio. Con la debida actitud y la forma adecuada, aún el problema más difícil puede ser resuelto. No hay conflictos insalvables, sólo personas que no han hecho lo correcto.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Lazos de amor
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La defensa que no sirve



“El Todopoderoso será tu defensa” (Job 22:25)

Defenderse es lícito, especialmente cuando somos atacados de una manera impropia. No obstante, hay defensas que sirven y otras que empeoran la situación.

No sé a quién se le ocurrió la idea de que “el ataque es la mejor defensa”, porque como idea lo único que provoca es mayores desavenencias.

Muchas parejas ante una acotación o el planteamiento del cónyuge de que algo nos les ha gustado lo que hacen es ponerse a la defensiva y atacan, provocando un efecto indeseable.

John Gottman recomienda lo que él llama “un planteamiento suave” (Gottman, 2008:22), es decir, acercarse al cónyuge para hablar de un problema de una manera suave, es decir, sin criticar ni insultar, para no hacer que el aludido se ponga a la defensiva.

Al acercarse de esa manera, la otra persona estará mejor predispuesta a escuchar y eventualmente podrán llegar a un consenso para ponerse de acuerdo. Muchos conflictos de relación podrían superarse si se cambia la estrategia de abordaje.

Gottman, acertadamente sugiere acercarse al otro, no esperar que el otro venga. Hacerlo mediante un comentario, una pregunta, una sonrisa o un abrazo. Algo que distienda el ambiente y logre que el cónyuge esté dispuesto a dialogar. Obviamente, la otra persona puede reaccionar alejándose o expresar su enojo por lo que ha ocurrido antes, pero de todos modos, intentarlo no es pérdida de tiempo, aún más cuando existe la posibilidad cierta de que el cónyuge esté dispuesto a hablar y elaborar una salida a la situación que juntos están viviendo.

Los conflictos se construyen, a menudo de a dos, y el camino, también es descomprimir la situación entre ambos, pero uno de los dos debe dar el primer paso. En estos casos, el orgullo o la vanidad no sirven, son estorbo para cualquier posible solución. La única posible respuesta es buscar, tomar la iniciativa, acercarse y siempre existe la posibilidad de una buena respuesta.

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El habla nos descubre


“Aun tu manera de hablar te descubre” (Mateo 26:73)

John Gottman y su equipo de investigación de la Universidad de Washington pudieron descubrir las claves para saber si un matrimonio es potencialmente proclive de divorciarse o no. Con sus descubrimientos logran predecir con un 90% de probabilidades qué matrimonios terminarán en divorcio y cuáles no.

Uno de los elementos que descubrieron tiene que ver con lo que comunicamos al hablar. En el libro Diez claves para transformar tu matrimonio (2008), Gottman sostiene que las parejas que están felizmente casadas sus relaciones se caracterizan por el afecto, la empatía y el respeto. Es visible su manera de tratarse que se refleja en pequeños actos, y sobre todo en la manera en como se hablan entre si.



Una pareja sana presta atención a la otra, no sólo a lo que dice, sino a los cientos de pequeños detalles que hace al día a día, en otras palabras se sienten emocionalmente conectados.

Donde esto se evidencia con claridad es en medio de los conflictos, especialmente, cuando las parejas deben hablar para resolver las desavenencias que surgen, y que sin duda, ninguna relación está exenta.

Gottman descubrió que las parejas felices, al hablar en medio de conflictos, suelen hacer al menos cinco comentarios positivos por cada expresión negativa formulada. Al contrario, las parejas que se encaminaban al divorcio realizaban menos de un comentario positivo por cada observación negativa. Dicho de otra forma, sus palabras los delataban.

Los estudios de inteligencia emocional aplicados al matrimonio han demostrado algo similar. Cuando una pareja está en crisis, lo negativo es más impactante y resuena más que lo positivo y eso aflora en todo lo que se dice o hace.

Cuando una pareja emite mutuamente más expresiones negativas que positivas, ese es un síntoma de que algo no está funcionando bien en esa relación. Es normal que haya aspectos negativos, pero nunca deben ser tantos como para ahoguen cualquier expresión positiva.

https://www.amazon.com/Educar-redimir-filosof%C3%ADa-educaci%C3%B3n-cristiana/dp/153757132X/ref=asap_bc?ie=UTF8

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Al fondo del mar



“Dios volverá a compadecerse de nosotros, sepultará nuestras iniquidades, y echará nuestros pecados en la profundidad del mar” (Miqueas 7:19 RV90)

El texto bíblico dice “en la profundidad del mar” otras versiones usan la frase “al fondo del mar”. No dice, en la profundidad de tu closet ni en el fondo del baúl para volverlo a sacar en el momento en que me sea útil.
En el mundo hay coleccionistas de todo. Muchos objetos son acumulados y atesorados por personas de todo el mundo. Como no podría ser de otro modo, hay algunos que son expertos en coleccionar agravios. Los atesoran como preseas valiosas. Constantemente los observan y se gozan con sus tesoros. Los coleccionistas de ofensas abundan, aunque suelen esconderse detrás de frases de buena crianza: “No me olvido para no ser nuevamente engañado(a)”; “lo recuerdo para no cometer el mismo error”; “lo tengo presente para que no me lo vuelvan a hacer”; y la lista es interminable.

En todo coleccionista de agravios se esconde alguien que no entiende ni el perdón ni la gracia. El perdón implica olvidar, dejar, soltar, de otra manera se vive permanentemente atado a un dolor que no deja respirar.

La película Argentina, El secreto de sus ojos, del año 2009, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera narra la vida de Benjamín Espósito que en 1999 busca aclarar un crimen ocurrido en 1974, de la violación y asesinato de una mujer. Su esposo Ricardo Morales, queda devastado, y Espósito le promete que va a encontrar al asesino. El fiscal para salir del paso acusa a dos inocentes que bajo tortura se declaran culpables.

Espósito sigue investigando, encuentra a un sospechoso, pero la causa es cerrada. Luego de un tiempo logra que se reabra la investigación, da con el asesino, logra que lo juzguen, pero el fiscal, que se ha convertido en su rival con argucias y mentiras hace que lo liberen. Pasan los años, y un día Espósito visita a Morales que vive alejado en la provincia y allí se encuentra que por décadas el hombre ha mantenido al asesino de su esposa encerrado en una celda que ha construido en su propia casa. El no perdonar lo ha encadenado a su ofensor.

Así es siempre, el que no perdona carga un muerto del que no puede deshacerse. Por eso el perdón es la única salida viable para el agravio.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Amar no es acusar



“De mis faltas juveniles no te acuerdes, acuérdate de mí según tu amor” (Salmo 25:7)

La primera vez que escuché hablar de ellos fue un día que estaba molesto porque alguien muy cercano había cometido un grave error y me indignaba saber que ahora había sido recibido como si no hubiese hecho nada. Me parecía que tenía que recibir las consecuencias de sus actos.

Lo que no entendía en ese momento era el poder del amor. Quien ama, aprende también a vivir con los yerros de la persona amada. No significa que los avala o los pasa por alto, sino que los enfrenta, con cariño y juntos, con amor, los subsanan.

Un contexto donde abundan las acusaciones, las desconfianzas y la sensación de que las faltas nunca serán olvidadas simplemente no sirve para crecer.

El amor es escaso en acusaciones y profuso en alabanzas. Eso significa que el que ama procura por todos los medios, ayudar a olvidar la falta, de otro modo la vida se hace intolerable.

Conocí a una familia a todas luces enferma. Él había cometido adulterio y se arrepintió. Volvió a la casa que había construido junto a su esposa. Ella lo recibió, pero le dijo que de ahora en más, por haber mancillado el lecho matrimonial tendría que vivir en una pieza que estaba al fondo de la casa. Nunca más entró a la habitación de su esposa, ni siquiera para saludar. El resto de su vida, recibía mejor trato el perro de la casa. Lo hacían de manera sutil, ella y sus hijas, recordándole de todas las formas posibles, que él había fallado. Oraban, cantaban, iban a la iglesia, pero nunca lograron entender que el amor cubre las faltas.

Cuando conocí a ese hombre anciano, lo único que vi en él fue una sombra de tristeza en su rostro y una sensación de estar ante una persona que sentía que debía pedir permiso hasta para respirar. Cuando supe la realidad entendí su melancolía ausente.

El amor no tiene nada que ver con conductas de ese tipo. ¿Se imaginan a Dios recordándonos todos los días lo que hemos hecho? El amor de Dios es nuestro modelo, cualquier conducta ajena es simplemente contradictoria.

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Ser cabeza



“Porque el marido es cabeza de la mujer,  así como Cristo es cabeza de la iglesia,  la cual es su cuerpo,  y él es su Salvador” (Efesios 5:23)

El concepto “cabeza” ha sido interpretado tradicionalmente como “ser superior, el que manda, que dicta las órdenes”. El problema con esa interpretación es que no toma en cuenta el contexto lingüístico original del texto y se hace un análisis a partir del concepto que se tiene en la actualidad en nuestro contexto cultural. Viejo error que se comete al leer la Biblia y que es una diacronía, es decir, suponer que los antiguos pensaban igual como pensamos nosotros, lo que es un craso error.

Para empezar este texto está escrito en griego y es dirigido a una comunidad en Asia menor (actual Turquía) que es una antigua colonia griega. La clave de la comprensión de este texto está en comprender qué es lo que los destinatarios originarios entendieron por “cabeza”.

La metáfora “cabeza”, en el mundo griego no está vinculado a autoridad. De hecho, la palabra kefalé (cabeza), era usada en el mundo secular y religioso griego con el significado de “fuente” u “origen”, y no con el sentido de “gobernante”. Este último significado es típico del pensamiento romano, pero no griego.

Una manera de confirmar este hecho es examinar la traducción griega del Antiguo Testamento conocida como la Septuaginta. La palabra hebrea para cabeza ros que aparece unas 150 veces en el texto hebreo y que habitualmente se la usa para referirse al líder o gobernante, se la traduce habitualmente con “arché” (principal, principado, líder) o “hegemon” (gobernante, líder), y sus derivados. En ningún caso se menciona el término “kefalé” (Muñiz, 1997:64).

Si Pablo hubiese querido expresar autoridad habría utilizado las dos expresiones griegas más comunes para expresar dicha idea, y no lo hizo, y usó la metáfora “cabeza” que en síntesis apela a un concepto que a veces pasamos por alto en el texto, la interdependencia. No puede una cabeza vivir sin cuerpo ni un cuerpo sin cabeza, por lo tanto, está expresándole a griegos, que consideran a sus esposas como subhumanos, cuánto las necesitan a ellas porque cabeza sin cuerpo no vive.

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Descripción no maldición



“A la mujer le dijo [...] Al hombre le dijo” (Génesis 3:16-17)

Quienes defienden el concepto de subordinación de la mujer al varón señalan como una verdad incuestionable que Dios le “mandó” al varón a dominar a la mujer y que por definición entonces, la mujer debe aceptar dicho dominio como parte de la voluntad divina.

Es interesante como las ideas se van transmitiendo de generación en generación al grado de que llega un momento donde nadie las cuestiona y ni siquiera examina si hay validez o no en ellas. No alcanzan a percibir que el mismo texto señala la presencia del pecado y la muerte, por lo tanto, el pecado sería ordenado por Dios y en vez de resistirlo habría que alentarlo, lo que simplemente es ridículo.

Al examinar con cuidado el relato de Génesis 3 no es posible concluir que hubiese una relación de jerarquía entre Adán y Eva antes de la caída. Por lo tanto, la relación de subordinación es consecuencia del pecado y no era parte de los planes originales de Dios. Por esa razón el versículo 16 lo que hace es una descripción de las consecuencias del pecado y no una prescripción. En las lenguas semitas el futuro (y el aoristo en griego), nunca implica un sentido de obligación.

Pero el argumento más importante es la forma en que Jesús usó estos textos. Es interesante que Cristo, nunca, en ninguna oportunidad se refirió a Génesis 3 y si usó Génesis 1 y 2 como el contexto normativo para la relación del varón y de la mujer.

Al responder a los fariseos sobre el divorcio (Mateo 19:3-10) Jesús no basó su enseñanza en el relato de la caída ni en el antiguo pacto, su fundamento fue el ideal de Dios en la creación.  Eso implica que le dio carácter normativo a Génesis 1 y 2, y al guardar silencio sobre Génesis 3 expresó que eso era sólo una desviación del modelo original.

Eso implica que la comunidad cristiana, la que sigue a Jesús y hace de sus palabras un referente, usará el mismo criterio, es decir, asignar al modelo de la creación un carácter normativo. Desde esta perspectiva cualquier estructura jerárquica producto de la caída queda abrogada en el contexto del ideal de Dios.

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Culpa que da prioridad



“La serpiente con su astucia engañó a Eva” (2 Corintios 11:3)

Se suele enseñar en muchos círculos cristianos, más bien en base a una teología llena de fantasía que de base, que el pecado ingresó en el mundo porque la mujer buscó, expresamente, ir en contra de un diseño jerarquizado.

Bajo esta premisa se enseña como una “verdad bíblica” que Eva cayó en pecado porque se había “alejado” de su esposo, diciendo de paso e insinuando, que la mujer por constitución ontológica es incapaz de dirigir su propia vida y que depende del varón. Algunos con una voz meliflua y llena de compasión dice que la pobre mujer al abandonar el liderazgo de su marido expuso a toda la raza humana al pecado.

Pueden repetir una idea un millón de veces y eso no la hace verdad, lo cierto es que Adán pecó absolutamente consciente y Eva fue engañada. El pecado de ella fue jugar presuntuosamente con la indicación de Dios. El pecado de él fue comer conscientemente de que estaba desobedeciendo.

Ahora, si la mujer antes de la caída ocupaba un lugar subordinado, por qué entre las consecuencias del pecado Dios señala que sería dominada por el varón. No tiene sentido, si es algo que no existe, y ahora es consecuencia tiene sentido que antes del pecado no hubo jerarquía.

Por otro lado, en la forma en que Dios se dirige a la mujer no hay ninguna recriminación respecto a abandonar el “liderazgo” del varón, ni siquiera lo menciona, pues el asunto es otro.

Por último, si supuestamente el que Eva desafiara el liderazgo del varón supuso todo el desastre del pecado ¿cómo es que Dios permite y alienta el liderazgo de miles de mujeres a través de la historia?

La única conclusión posible es que la interpretación que supone que el liderazgo de Adán fue usurpado no resiste análisis bíblico. La verdadera razón de esa interpretación sesgada es intentar justificar el dominio varonil que no tiene ninguna otra explicación que vivir bajo un diseño que no fue divino. Ambos fueron creados para estar uno frente al otro como iguales, sostener otro modelo es ir contra el diseño original de Dios.

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Frente a frente como iguales



“Ayuda idónea” (Génesis 2:18)

La mayoría de las versiones traduce “idónea” y solemos referirnos a esa palabra en numerosas ocasiones, el gran problema es que dicho vocablo no está en la Biblia, es simplemente una idea fín que los traductores pusieron por no entender claramente el término hebreo.

La palabra hebrea kenegdo, que se traduce como idónea, es una expresión formada por dos proposiciones y un pronombre. La primera significa “igual” la segunda significa “enfrente”. Lo que la expresión evidencia es que uno está en la presencia del otro como un igual. La mujer es, tal como el varón, de la misma clase y especie, es decir, alguien igual.

No entender esta idea ha llevado a sostener, por ejemplo, que la mujer es inferior al varón por constitución porque fue echa para ser una “ayuda”, y otros agregan con total seguridad a esa frase de Calvino, “idónea”.
¿Por qué es tan importante entender correctamente el texto? Pues, cuando la mujer es tratada como un subordinado, un ser que está al servicio de otro, una persona que no posee la cualidad esencial de ser humano, entonces, se crean las condiciones ideológicas para justificar la violencia.

Sería lícito, en la mala comprensión del texto, obligar a la mujer a ponerse en el lugar de subordinación que le corresponde por género. Como la violencia tiene como eje fundamental el poder y el ejercicio del mismo, entonces, someter a la mujer, se convierte en un desafío que va a la esencia misma de la especie. El macho herido no aceptaría que una mujer sea su igual, menos superior, tiene que ser subordinada.

Cuando Dios advirtió que eso ocurriría, es decir, que el varón se “ enseñorearía de la mujer” (Génesis 3:16), no hizo más que advertir a las generaciones futuras lo que ocurriría por efecto del pecado.

Es pecaminoso caer en un juego de poder, donde alguien le exige a otro ser humano perder su dignidad, otorgándole a otro ser humano el derecho a dominar, pensar y elegir, como es la facultad que algunos varones se arrogan a sí mismos respecto a la mujer. Lamentablemente, algunos de ellos que dicen adorar a Cristo.

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Ayuda no subordinada



“No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Génesis 2:18)

Estudiar la Biblia desde el texto hebreo o griego, según corresponda le da a la interpretación bíblica un trasfondo que difícilmente se logra en las traducciones.

El texto no habla de que es bueno que el varón esté solo, el original dice ‘adam, eso implica que no es buena la soledad para el varón ni para mujer, si eso es cierto, entonces la segunda cláusula de la oración se aplica a ambos.

Lamentablemente en la historia de la interpretación de este texto se supone que Dios creó a la mujer para que fuera la “ayudante” del varón. En dicha concepción, la mujer estaría subordinada al varón por su rol de ayuda no igual.

Lo interesante de esto es que la expresión hebrea ezer que ha sido traducida al español como “ayuda” La palabra “ayuda” aparece 21 veces en el Antiguo Testamento. Lo que llama la atención es que la mayoría de las veces se usa la expresión para referirse a Dios cuando se encuentra ocupado en actividades de socorro, alivio, consuelo o redención entre su pueblo (Exodo 18:4: Deuteronomio 33:7, 26, 29; Salmos 33:20, y muchos más).

Si la expresión “ayuda” implica subordinación, como sostienen aquellos que leen el pasaje de manera sesgada, entonces, Dios estaría subordinado al ser humano por ser nuestra “ayuda”.

En realidad el término “ezer” significa literalmente “un poder o fuerza que puede salvar. Es una expresión que viene de dos raíces: Rescatar o salvar y ser fuerte. Si supongo que la mujer es ayuda y el varón no lo es, contradigo el sentido que la misma Biblia le asigna a esta expresión, especialmente en el contexto de Dios.
Moisés eligió esta palabra para expresar que el varón y la mujer están llamado a ser ayuda uno del otro para rescatar o salvar al otro, en cierto modo, es una ayuda imprescindible que nadie puede dar. Si hay subordinación, entonces esa idea se desecha y tuerce el texto.

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Prioridad en la creación



“Y Dios el Señor formó al hombre [ser humano ] del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre [ser humano ] se convirtió en un ser viviente” (Génesis 2:7)

Es interesante como la cultura y su horizonte lleno de tradiciones, mitos, ideas y conceptos condicionan nuestra visión de mundo, eso incluye, la forma de interpretar las Escrituras. Sin duda, la cultura es un visor que modifica la percepción de la realidad.

Al leer el texto bíblico muchos profesos cristianos hablan de la “prioridad de la creación”, eso significaría que Dios hizo primero al varón y luego a la mujer para establecer jerarquía por creación. Ese concepto ha permeado todo el pensamiento cristiano de todas las edades y permanece vigente en la mente de muchos adoradores de Dios. Sin embargo, ¿tiene asidero bíblico?

Para empezar la expresión “hombre” en Génesis 1 y 2 proviene del vocablo hebreo ‘adam y no señala al varón sino a un género, en este caso al ser humano en términos genéricos. Esto se observa claramente en Génesis 5:2 dónde Dios a ambos, varón y mujer, “llama” Adam, como expresión de su sentir que ambos son humanos, ni más ni menos.

Varón y mujer reciben la orden de señorear o administrar la creación, eso no es privativo del hombre en particular.

Luego, a ambos, se les dice que son portadores de la imagen de Dios y en ningún versículo bíblico se establece una diferencia de esencia de la imagen de Dios. ¿Cómo puede un género estar subordinado a otro si ambos poseen la misma esencia?

No hay en toda la Biblia la idea de que el crear “primero” al varón es señal de jerarquía respecto a la mujer. Si así fuera, entonces por lógica, los animales que fueron creados antes que el ser humano tendrían una posición jerárquica superior a la raza humana por hacer sido creados primero que la raza humana. Sólo pensarlo da para risa, porque el texto no sugiere eso. Lo que hay en el relato es un estilo de narración que no evidencia primero y segundo, sino esencia similar. Cuando la mujer está creada, entonces la creación de la humanidad está completa. Nada más que eso.

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No hay seres humanos de segunda categoría




“Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27)

A la larga lista de discriminaciones a la que es sometida la mujer se suma la creencia de que no es ella imagen de Dios en sentido pleno, simplemente por ser mujer. Esa idea, vigente aún en la mente de algunos, es tan antigua como el cristianismo, pero carece totalmente de base bíblica, sólo se fundamenta en la idea de algunos personajes, que por su influencia, han logrado afianzar su idea en la mente de muchos cristianos.

Agustín de Hipona (354-430) pensaba que la mujer sola por sí misma, no es la imagen de Dios. Por su parte Tomás de Aquino (1224-1274),sostiene que la mujer está sujeta al varón, porque según su juicio, en el hombre predomina la razón.

Con la llegada de la Reforma estos planteamientos se mantuvieron. Tanto Martín Lutero (1483-1546) como Juan Calvino (1509-1564) pensaban que la mujer era inferior al hombre. Para éste último “las mujeres por naturaleza (esto es, por la ley natural de Dios) nacen para obedecer, porque todos los hombres sabios siempre han rechazado el gobierno de las mujeres, como monstruosidad contranatura”.

Con matices, estas ideas han perdurado hasta el presente. No podemos acusar a estos autores ni a los actuales de ser personas irracionales. Honestamente todos los escritores citados y los de la actualidad creían que sus Todos ellos estaban convencidos de que sus puntos de vista estaban fundados en la Biblia. Lo que no lograban percibir es que sus horizontes culturales los llevaban a una exégesis errónea. La tradición, a menudo, tergiversa el texto bíblico, por muchas palabras con las cuales se lo intente justificar.

Creer que el varón es superior a la mujer, es no entender el concepto bíblico de que uno y otro fueron creados a imagen de Dios, no para jerarquía sino para complementación, para que uno y otro se completaran mutuamente. Para que las debilidades de uno sean potenciadas por las habilidades del otro y viceversa. Creer en otra cosa es suponer que Dios forma personas inferiores por creación y diseño.

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Esposas y esclavas



“Los egipcios esclavizaron brutalmente a los israelitas, y les amargaron la vida con dura servidumbre, con los trabajos del barro, de los ladrillos, del campo y con toda clase de servidumbre. Los esclavizaron brutalmente” (Éxodo 1:13)

Es probable que alguien con sensibilidad pueda sentirse ofendida si en una sola frase aparecen las expresiones “esposa” y “esclava”. Sin embargo, a riesgo de ser mal entendido, intentemos por un momento pensar en la situación que existe en la actualidad en muchos hogares en relación al trato que reciben muchas mujeres en sus hogares.

Suelen ser tratadas como propiedad. Para empezar, en el momento en que se casan pasan a ser “de”, pierden sus apellidos y en una señal de que ahora son propiedad de alguien son consideradas “mujer de...”, sin derecho a opinar libremente.

La mayoría de las legislaciones las trata como subsidiarias de un varón. De hecho, por ejemplo, no son consideradas administradoras legales de los vienes familiares. El marido (jefe de hogar) es quien es considerado, legalmente, el administrador de los bienes, al menos ese es el caso en la mayoría de las legislaciones latinas.

Se les obliga a trabajar de sol a sombra argumentando que es su “deber” “atender” a su familia. Lo que incluye cocinar, lavar, limpiar, ordenar, comprar, asear, fregar, y una larga lista de otras actividades consideradas “de la mujer”. No tiene derecho a día libre (todos los días se come) y no puede reclamar (es lo justo porque está casada).

Su cuerpo no le pertenece. De hecho, su marido se considera dueño y ella debe tener relaciones sexuales con él tantas veces él quiera, y de la manera en que lo desee. A eso le llaman, incluso en contexto cristianos, “deber conyugal”. Si queda embarazada, no puede interrumpir su embarazo, porque no se considera su opinión como válida, ni siquiera si el niño ha sido gestado bajo violencia de estupro.

Este clima favorece la violencia. De hecho, es una violencia estructural, validada por una sociedad que cree que es lo correcto y que se ajusta a derecho. No se necesita ser muy agudo para entender que Dios no creó al varón ni a la mujer para la esclavitud, el que exista no es de Dios.

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Sumisión no es obediencia



“Es menester obedecer a Dios antes que los hombres” (Hechos 5:29)

El lenguaje es esencialmente equívoco. Posee la ductilidad de ser entendido de diferente forma dependiendo de la cultura, el momento histórico e incluso, por geografías y giros propios de grupos diferenciados dentro de una cultura. Lamentablemente, eso no alcanza a percibirse de manera clara en las traducciones.

A partir de Efesios 5:21-22 se han tejido las historias más horrendas en la historia de la civilización cristiana. Lamentablemente, en la literatura cristiana y en la forma en cómo se ha manejado el asunto, la mujer lleva la peor parte, aunque el capítulo 5 pone la mayor responsabilidad sobre el varón y no sobre la mujer.

Muchos suelen citar el versículo 22 diciendo que las “esposas deben someterse a sus maridos”, aunque en el original no aparece esta palabra, sólo lo deducen desde el versículo 21.

Muchos varones exigen que sus esposas se sometan y lo consideran un derecho concedido por Dios. El contexto es que ambos, varón y mujer, se someten mutuamente. Lamentablemente no es ese el criterio se enseña ni el que se predica.

Si se entiende sumisión en un contexto de obediencia y unilateralidad, es decir, el varón por sobre la mujer, sin que ella tenga derecho a opinar o actuar libremente, entonces, se introduce una contradicción en el pensamiento de Pablo. Para empezar, ya ha dicho que en Cristo “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer” (Gálatas 3:28), eso significa, que ha retornado al ser humano, varón y mujer, una relación de igualdad.

En 1 Corintios 7:4, por otro lado, Pablo concede al varón y a la mujer autoridad del uno sobre el otro, en términos paritarios y de igualdad.

Por lo tanto, el término que usa Pablo para someter, no es sinónimo de obediencia, sino de vínculo, relación, y por sobre todo, compromiso mutuo, en el contexto de la salvación en Cristo.

Y finalmente, el principio de que es menester obedecer a Dios antes que a los hombres, y eso sin duda, incluye a los esposos.

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Sujetarse, no amarrarse



“Sujetas a sus propios maridos” (Efesios 5:22)

Durante dos días hemos analizado el sentido de la expresión “sujetarse” de Efesios, ahora daremos un paso más para explicar un sentido que no se alcanza a percibir en la traducción española.

El modo en el que está escrito el verbo griego es subjuntivo, que es el modo de la posibilidad y del deseo, a diferencia del modo indicativo que es declarativo y afirma algo como cierto. Eso implica que en el texto Pablo no está declarando la sujeción como una cuestión de hecho. El subjuntivo siempre se utiliza para expresar una posibilidad, un deseo, no una cuestión de hecho. ¿Qué implica eso?

En el cuerpo de Cristo no se puede hablar de jerarquía, todos los miembros, en virtud de Jesucristo son iguales, por eso la unilateralidad de la relación no sirve y expresa un sentido impropio. Por esa razón, Pablo menciona la sumisión mutua en interdependencia, que supone una acción conjunta, nunca una entrega de la voluntad a otra persona.

El someterse mutuamente tiene como base el entender que “Cristo es el Señor de cada uno” (Keener, 2003:547). Lo novedoso del texto es que el apóstol apela a que todos se sometan, incluyendo el varón, padre de familia. Keener señala además “que la mayor parte de los antiguos escritores esperaba que las esposas obedecieran a sus esposos, y deseaban que ellas tuvieran un comportamiento tranquilo y manso, incluso algunos contratos matrimoniales establecían un requisito de obediencia absoluta” (Ibid.). Eso tenía especial sentido para los griegos, a los cuales le escribe Pablo, que no consideraban a las mujeres como sus iguales.

Aquí Pablo establece un concepto revolucionario. No sólo la esposa se somete, también lo hace el esposo, y ambos, bajo el “temor de Dios”, es decir, la sumisión mutua funciona sólo bajo el amparo de la voluntad divina.

Por esa razón, sostiene Pablo que además, los esposos deben amar a sus esposas, cosa que no les era pedido en los antiguos contratos matrimoniales, donde las exigencias eran sólo para la mujer y su sometimiento unilateral. Seguramente los que escucharon estas palabras de Pablo por primera vez no deben haberse sentido cómodos, igual que algunos varones hoy.

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¿Qué significa sujetarse?



“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos,  como al Señor” (Efesios 5:22)

El día de ayer analizamos el sentido de este versículo a la luz del que no suele citarse, el versículo 21 que habla de someterse mutuamente, es decir, varones a mujeres y mujeres a varones.

Basados en esta cita, así suelta, sin análisis de contexto histórico-cultural ni textual ni lingüístico, muchos llegan a la conclusión que la mujer debe someterse al varón unilateralmente sólo por el hecho de haber nacido con determinadas características sexuales, así sin más y haciendo que Dios actúe discriminando a la mujer desde nacimiento, sin siquiera haber tenido la oportunidad de optar. Dios aparecería así como el gran alcahuete de la humanidad que validaría con su orientación los millones de abusos que diariamente se hacen contra la mujer teniendo este versículo como respaldo.

¿De qué tipo de sujeción está hablando Pablo en esta cita? ¿Qué tenía en mente Pablo y qué entendieron los lectores primarios del apóstol, que ciertamente no somos nosotros? Lo primero que es preciso aclarar es que la palabra griega que se traduce por sujeción, es decir hupotásso, no lleva la idea de obediencia como algunos en una lectura superficial sugieren.

Como señala Marga Muñiz: “En griego, los verbos tienen tres voces: activa, pasiva y media, a diferencia del español, que sólo tiene dos: activa y pasiva. En griego, la voz activa describe al sujeto como produciendo la acción... la voz media es ese uso del verbo que describe al sujeto como participando en los resultados de la acción... la voz pasiva denota al sujeto como recibiendo la acción” (Muñiz, 2011:59). En este caso, el verbo está en voz media y no hay una correspondencia de dicha voz al español. Eso implica, que lo que Pablo expresa, se refiere al sujeto participando de la acción y en este caso le está diciendo que participe de un “compromiso voluntario”, si “dicha sumisión se impone y quita la libertad, es decir, si pierde el sentido reflexivo, se convierte en abuso de poder, en subyugar, en sojuzgar” (Ibid, 60). Algo que por el contexto se entiende que no es el propósito de Pablo.

El ejemplo es Jesús, por lo tanto, el vínculo que lo guía es el amor, no la imposición arbitraria. Compromiso, no sujeción despótica es la sugerencia.

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La falsa idea de la sumisión



“Las mujeres a sus maridos, como al Señor” (Efesios 5:22 BJ)

A veces siento que el estudio de la Biblia se ha convertido en algo parecido al “teléfono descompuesto”, todos dicen algo, y al final nadie sabe qué se dijo al comienzo. “Escucharon” un sermón y repiten dichas ideas agregando de su propia cosecha, y otro y otro, y así hasta el infinito sin detenernos a pensar en el fondo del asunto y las implicaciones de algunas ideas.

Para empezar suele sostenerse el texto de Efesios 5:22 para sostener la “sumisión” de las mujeres a los maridos. Idea que supone unilateralidad puesto que en el planteo que se hace es la mujer la que se somete a la esposa y no al revés. Sin embargo, el versículo 22 no habla de sumisión, la sostiene el versículo 21 el que dice textualmente: “Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo”. ¡A ver! ¡Unos a otros! Eso incluye, obviamente a los varones. Pablo comienza señalando explícitamente que eso incluye a las mujeres y luego les habla a los varones usando una imagen: La de Cristo que se somete a la iglesia.

El problema que tenemos con estos versículos es el sentido que se le asignan desde una cultura jerárquica que supone que la mujer es inferior al varón. ¿Qué pasaría si analizáramos dichos versículos a la luz de alguien que está proponiendo algo directamente distinto?

La Biblia no enseña jerarquía entre seres humanos. Históricamente en las relaciones varón y mujer se ha establecido una visión jerárquica. Sin embargo, dicho planteamiento no está en la Biblia, al menos en los textos que no hablan de costumbres tergiversadas de pueblos antiguos. El punto de vista de las Escrituras es de igualdad y sumisión mutua en vez de jerarquía entre los dos sexos.

Es lo que sostiene Efesios 5:21, texto que los machistas suelen saltarse olímpicamente y ni siquiera lo mencionan. El varón y la mujer se someten, en el matrimonio, mutuamente. Dicho sometimiento es recíproco y no tiene como centro el poder o la obediencia, sino el darse mutuamente por amor, así cómo lo hace Cristo por la iglesia. Leer otra cosa, es simplemente introducir en la Biblia ideas sesgadas de contenido y fondo.

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El conflicto no es el fin



“Se produjo entre ellos un conflicto tan serio que acabaron por separarse” (Hechos15:39)

Es innegable que los conflictos producen consecuencias impredecibles. Sin embargo, también es imposible pensar que exista alguna relación humana donde no se produzca alguna situación conflictiva.

Es interesante que John Gottman con su equipo descubrieron que en las parejas que están felizmente casadas no desconocen el conflicto, ni siquiera intentan minimizarlo, al contrario de las parejas que no están sanas que tienden a evadir el conflicto y cuando no les queda otra, a exagerarlo.

Gottman descubrió que las parejas sanas “reconocen que el conflicto es inevitable en cualquier matrimonio y que algunos problemas nunca se solucionan y nunca desaparecen. Pero estas parejas no se quedan atrincheradas o estancadas en sus distintas posturas. En lugar de eso siguen hablando sobre sus conflictos. Escuchan con respeto los puntos de vista de su cónyuge y llegan a acuerdos que sean aceptables para ambas partes” (Gottman, 2008:20).

No se trata de hacer como si nada hubiera ocurrido, sin embargo, generan actitudes que finalmente les ayudan a enfrentar los conflictos y salir airosos.

Una forma es no criticar ni estigmatizar al cónyuge con expresiones absolutas: “Siempre me dejas hablando sola”; “nunca me escuchas”; y otras frases similares que al ser absolutas limitan completamente la posibilidad de llegar a algún acuerdo.

La critica generalmente daña más que solucionar las cosas. Una pareja que se ama no tendría por qué estar a cada rato buscando alguna forma de zaherir a su pareja, y si en algún momento es necesario decir algo que nos ha afectado o nos agrada, se dirá siempre de una forma cariñosa y sin acusar, denostar o agredir, porque por ese camino, lo que se dice termina siendo peor que lo que se quiere corregir.

El conflicto estará presente siempre, pero no tiene por qué separarnos ni hacer que estemos en tal situación que no seamos capaces de concentrarnos en la solución.

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Control pero con expresión



“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26)

Basados en una lectura equivocada del texto de Pablo, muchos matrimonios cristianos sugieren que enojarse es malo y que los buenos matrimonios no pelean ni discuten, generando de esa forma un mito.

Incluso se ha enseñado el llamado método de la escucha activa y la evitación de la ira para no provocar conflictos matrimoniales. En dicho método se supone que las personas deben parafrasear lo que dice la persona con la cual hablan con el fin de comprender lo que dicen, y aunque la idea no es mala eso no soluciona las diferencias y conflictos latentes.

La realidad es que cuando hay tensión la forma de expresarse es otra y difícilmente alguien se detenga en un intercambio de opiniones a parafrasear a la persona con la cual está discutiendo. La escucha activa ayuda, pero no cuando de situaciones conflictivas se trata. Es útil cuando se trata de dialogar para arreglar diferencias después de una fuerte discusión o para entender los sentimientos del otro ante una situación dada. También trae beneficios cuando se trata crear intimidad emocional y aprender a conocerse mejor.
Lo que crea desavenencias irreconciliables y heridas profundas en una relación de pareja no es la discusión en si sino el desprecio del cónyuge, la actitud defensiva y prácticas violentas. Se puede discutir de manera acalorada sin tener que utilizar medios destructivos.

 El enojo en sí mismo no es malo ni bueno. La manera en que se ventilan las diferencias es lo que conduce a conflictos. Descargar toda la ira o los sentimientos de enojo en el cónyuge a menudo produce estrés. Por otro lado, si lo único que sale de nuestros labios son expresiones negativas, ese es un indicador de que el problema de fondo es otro. Una pareja sana expresa más sentimientos positivos que negativos, y eso, aún cuando hay discusiones.

Además se precisa tener una actitud que se concentre en la solución y no necesariamente en el enojo. Por eso Pablo asertivamente afirma que el enojo en sí mismo no es pecado y recomienda que no enquistemos la ira en nuestras vidas. El mensaje es: Enójate, pero no agredas. Enojarse es normal, agredir es delito.

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La misma violencia de siempre



“Pero Dios vio que la tierra estaba corrompida y llena de violencia” (Génesis 6:11)

Todos los días los diarios de todo el mundo traen historias de terror. Muchas de ellas son tan increíbles que nos negamos a creer que puedan ser posibles, un poco porque es difícil creer que las personas sean capaces de causar tanto daño a otros.

La mayoría de los países ha ido creando leyes que de un modo u otro protegen a las personas de los excesos de la violencia. Muchos dicen que la violencia ha aumentado. No creo en eso, la violencia siempre ha existido, en el mundo contemporáneo simplemente nos hemos hecho conscientes de su existencia y cada día hay menos personas dispuestas a aceptar lo que en otro momento se consideraba “normal”.

Sin embargo, no hay que engañarse. En muchos lugares, por efecto de la menor tolerancia a la violencia, pareciera que los episodios violentos han desaparecido, pero no es así. La violencia contemporánea sólo se ha hecho más sutil, por lo que se tienen que tomar más resguardos para no caer en el juego macabro que supone ser violentado o estar ante la presencia de una persona violenta.

En tiempo de Noé, Dios intervino porque la “tierra estaba corrompida y llena de violencia”. Me pregunto, ¿qué dirá Dios de nuestra época?

La violencia más cruel, sistemática y sostenida no ocurre en contextos desconocidos, sino al contrario, en los propios hogares. Aunque parece paradojal y difícil de aceptar, la mayoría de las personas corre más riesgos al interior de sus casas que fuera de ellas. La mayoría de las agresiones ocurre en contexto domésticos y en relaciones con conocidos.

Un asunto que resulta ser patológico y hasta una locura, es que muchos de los violentos sostienen amar a sus hijos y parejas, sin embargo, tienen con ellos episodios sistemáticos de violencia que causan estupor cuando salen a la luz.

La violencia no tiene nada que ver con el amor. La violencia es una distorsión macabra y perversa del amor. El que ama, nunca, por ninguna razón violenta o provoca daño a quién ama. No entenderlo es enfermo.

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Un amor que no es poseído



“El amor perfecto echa fuera el temor” (1 Juan 4:18)

Khalil Gibrán, el famoso poeta libanés escribió: “El amor no da sino a sí mismo, y nada toma sino de sí mismo. El amor no posee ni quiere ser poseido. Porque el amor se basta en el amor” (Gibrán, 2009:36).
Con estas ideas Gibrán expresa una de las verdades más básicas del amor: El amor verdadero, no es dependiente ni busca poseer. El amor se concentra en dar, no en recibir.

El amor no está exento de la posibilidad de convertirse en patológico. Cuando alguien sólo espera recibir, sin dar nada a cambio, ese amor se convierte en tóxico. El amor no posee al ser amado, el amor tiene vocación de libertad.

Cuando alguien ama, no aprisiona, deja libre. Pretender amar y al mismo tiempo convertirse en controlador, manipulador o chantajista, no es amor, es megalomanía y obsesión disfrazada de amor.

Muchos dicen amar, pero al mismo tiempo, no dejan ser a quien aman. Continuamente piden y no permiten la expresión libre. Eso no es amor, es un engaño con palabras de circunstancia.

El amor no aprisiona, nunca, bajo ningún argumento. El que ama confía y deja que la persona amada viva en libertad y en paz.

Cuando alguien trata a la persona amada como si fuera su mascota faldera, exigiendo y promoviendo la dependencia, esa persona está engañando y es a su vez engañada por sus conceptos distorsionados  El amor no tiene que ver con dependencia, sino con libertad.

El amor sólo crece en un ambiente de libertad, cuando los amantes pueden expresar libremente sus afectos, entonces, y sólo entonces, el amor fructifica y se convierte en bálsamo para todos los dolores. Cuando no ocurre así, el amor asfixia y se torna en nauseabundo.

Un amor tóxico termina por matar a las personas, haciéndolas ver la realidad de una forma distorsionada  No es extraño que muchas personas vivan amando, pero con angustia, con pesar, con carga... porque no han entendido que eso no es amor, sino simplemente, patología.

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Amar es seguir siendo yo



“Cual manzano entre los árboles del bosque es mi amado entre los hombres” (Cantares 2:3)

Muchas personas creen que el amor es fusión. Nada le ha hecho más mal al matrimonio que aquella frase mal entendida por la mayoría que dice: “Ya no son dos, son uno”. Suena bonito, pero está profundamente mal aplicada.

Las personas que se casan siguen siendo individuos, y no puede ser de otra forma porque si no el resultado es negativo. Como señala Ignacio Larrañaga: “En una buena relación matrimonial tiene que haber primeramente una oposición, es decir, yo tengo que relacionarme siendo yo mismo.
El matrimonio es, pues, una integración de dos interioridades.

De otra manera habría absorción: lo que constituiría anulación del yo; en cuyo caso estaríamos ante un hecho patológico; es decir, una enfermedad por la que dos cónyuges se sienten subjetivamente felices, el uno dominado  y el otro siendo dominado. En ambos casos queda anulada la individualidad” (Larrañaga, 2002:10).

Perder la individual, permitir que ésta sea anulada, es un sacrificio demasiado enorme para ser pareja. Lamentablemente, algunas personas, por otro tipo de falencias propias de formación (traumas, conflictos, baja autoestima, codependencia, etc.), permiten que su individualidad sea fusionada en la de otra persona, con lo que atenta contra el elemento esencial de su vida: Su propio yo y personalidad.

Los matrimonios verdaderamente felices son aquellos que no anulan la individualidad del otro, al contrario, la potencian reconociendo las características individuales y apoyándose en aquellas que de algún modo complementan las propias.

Los matrimonios que van al despeñadero, son aquellos donde uno de ellos o ambos, procuran cambiar al otro anulando su ser interior, y doblegándolo para convertirlo simplemente en un títere de sus deseos y preocupaciones personales. No es justo dejar de ser yo para fundirse en un tu, eso es demasiado sacrificio para tener pareja.

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El amor no es cárcel



“Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor” (Gálatas 5:13)

A muchas personas les cuesta mucho entender que el amor y la libertad van juntas. Amar es un acto libre y soberano. Nunca impuesto o exigido. Imponer amor es desvirtuar el verdadero sentido del amor.

Leticia* vino a verme afligida y me dijo a boca de jarro:

—Él hizo una promesa y la está rompiendo.

—¿Qué promesa? —le dije.

—Que me iba a amar y ahora dice que ya no me ama, que ha decidido irse. Pero no puede hacer eso, él tiene una obligación conmigo.

He escuchado estas frases tantas veces que perdí la cuenta. Pueden parecer válidas, pero esconden una falacia. El amor nunca, por ninguna razón, puede imponerse. Se es libre para amar y para no amar. El amor no es cárcel.

Incluso algunos usando esas frases no alcanzan a captar el sin sentido de lo que están diciendo, de alguna forma están manifestando que quieren a alguien a su lado por “obligación” y no por “amor”. El amor nunca obliga. El amor está teñido de libertad, o simplemente, no es amor.

Sólo el que ama puede dejar en libertad a quién ha decidido no amar. Por esa razón, el concepto de obligatoriedad no está presente en la Biblia. Allí se habla de pacto, pero no de deber. Cuando el amor se convierte en “deber” se desvirtúa y se le quita su esencia fundamental.

Si alguien exige que le amen, entonces, con ese gesto revela dependencia afectiva y demuestra tener otro problema muy serio en su identidad como persona. No se puede exigir a alguien que nos ame cuando ha elegido no hacerlo, de alguna manera esa exigencia es un atentado contra la propia dignidad porque nos convierte en mendigos de amor y eso, simplemente, lesiona nuestra autoestima y valía personal.

El amor sólo crece en libertad. No se puede exigir lo que no se está dispuesto a dar de manera voluntaria.

*Todos los nombres mencionados en este libro son ficticios.

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El amor es proyección



“En el amor no hay temor” (1 Juan 4:17)

Tan engañoso como amar sin ser amado, es amar sin entender que el amor con el que decimos amar es proyección de todo lo que somos.

Marie Lise Labonte escribe: “Así como existe un nacimiento a la vida, existe también un nacimiento al amor. La manera como habéis sido amados influye en la manera en que amaréis. El amor es una vibración que nos envuelve desde el inicio de nuestra vida y que nos acompaña hasta la muerte” (Labonte, 2010:20).

Nuestros padres o las personas con las que nos criamos, son las encargadas de darnos una visión correcta del amor, no en discursos ni en teoría, sino en la forma en que nos amaron.

La única pedagogía que conocemos sobre el amor es la práctica. La teoría viene cuando nos despegamos de nuestros afectos y podemos mirar, como en una pinacoteca, el cuadro completo y darnos cuenta si el amor con el que hemos sido amados es correcto o malsano.

Cuando amamos proyectamos la vida que hemos tenido. En la forma en que expresamos nuestros afectos está toda nuestra existencia revelada. Al amar fluyen de nosotros todas nuestras taras y conflictos, además de nuestras bondades y talentos. El amor nos devela tan completamente, que a todos podemos engañar, menos a la persona que decimos amar.

La niñez es fundamental en el aprendizaje del amor. La infancia nos modela y nos construye. Su impacto nos sigue hasta el final.

Se necesita mucha sabiduría para despegarse de esa influencia, poner la vida en perspectiva y señalar los puntos oscuros para corregirlos. Decirle a una madre que nos ha amado de manera obsesiva que su amor nos ha hecho daño, no es fácil, al contrario, supone un desdoblamiento que no siempre estamos en condiciones de hacer. Pero es un ejercicio necesario, mirar y evaluar, para de ese modo saber si amamos de manera sana, o simplemente proyectamos aquello que nos ha modelado.

No es un ejercicio sencillo, pero el amor lo exige. Si queremos amar sin dañar, tenemos que aprender a analizar también, sin dañar.

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Un misterio desentrañable



“Conservaos en el amor de Dios” (Judas 1:21)

Jalil Gibran, el poeta, pintor, novelista y ensayista libanés escribió acerca del amor diciendo:

“Cuando el amor os llame, seguidle, aunque sus caminos sean agrestes y escarpados.

Y cuando os hable creedle, aunque su voz pueda desbaratar vuestros sueños como el viento asola vuestros jardines.

Así como os agranda, también os poda.

Así como sube hasta vuestras copas y acaricia vuestras frágiles ramas que tiemblan al sol, también penetrará hasta vuestras raíces y las sacudirá de su arraigo de la tierra”.

Los poetas tienen la habilidad de decir en poco, mucho. De expresar en pequeñas frases múltiples ideas que hacen pensar y muestran que, en lo que respecta al amor, nunca es suficiente, y siempre hay algo que decir.
El amor no es algo que se pueda aprender en un colegio, pero, a todos nos haría bien alguna clase para entender algunas de las bases fundamentales del amor.

Leo Buscaglia, en fallecido escritor ítalo-norteamericano, cuenta en su libro Vivir, amar y aprender, acerca de la primera clase que se dio sobre el amor en alguna universidad. En un sin número de jornadas educativas aprendió que el amor se lo puede experimentar, pero, tiene tantas facetas, que es prácticamente imposible captar todas sus perspectivas. Por esa razón, el amor es una escuela de la que no se gradúa nunca, y siempre debemos estar dispuestos a aprender.

Quien cree saber todo sobre el amor, en realidad, demuestra saber poco. Los que realmente aprenden son los que se mantienen constantemente alertas esperando ser sorprendidos con una faceta nueva que revitalice sus relaciones y vínculos afectivos.

Amar es una experiencia definitiva de los seres humanos. Sin amor vivir es sólo sobrevivencia. Sólo el que ama, comienza a entender vagamente el sentido del amor. Al terminar la vida, aún no ha entendido suficiente.

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Tiempo de amar



“Un tiempo para amar” (Eclesiastés 3:8)

"Hay un tiempo para andar y un tiempo para soñar. Hay un tiempo para crecer y otro para caminar. Hay un tiempo para enamorarse locamente, y un tiempo para amar, para amar con toda la capacidad que se puede tener de amar. Amar hasta que ese amor se convierta en una manera infinita de dar”.

Estas bellas palabras escritas por el español Antonio Vásquez (2006:5), expresan una verdad que pasamos por alto: El amor necesita un tiempo. Adelantarlo es fatal, retrasarlo resulta doloroso. Hay un tiempo para amar.

Así como el amor adolescente puede ser tan impetuoso como irresponsable, el amor de alguien que ha pasado la medianía de vida puede ser doloroso, especialmente, cuando se ama sin ser amado o se espera amar y no llega quién nos ayude a vivir esta experiencia vital tan entrañablemente vital y enriquecedora.
La fruta madura a su tiempo. No se puede adelantar su maduración. Necesita un tiempo de espera fundamental para su desarrollo. Sin embargo, una vez madura, tiene que ser consumida a tiempo o de otra manera resulta inservible si se pasa el tiempo.

En el amor es lo mismo. Los jóvenes sucumben a la ansiedad de amar y apresuran procesos que deben ser mejor cuidados y enfocados de una manera más templada, sensata y ponderada. Sin embargo, la juventud, la época de los arrebatos suele ir tan rápido que algunos no alcanza a procesar lo que debe tener un tiempo de maduración adecuado. Muchos fracasos de amor se gestan en esta impetuosidad joven por hacer las cosas más rápido y vivir más aceleradamente algunos procesos.

Pero hay quienes han dejado pasar el tiempo, por una u otra justificación, y no encuentran a tiempo a quién pueda ayudarles a vivir el amor de manera plena. Eso provoca frustraciones y la sensación de no estar completos.

El amor necesita su tiempo adecuado de maduración. Es preciso usar sabiduría para vivir el amor a tiempo o de otro modo no sirve.

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Amor y compromiso



“Aun en el caso de un pacto humano, nadie puede anularlo ni añadirle nada una vez que ha sido ratificado” (Gálatas 3:15)

Amar sin comprometerse es como comer torta sin azucar, por fuera se ve lindo, pero cuando se prueba sabe mal. El amor exige compromiso, sin ese gesto, simplemente amar es un mal chiste.

El problema es que muchos huyen del compromiso como si fuera una antítesis del amor, cuando en realidad, sin comprometerse no es posible que el amor se mantenga en el tiempo. El amor, para desarrollarse, necesita seguridad, y eso lo da el compromiso, por esa razón en la Biblia el amor está relacionado con pacto, de otro modo, no se entiende a cabalidad.

Esto implica que el amor no es un juego, una persona normal evalúa lo que significa comprometerse y entiende el valor de lo que está en juego. Como diría el psicólogo Carl Rogers: “Una persona que ha sido afortunada en su desarrollo psicológico no asume compromisos sin considerar sus consecuencias. Tampoco tiende a comprometerse fácilmente para toda su vida, porque sabe que su propia personalidad es, hasta cierto punto, impredecible. Pero cuando ha considerado exhaustivamente una situación determinada puede asumir un compromiso realista, y mantenerlo” (Rogers,  2005:53).

Comprometerse es un ejercicio de la voluntad que se desarrolla en múltiples gestos cotidianos que reafirman la decisión que se ha tomado. Cuando en una relación de pareja no hay compromiso, se está expresando que no hay voluntad para afirmar el pacto que se ha hecho.

Muchas parejas fracasan, precisamente, por falta de compromiso. No basta declarar ante un juez o un religioso “prometo”, es preciso probarlo diariamente. Sin esa acción cotidiana la promesa queda sólo en palabras y en este caso, las palabras están demás cuando la acción no la acompaña.

Si hago un pacto, lo mantengo. Si es mi intención expresa de mantenerlo, hago entonces las acciones necesarias para que lo que se ha prometido se cumpla. Esto da estabilidad a una pareja, porque les confirma que pase lo que pase, se mantendrán unidos porque el amor va acompañado de una acción concreta: Comprometerse diariamente.

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Amor y empatía



“Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran” (Romanos 12:15)

La empatía es mucho menos común que la simpatía. No todos los simpáticos son empáticos. Tener empatía implica ponerse en el lugar de otra persona y ser capaz de entender sus sentimientos y emociones.
Esta conducta es vital en un matrimonio para tener respuestas empáticas que logren que podamos conectarnos emocionalmente con las necesidades de la pareja y de esa forma, vivir una vida conyugal o de pareja, más agradable y teniendo la sensación de ser comprendido(a).

Una respuesta empática positiva implica además interesarse en lo que la otra persona formula. Una esposa le cuenta a su marido lo bien que la ha pasado en una conversación con amigas, y él asiente y escucha con paciencia. Un esposo le habla a su esposa de lo que le gustaría hacer en las vacaciones y ella sonríe animándolo a hablar. En general, no se necesita mucha inversión de tiempo y energía en responder con empatía positiva a lo que otra persona señala, especialmente cuando es nuestra pareja.

John Gottman en su libro Guía del amor y de la amistad cuenta que las investigaciones muestran que quienes desarrollan el hábito de dar respuestas empáticas positivas “llegan a desarrollar entre sí relaciones estables, duraderas y buenas sensaciones” (Gottman, 2003: 34). La razón es simple, al mostrar interés, se genera una reacción positiva que crea un buen ambiente emocional y afectivo.

Es cuestión de actitud. Puede que no estemos interesados en algo con lo que nuestra pareja se apasiona, pero el dedicarle un tiempo para escuchar con atención y animar a expresar, crea las condiciones para que en el momento en que nosotros queramos contar lo que nos ocurre, entonces, la otra persona esté dispuesto o dispuesta a escucharnos. Un oído atento genera a su vez otro oidor atento. Se recibe lo que se da.

El amor es por definición empático porque quien ama se interesa en todo lo relacionado con el amado. Si no ocurre así, entonces es evidencia de que algo no funciona en dicha relación, porque si amamos, nadie debería empujarnos a tener interés en quien amamos. El amor genera empatía positiva porque es su esencia misma ser empático.

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Amar



“Que el Señor los lleve a amar como Dios ama, y a perseverar como Cristo perseveró” (2 Tesalonisenses 3:5)

Amar es una tarea de tiempo completo.  No se puede amar sin aspirar a la permanencia y la constancia.  Quien ama sin soñar con la eternidad, no está amando, sólo se ha dejado engañar por una ilusión pasional.
 Amar es elegir consciente y con persistencia dejar que tu preocupación por tí mismo pase a un lugar secundario.  El que ama respira en función de  aquel que ama.

Amar no es tarea que suelen emprender las personas que luchan con la fobia al compromiso.  Al contrario, el amor se sustenta y crece al alero de la responsabilidad. Amor sin compromiso es sólo charada de hospicio.

Amar es un fruto maduro de la acción milagrosa de un Dios que nos va mostrando a cada momento que hay diferentes formas de enfrentar la realidad.

Amar es un regalo que se entrega sin esperar nada a cambio.  El ejemplo máximo se tiene en aquel que extendió sus brazos para rodear al mundo y dejó que su sangre fluyera sin siquiera esperar que alguien diera las gracias.

Amar no se exige.  Es una ofrenda a la vida.  Se otorga y entrega como una dádiva nacida en la alegría de ver al amado recibir la gracia del amor como agua que fluye al desierto.

Amar es la mejor forma de vivir.  Todo lo que no sea motivado por el amor carece de raíz, fuerza y lozanía.
Amar es el mejor invento de Dios.  La preclara luz que nos indica el camino por el cual no se puede errar.  La forma más segura de existir sin tener que cargar con la nostalgia del sin sentido o la amargura.

Amar es el camino de los dioses.  El sendero que han caminado las personas que entendieron que la vida sólo se vive con amor o simplemente, no se vive.  Es el amor el que da luz a las vidas oscurecidas, y es la capacidad de amar cada día que permite el milagro de la pareja humana.

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Exclamación de amor



"Entonces éste exclamó: Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. 
Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada” (Génesis 2:23 BJ76)

Este versículo ha dado más de un dolor de cabeza a los traductores. Muchos han traducido: “será llamada varona” porque “del varón ha sido tomada”. Una forma extraña de decir lo que el original expresa de manera apropiada: Ella es ser humano de la misma naturaleza del varón.

En realidad, el primer varón descubrió como una sorpresa agradable que la criatura ante la cual estaba era de su misma condición.  Estaba formada y creada a su semejanza.  Era similar no sólo en composición física, sino además era alguien con quien compartir.

La exclamación de Adán es la expresión jubilosa de quien entiende que la vida no vale la pena de ser vivida si no es en compañía.  Es la constatación alegre de entender que al fin hemos hallado a nuestro par.

Lo que muy pocos entienden es que dicha expresión de alegría debe renovarse día a día. Todos los seres humanos cambiamos, no sólo físicamente, lo que es evidente.  Sino que además se van produciendo pequeños cambios en la forma de enfrentar la realidad.  Maneras sutiles de mirar nuestro entorno con otros ojos, de allí la importancia no sólo de estar conscientes de quién es el ser humano con el que compartimos los días, sino que debemos estar atentos a dichos cambios, para amarlos, entenderlos y poder encontrar nuevas formas de expresar el amor que hemos declarado ante los demás y a nosotros mismos.

La vida de las parejas sería mucho más agradable si conscientemente exclamáramos con alegría por contar con la presencia de otro ser humano que ha prometido amarnos incondicionalmente.  El amor no debe darse por algo obvio.  Hay que cultivarlo.

El agradecimiento, la expresión de afecto y el amor exclamado de mil y unas formas es la manera de mantener la llama del amor ardiendo.

¿Haz dicho alguna palabra de alegría a tu esposo o esposa hoy día? Si no lo haz hecho, párate, anda y abraza.  Un beso y una sonrisa hablan tanto como mil palabras.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Lazos de amor
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