Grito de agonía


“La muerte me enredó en sus lazos; sentí miedo ante el torrente destructor.La muerte me atrapó en sus lazos; ¡caído estaba en trampas mortales! En mi angustia llamé al Señor, pedí ayuda a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mis gritos llegaron a sus oídos!” (Salmo 18:4-6).

Imagino la angustia de David mientras escribe estas palabras y siento empatía sabiendo que más de alguna vez hemos tenido esa misma sensación de abandono, angustia, soledad, y sentimiento de muerte que embarga, cuando nos sabemos a merced de perseguidores.

Quienes esgrimen discursos espiritualizantes y desconectados de la realidad, sé que sin duda estarían prontos a condenar a David por sus palabras y su, aparente, “falta de fe”. Pero, qué extraordinario es Dios que preservó estos poemas que nos muestran por un lado, la fragilidad del ser humano, y por otro, la grandeza de un Dios que está siempre presto a escuchar.

Es una mentira muy bien urdida enseñar que Dios se aparta del ser humano. Es un engaño, sutil y efectivo, transmitir la idea de que Dios no escucha a algunas personas. Ambas ideas, aparte de ser absurdas, porque desconocen atributos básicos de la divinidad, presentan una distorsión de la imagen de Dios, tal como se revela en Jesucristo, el exégeta de Dios, el que viene a mostrar al Padre (Juan 1:18).

Dios no se ofende con nuestra angustia. Dios no nos rechaza cuando nos falta confianza. Dios no nos desprecia si en algún momento, por la fragilidad humana, nos dejamos llevar por emociones negativas y dejamos que la melancolía y el desánimo nos inunden. Dios, que es amor, que es Padre, que es nuestro refugio y protector, nunca, por ninguna razón nos abandona.

Si estamos enojados, aún con Dios, el Señor en su misericordia no nos desprecia. Si incluso llegamos a blasfemar el nombre de Dios porque el dolor resulta insoportable, Dios no nos abandona. Por eso que David se atreve a verter su dolor delante de Dios, no teme mostrar su fragilidad, y parecer vulnerable ante Dios porque sabe que sus gritos de tristeza y desánimo serán escuchados y Dios nos abrazará con ternura como una madre que le dice a su hijo: Llora hijo, te hace bien.

¿Sabes que puedes ir a Dios, tal como eres, sin miedo?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida

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Refugio


“Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite” (Salmo 18:2). 

La poesía, desde siempre, ha tenido la particularidad de expresar emociones y sentimientos, que con la mera retórica y prosa, no se puede hacer. El poeta es capaz de otorgarnos vislumbres que al igual que la música, difícilmente se podrían transmitir de otra forma, no es extraño que este salmo haya sido escrito por un músico y poeta.

Me gusta mucho la idea de que Dios sea un refugio, y no un tirano maltratador de pecadores, como muchas veces, de manera impropia se lo presenta. Si hiciera caso del discurso excluyente, discriminador y descalificador de muchos profesos cristianos, hace mucho tiempo que habría dejado de creer en Dios, pero como dijera Pablo: “Yo sé a quién he creído” (2 Timoteo 1:12).

Sé que Dios es roca que protege y no azote que destruye. Sé que Dios es nuestro escudo y no el palo que nos maltrata. Sé que Dios procura salvarnos, y nunca busca destruirnos. Sé que es mi “más alto escondite” donde me siento protegido y nunca, por ninguna razón, me deja desprotegido para ser violentado.

Si nos detuviéramos más a menudo a pensar en la bondad y misericordia de Dios, y dejáramos ese discurso acusador que muchos esgrimen como si fuera divino, muchas personas desanimadas, tristes, enojadas por la vida, maltratadas, solitarias, y temerosas, encontrarían refugio bajo la roca.

Es extraordinario que en una época donde primaba la ley del Talión y el ojo por ojo, con una visión de Dios vengadora, destructiva y malvada, David haya percibido la belleza del carácter divino que hace esfuerzos indesibles para que sus hijos perciban su amor inconmensurable.

La próxima vez que te vengan a contar que Dios anda buscando pecadores para quemar, maltratar y herir, diles que tu conoces a tu Dios, y ese que presentan, es simplemente, un engaño. Dios es amor, y en su providencia, es también nuestra roca.

¿A qué Dios das honra?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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Ni siquiera uno


“Desde el cielo mira el Señor a los hombres para ver si hay alguien con entendimiento, alguien que busque a Dios. Pero todos se han ido por mal camino; todos por igual se han pervertido. ¡Ya no hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!” (Salmo 14:2-3).


Los versículos que encabezan esta reflexión muestran una realidad cruenta que muchos se niega a ver: El ser humano, está herido de raíz por el pecado, que no puede abandonar, porque en muchos sentidos es parte de su naturaleza. El apóstol Pablo toma las mismas palabras y le da una connotación distinta: “¡No hay ni un solo justo!” (Romanos 3:10).

Si lo miramos de manera fría y analítica, ningún ser humano es culpable de haber recibido una herencia pecaminosa. Si fuéramos culpabilizados por eso, simplemente, Dios sería injusto por ponernos una carga que no hemos elegido. Nadie, en su sano juicio, eligiría un mundo pecaminoso.

El texto señala otra cosa, la gente se pervierte, es decir, deja que su pecado latente se haga evidente, cuando se aleja de Dios. Cuando se deja de buscar a Dios, entonces, no tiene mucha esperanza y termina convirtiéndose en algo muy distinto a lo que Dios ha planeado.

Como es injusto que seamos culpabilizados por algo que no elegimos, Dios creó el plan de salvación de manera objetiva. Cristo muere por nosotros, para darnos la oportunidad de ser libres. El lo que magistralmente señala el apóstol Pablo cuando dice que en Cristo hemos sido libertados (Romanos 6: 18).

El problema no es la elección de Dios, que ya la ha hecho: Decidió morir por nosotros. El quid del asunto es entender que somos nosotros los que elegimos a Dios o no. Si hacemos lo primero, entonces, tenemos como fruto la santificación (Romanos 6:22). Es decir, comienza un proceso de transformación milagrosa de nuestra condición pecaminosa. Algo que no surge de nuestra voluntad, sino del milagro que Dios comienza a obrar en el ser humano. Con Dios todo es posible, sin Dios, continuamos siendo los mismos: Esclavizados al pecado que hemos heredado.

¿Estás eligiendo a Dios concientemente? ¿Sabes lo que implica?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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El legado del necio



“Los necios piensan que no hay Dios: todos se han pervertido; han hecho cosas horribles; ¡no hay nadie que haga lo bueno!” (Salmo 14:1).

Un necio es una persona que siendo inteligente se comporta como si no lo fuera. Es aquel individuo que se niega a aceptar las evidencias, y simplemente, sigue adelante, pese a que tiene todo para creer.

Sin embargo, hay un componente más en todo esto. Sin la existencia de Dios, entonces, la ética y la bondad no se justifican en sí mismo. Tal como diría alguna vez Fedor Dostoievski (1821-1881) en su novela Los hermanos Karamazov: “Si Dios no existe, todo está permitido”.

Jean Paul Sartre (1905-1980), el filósofo existencialista francés, tomando esta idea señaló: “Si Dios no existe,¿es entonces difícil y hasta imposible fundar –o fundamentar, como hoy se dice– cualquier tipo de ética?”.

El escritor francés Albert Camus (1913-1960), en su libro El hombre rebelde señaló que: “Aunque Dios no exista, no todo está permitido; por lo tanto, es posible y hasta necesario que haya una ética sin Dios. Es más: puesto que Dios no existe, la justicia es cosa nuestra”.

¿Es posible una ética sin Dios? Si, muchos lo han formulado desde el punto de vista ético. La mayoría de los filósofos han sido personas no creyentes, sin embargo, en algún momento sus planteos éticos desbordan y se convierten en meras ilusiones teóricas.

Es lo que sostiene Max Horkheimer (1895-1973), filósofo y sociólogo alemán: “Todo intento que trata de fundamentar la moral en la inteligencia humana y no en el más allá, construye sobre ilusiones armonizadoras. En último término, cuanto está relacionado con la moral tiene que ver con la teología”. Conste que Horkheimer no era creyente, pero entendió el absurdo de vivir sin una noción de Dios.

Es lo que finalmente plantea el texto de hoy, cuando el necio niega a Dios lo que le queda es un camino de perversidad, donde lo horrible reemplaza a lo bueno. Dios es el sustentador del bien, sin él, no tenemos nada.

¿Por qué los necios niegan a Dios? ¿Qué persiguen?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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El privilegio de la honra y la confianza



“Pero el Señor cuida siempre de quienes le honran y confían en su amor, para salvarlos de la muerte y darles vida en épocas de hambre” (Salmo 33:18-19).

Este versículo es una promesa preciosa, toda la reflexión podría parar aquí, simplemente leyendo esas palabras, a riesgo de quitar el encanto, quisiera agregar algunos elementos de reflexión que nos hagan profundizar aún más en sus preciosas gemas.

El texto nos señala que quienes confían en Dios reciben como privilegio el ser salvados de la muerte y darles vida en las épocas de hambre. Si lo leemos así, es una gran promesa. ¿Cómo explicar entonces los miles de cristianos han muerto en situaciones traumáticas? ¿Cómo entender que algunos cristianos padecen hambre?

En ocasiones, los textos de la Biblia, desconectados del carácter de Dios nos pueden hacer pensar que Dios, siempre, debe estar manejando todo y cada situación.

Para empezar, Dios no creó el mal, ni es autor del sufrimiento, no quiere, por ninguna razón que sus hijos sufran o pasen momentos difíciles. Sin embargo, Dios no puede controlar el libre albedrío y no interfiere en las decisiones que como humanos tomamos. La libertad humana nunca es controlada por Dios, si lo hiciera, dejaría de ser justo y se convertiría en un monstruo divino.

Si Dios no controla la muerte, entonces, ¿qué podemos esperar? Simplemente, que Dios nunca nos dejará atrapados en una vida sin sentido. La mirada de Dios está en la eternidad, y ya hizo lo que tenía que hacer a favor de la raza humana. Su mayor testimonio de compromiso con el ser humano está en la cruz.

Si alguna vez te preguntas, ¿dónde está Dios mientras sufro? Pues, entiende que está allí, junto a ti, con tanto dolor que no logras imaginar la inmensidad de su compromiso contigo. Nos mueve la promesa que cuando Cristo venga, todo los que nos ha ocurrido en esta existencia absurda será olvidado porque “secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo que antes existía ha dejado de existir” (Apocalipsis 21:4).

¿Confías en ese Dios que nunca nos abandona?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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La voz de Dios



“El cielo y cuanto hay en él lo hizo el Señor por su palabra y por el soplo de su boca” (Salmo 33:6).

El creador que presenta la Biblia no tiene nada que ver con el concepto que presentan los no creyentes, de un “demiurgo”, es decir, un ordenador de materia pre-existente, como viene del pensamiento griego, o un dios ausente, que crea y que se aparta de su creación, como sostiene el deísmo, o como el forjador de la primera chispa de vida que inicia el proceso evolutivo como sostiene Teilhard de Chardin.

Dios crea, simplemente, con el poder de su voz.

Por esa razón los hebreos solían referirse a la “palabra” o la “voz” de Dios, como alusión a la creación. Es lo que menciona Juan al decir en “en el principio era la voz” (Juan 1:1).

Los hebreos no concebían a la divinidad en términos corporales, eso habría sido una blasfemia para referirse a un Dios omnipresente, su mejor representación era pensar en Dios en términos de voz.

Dios como creador no admite parangón. Podemos no entender todos los elementos que están en juego en la creación, pero eso no significa que el azar haya formado, de manera fortuita, todo lo que conocemos. Se necesita más fe para creer ese absurdo que para admitir la idea de un creador.

Sin embargo, lo más importante para Dios no es crear el universo, sino crear para ti y para un mundo de sentido. No basta que la creación toda alabe a Dios, la divinidad desea morar en nuestra vida, ocupar un lugar importante dentro de nuestro que hacer diario. Ese es el lugar más importante para Dios, tu vida y la mía.

A veces en todas las discusiones sobre creacionismo, nos olvidamos del carácter personal de Dios, de su preocupación diaria y constante, por el individuo de a pie, por ti y por mí, porque somos tan importantes que aún nuestros cabellos los tiene contados, una metáfora para decirnos que no hay nada de nuestra vida que pase desapercibido para Dios, él siempre busca estar en nuestra vida.

¿Comprendes que Dios quiere habitar en ti personalmente?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Lo justo y lo bueno


“El Señor ama lo justo y lo recto; ¡su amor llena toda la tierra!” (Salmo 33:5).

Lo extraordinario de Dios es que no impone lo que ama. Los horrores más grandes del cristianismo han venido de la mano de quienes, en algún momento de la historia, creyeron que lo justo y lo bueno había que imponerlo a la fuerza, y con eso consiguieron no sólo traer sangre, sufrimiento y dolor, sino oprobio sobre el mismo Dios, que fue visto por las víctimas del totalitarismo y la dictadura religiosa, como un dios tirano y sin amor.

La verdad bíblica es que Dios ama lo bueno y lo justo, pero nunca, por ninguna razón obliga a las personas a seguir lo que él, como Dios, considera que debe ser el buen actuar.

Cuando los seres humanos obligamos a alguien a actuar de acuerdo a nuestros parámetros de justicia y rectitud, estamos haciendo algo que ni Dios hace.

La libertad humana implica la posibilidad de hacer lo contrario de lo que Dios ama, y sin embargo, Dios no deja de amarnos, porque Dios no ama de manera condicional. Dios ama, y punto, de manera incondicional, a justos e injustos, como dice Jesús (Mateo 5: 44-48).

Todo lo que Dios hace lo hace por amor, incluso, el permitir al ser humano que elija libremente y exponerse así, al rechazo de su criatura que decide contrariar a su Creador.

Suele repetirse en algunos círculos cristianos, Dios es un Dios de misericordia y amor, pero también de justicia. ¡Claro! ¡Sin duda! Pero Dios no es justiciero, es justo, que son dos cosas muy distintas. Como justiciero algunos esperan que elimine a sus detractores y es lo que esperan con anhelo para el final del tiempo. Siendo justo, le da la opción a cada ser humano para que decida en conciencia. La perdición eterna no la elige Dios, es la opción que cada individuo toma, sin imposición ni ninguna forma de presión. Si alguien cree que lo único que quiere es esta vida, y no la eternidad, es lo que recibe, ni más ni menos que lo que decide.

¿Respetas las decisiones ajenas, aún cuando crees que van en contra de la voluntad de Dios?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Alabar con todo


“Dad gracias al Señor al son del arpa, cantadle himnos con música de salterio, cantadle un nuevo canto, ¡tocad con arte al aclamarle!” (Salmo 33:2-3).

Me gusta tocar la guitarra, no sólo me relaja, sino que además, permite que me exprese de una mejor manera. Lo mismo me sucede con el piano, cuando logro interpretar algo que me llene, siento que mi mente es capaz de decir algo que de otro modo no puedo. Sin embargo, son los instrumentos que a mí me agrada tocar, porque son la mejor forma en la que me expreso, pretender que todo el mundo use el mismo instrumento musical, simplemente, porque son mis gustos personales, no es ni justo ni lógico.

A través de todo el cristianismo, ha habido personas que se han arrogado a sí mismas la tarea de ser policías de la conciencia ajena. Han buscado por todos los medios posibles, en convertirse en los censores de los gustos y deseos de los demás.

Cada vez que nos convertimos en los jueces de la adoración ajena, lo único que logramos es desanimar y provocar un fenómeno de exclusión y discriminación, en un contexto, donde la realidad debería ser otra.

El autor del salmo, sabe bien lo que es la alabanza a Dios. Lo único que busca es expresarse con lo que en su tiempo se conoce. Usa el arpa, que no sólo se utilizaba para adorar a Dios, también la usaban los paganos para sus fiestas y bacanales, y también, algunos pueblos para adorar a sus dioses. Sin embargo, él le da un uso totalmente diferente, utiliza un instrumento que tenía un contexto, en otro, en la alabanza a Dios. Olvidarse de ese principio, es fatal. No es el instrumento que usamos, sino el propósito por el que lo usamos.

Alguna vez vi a un grupo africano que alababa a Dios con piedras, palos y troncos. Habían logrado sacarle diferentes sonidos a las piedras, seguían el ritmo con los palos que tocaban rítmicamente en el suelo y usaban los troncos ahuecados, para obtener unos sonidos únicos. En el conjunto, sonaban hermosos. Usaban, al igual que David, lo que tenían a mano para alabar al Creador. Ese debería ser nuestro parámetro y no el ser policía de la conciencia ajena.

¿Alabas a Dios con todo o te reprimes?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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El viaje de los peregrinos


“Señor, no es orgulloso mi corazón ni son altaneros mis ojos, ni voy tras cosas grandes y extraordinarias que están fuera de mi alcance” (Salmo 131:1)
El Salmo 131 es conocido como el salmo de los peregrinos, pues era repetido por aquellos que hacían peregrinación a Jerusalén para las fiestas.

El salmo se centra en la actitud que asume un recién nacido, totalmente dependiente y confiado. Se muestra como alguien que no tiene orgullo ni observa con altanería, sino al contrario, actúa con humildad.

El versículo 2 dice: “Al contrario, estoy callado y tranquilo, como un niño recién amamantado que está en brazos de su madre. ¡Soy como un niño recién amamantado!”. Esa imagen es poderosa, cuando se observa a un niño se lo ve totalmente tranquilo en manos de su madre, especialmente cuando es amamantado. Nada hay que perturbe su paz en brazos de su madre.

La misma actitud espera Dios de sus hijos, tal vez por eso este salmo de sólo 3 versículos era repetido por los peregrinos que caminaban en dirección a Jerusalén, no iban con orgullo ni vanidad, sino con la tranquilidad de un niño que es amamantado en los brazos de su madre.

Acercarse a Dios implica bajar los brazos y aceptar el abrazo divino. El orgullo, la vanidad, la altanería y toda actitud de soberbia lo único que logra es poner una barrera entre nosotros y Dios.

No es Dios el que se aleja o construye muros a su alrededor, sino los seres humanos con su actitud dada al orgullo. Dios espera darnos las seguridad que otorga una madre con su hijo en brazos. Sin embargo, para lograr darnos y transmitirnos ese sentimiento de seguridad, nosotros somos los que tenemos que bajar la guardia y permitirle a Dios que sea Dios en nuestra vida.

El amor de Dios es inconmensurable, pero no tiene ningún efecto en nosotros a menos que le permitamos actuar en nosotros. El salmo termina diciendo: “Israel, espera en el Señor ahora y siempre”, en otras palabras, aprende a confiar.

¿Confías en Dios como un niño en brazos de su madre?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Siempre en su presencia



“Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares. No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor, ya la sabes toda. Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano “ (Salmo 139: 1-5).

El discurso favorito de los predicadores manipuladores del medievo y gran parte de la época moderna era pintar a un Dios que está constantemente vigilante de las acciones de sus hijos, pero no para protegerlos, sino para castigarlos por sus errores. Era habitual que los oradores religiosos se especializaran en asustar a la gente, para de esa forma, ayudarles, según ellos, a temer a Dios.

No obstante, no importa qué efecto provocaron dichas palabras, simplemente son un error. Dios está pendiente del ser humano no para asustarlo, maltratarlo o castigarlo. Es un Dios de amor, su preocupación va por el lado de la redención y la búsqueda de restauración del ser humano.

Si se vive bajo el constante manto del temor de la presencia de Dios, se termina siendo un paranoide religioso que teme hasta su sombra, si en cambio, se logra entender que Dios está constantemente buscando la forma de atraer a los seres humanos hacia sí, entonces, el asunto toma otro color. Dios no impide las acciones humanas, sólo intenta influenciarlo con el fin de que acceda a la influencia divina.

La descripción que hace el profeta Oseas describe el verdadero carácter de Dios: “Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor. Le quité de la cerviz el yugo, y con ternura me acerqué para alimentarlo” (Oseas 11:4).

El enemigo de Dios procura por todos los medios posibles mostrar a un Dios implacable, ausente, castigador, malvado y cruel con sus criaturas. La Biblia, por el contrario, nos muestra a un Dios amoroso, que con tierno cuidado, como una madre con su hijo, procura atraerlo con cariño a sus redes de amor incomensurable, entender otra cosa, es simplemente distorsionar el carácter de Dios.

¿Cuántas de las ideas que tienes de Dios son las correctas?

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Un Dios que siempre escucha



“Cuando te llamé, me respondiste; me infundiste ánimo y renovaste mis fuerzas” (Salmo 138:3)

Hay tantas ideas religiosas erróneas que a veces no sé por dónde empezar para confrontar tantos mitos que son parte del folklore religioso. Una de esas ideas supone que Dios es selectivo para escuchar a quienes claman a él. Se tiende a condicionar el “escucha” de Dios, como si Dios en su omnipotencia no tuviera la facultad de escuchar a todos los seres humanos en el momento en que quiera. Es, en cierto modo, una idea infantil creer que Dios es selectivo en su escucha. La verdad es que Dios siempre escucha, especialmente a aquel que acude a él con una mente dispuesta a escuchar su voz.

Por muchos siglos, por manipulación ideológica y a veces con fines no santos, se ha vendido la idea de que Dios escucha sólo a algunos y no a otros. Esa idea no resiste análisis bíblico. Dios es omnisapiente y omnipresente, nada se le escapa, menos una oración sincera de una persona que se acerca a la divinidad con una actitud contrita.

Por eso las palabras del salmista suenan tan preclaras, porque no tiene la contaminación ideológica que por siglos hemos sufrido los cristianos. El dice: “Quiero inclinarme hacia tu santo templo y alabar tu nombre por tu gran amor y fidelidad. Porque has exaltado tu nombre y tu palabra por sobre todas las cosas” (v. 2). Se usa la palabra “fidelidad”, una expresión que tiene una riqueza de matices enormes en hebreo y que implica principalmente la confianza en que Dios no cambia, que permanece fiel a sí mismo y es posible confiar en él precisamente por su inmutabilidad.

El problema es que algunos olvidan que Dios está siempre atento a escuchar a quien de verdad quiere seguir los lineamientos de Dios. Por eso el salmista recalca: “El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos” (v. 6), y esa es la clave. “El mirar de lejos”... implica que Dios no puede acercarse a los orgullosos, porque ellos con su actitud se lo impiden.

Es en la humildad y en la mente dispuesta, donde se manifiesta la voluntad divina. Un orgulloso no está dispuesto a ceder un poco del control de su vida a la divinidad, y Dios respeta eso.

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La base de su trono



“La rectitud y la justicia son la base de su trono” (Salmo 97:2).

Cuando era niño tenía una imagen de Dios lejana. Lo veía como un ser implacable que al primer error de uno estaba dispuesto a aplastarlo con su vara de terror. De hecho, mi madre, solía decirnos cuando algo nos pasaba: “Dios castiga, pero no a palos”. Esa idea de un Dios castigador y perseguidor, está latente y presente en las mentes de muchas personas. Sin embargo, es un mito, no es lo que la Escritura presenta.

La base del gobierno de Dios no es el terror, ni la manipulación, ni la disuación. Dios actúa en base a la rectitud y la justicia. Dos expresiones que describen a Dios de una manera maravillosa y que nunca deberíamos olvidar, especialmente, en un contexto donde la divinidad está cubierta, como dice la frase anterior, de “oscuros nubarrones”.

En la cruz Dios demostró su infinito amor, su rectitud y justicia, su bondad y su ternura, están representados en Jesús muriendo por nosotros. Nunca deberíamos olvidarnos de esa verdad extraordinaria.

Cuando en alguna ocasión, en medio del dolor, y de la aflicción, nos preguntemos: “¿Dónde está Dios?”. Mira a la cruz y observa su amor, y di a tu mente: “Allí está, muriendo por mi, haciendo un sacrificio incomprensible, para que alguna vez goce del privilegio de la salvación plena”.

El enemigo de Dios se ha propuesto desfigurar a Dios. Mostrarlo de una manera tergiversada, de tal modo que el miedo y el terror, hagan que finalmente los humanos se alejen de su bondad y de su amor.

Una vez alguien me dijo: “¿Cómo puedo creer en un Dios tan malvado que mata gente y que aterroriza niños?”. No sé en que dios crees, le contesté, porque la idea que manifiestas no tiene nada que ver con el Dios que conozco.

La pregunta es si conocemos a ese Dios de amor, de bondad y ternura que nos presenta la Biblia, o nos hemos quedado con las imágenes de terror que presentan algunos autores bíblicos influenciados por una cultura del “ojo por ojo”.

¿Has aprendido a refugiarte en el amor de Dios?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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La promesa de Dios



“No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía. Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará” (Salmo 91:5-7).

Hay versículos en la Biblia que son desconcertantes, este es uno de ellos. Una promesa de que a sus hijos nunca les pasaría nada, que aunque la peste y la plaga venga, no le afectaría. ¿Cómo entender entonces el que tantos cristianos a través de la historia se ven afectados por situaciones graves, desastres y enfermedades?

Lamentablemente, estos versículos, leídos fuera de contexto, pueden hacer que muchos pierdan su confianza en Dios. El texto siempre debe ser leído en su contexto global.

La promesa no es un cheque en blanco donde Dios promete que no nos va a pasar nada. Eso sería intervencionismo que dejaría a un lado nuestra libertad como seres humanos. Dios promete que nunca nos abandonará no importa cuál sea la circunstancia que nos toque vivir.

Es lo que está explícito en el verso 15: “Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores”. En aquellos instantes, cuando asole la plaga y la peste, Dios ofrece que no nos abandonará, que estará con nosotros.

En algunos momentos Dios, milagrosamente, intervendrá. Lo hará en el momento en que sea justo, y eso es cuando la libertad humana sea respetada plenamente. Tendemos a pensar que Dios se entromete aún en contra del libre albedrío humano, y no es así. Dios actúa cuando se produce un equilibrio perfecto entre su amor que interviene por sus hijos y la libertad nuestra. Concepto que nos cuesta entender, en nuestra visión limitada de la divinidad, y porque tendemos a creer que él obra de manera similar a como lo hacemos nosotros.

Por esa razón, el salmista termina diciendo que entiende que Dios siempre está presente, aún cuando las dificultades de la vida de pronto nos hagan perder de vista su presencia. Dios es un Dios presente, y eso es lo que nos debe importar y lo será así hasta el día en que venga a poner fin definitivo a cualquier dolor.

¿Confías en el inmenso amor de Dios que nos acompaña?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Protegido bajo sus alas



“Te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio” (Salmo 91:4)

En la imaginación popular la mayor parte de las veces Dios es concebido como un “padre” o un ser masculino. Sin embargo, la Biblia también está llena de imágenes femeninas para referirse a Dios, por una razón muy simple, lo masculino no alcanza para describir lo que Dios es.

En Isaías 42:14, se describe a Dios como teniendo dolores de parto, resollando y jadeando por su pueblo. Una imagen que pocas veces la atribuimos a Dios.

En Deuteronomio 32:11 Dios es descrito como “un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas”. Una metáfora poderosa para mostrarnos un aspecto de la divinidad, su profunda devoción por sus hijos.

En Isaías 49:15 Dios promete ser una madre que nunca se olvidará de sus hijos.

En Lucas 15:8-10 Dios es descrito como una mujer que pierde una moneda dentro de su casa y hace todo lo posible para encontrarla.

Evidentemente son metáforas, porque el lenguaje humano es limitado para describir a plenitud la naturaleza de Dios, sin embargo, estas imágenes nos sirven para captar un aspecto de su carácter que lo masculino no representa de manera plena: Su ternura, su amor, su benevolencia, su preocupación por sus hijos, su fidelidad.

Cuando se observa a una gallina que es seguida por sus polluelos, y se ve cómo sus hijos la siguen a todos lados, confiados que si está su madre nada les va a pasar. Luego ante el peligro, se esconden bajo las alas de la madre, sintiendo que bajo sus plumas nada les puede pasar.

Esa sensación es la que quiere transmitir el salmista, y eso es lo que nunca deberíamos olvidar. Dios no está ocupado en hacernos sentir como si fuéramos criaturas desprovistas de su amor, al contrario, muestra una y otra vez que él está en todo momento buscando transmitirnos una sensación de seguridad. Él es nuestro refugio, nuestra fortaleza que nos cuida con su ternura.

¿Entiendes el inmenso amor de Dios o estás lleno de miedo?

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Herido por mis amigos


“No me ha ofendido un enemigo, cosa que yo podría soportar; ni se ha alzado contra mí el que me odia, de quien yo podría esconderme. ¡Has sido tú, mi propio camarada, mi más íntimo amigo, con quien me reunía en el templo de Dios para conversar amigablemente, con quien caminaba entre la multitud!” (Salmo 55:12-14).
Tal vez no haya dolor más amargo que el ser traicionado por alguien que suponíamos cercano. Duele más la estocada de quien dice amarnos que de un extraño. De alguien que no conocemos, podemos superarlo de manera rápida, pero de una persona íntima, que nos ha abrazado y que ha estado a nuestro lado, es una herida más profunda.

Eso es lo que más impresiona de este salmo. David, con una tristeza infinita, expresa el dolor de sentirse traicionado por personas que decían amarlo. Ese sentimiento corroe las entrañas, horada la esperanza y hace temer que en el futuro será muy difícil confiar.

¿Cómo confiar de nuevo si la persona más cercana ha sido la que te ha traicionado?

Ese mismo sentimiento albergan quienes ven a maridos o esposas, que de pronto, de un día para otro se convierten en extraños, en personas que no conocemos, porque con su violencia, indiferencia o desprecio saben herirnos donde más nos duele.

Si el salmo terminara allí entonces sería desalentador, sin embargo, más adelante exclama: “Me quejaré y lloraré mañana, tarde y noche, y él escuchará mi voz” (v. 17). Esa es la parte más hermosa de la religión, la convicción de que aunque nos fallen los amigos, los cónyuges, o personas en quienes confíabamos, Dios nunca, por ninguna razón nos traicionará.

El salmo termina con un gesto de confianza: “Deja tus preocupaciones al Señor y él te mantendrá firme” (v. 22). Así ha sido siempre y seguirá siendo, Dios no nos abandona ni nos falla.

¿Conoces a ese Dios que nunca nos abandona?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida

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Paz en la tormenta


“Ten compasión de mí, oh Dios; ten compasión de mí, que en ti confío. A la sombra de tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro” (Salmo 57:1).

A nadie le gusta ser perseguido. Trato de imaginarme la actitud mental de David, escondido allí en la cueva, mientras es asolado por el enfermo y megalómano Saúl. Si se desanimara sentiríamos simpatía por David, al leer el Salmo 57, lo que hace es transmitirnos su esperanza y confianza en Dios.

Es en medio de la tormenta donde se observa la calidad de nuestra fe, no en un día soleado ni en medio de la quietud. Sino cuando nos invaden y nos persiguen, cuando hay personas que se arrogan el derecho a maltratarnos y nos tratan como si fuéramos estropajo.

En el versículo 2 el salmista dice: “Clamo al Dios Altísimo, al Dios que me brinda su apoyo”. No tiene nada que probarle al Creador, sólo creer en él. El engaño del enemigo es hacernos creer que para que la divinidad nos acepte y nos reciba tenemos que probarle que somos buenos y merecedores de su gracia. Gracias a Dios que no hay que probar nada y sólo acercarnos con total confianza en él.

Eso no significa desconocer la realidad. David señala de una forma explícita: “Me encuentro en medio de leones, rodeado de gente rapaz. Sus dientes son lanzas y flechas; su lengua, una espada afilada. Pero tú, oh Dios, estás sobre los cielos, ¡tu gloria cubre toda la tierra!” (v. 4-5). Todos, no sólo David, nos encontramos rodeados de felinos dispuestos a mordernos y de gente sin escrúpulos, que aún por causas religiosas, no dudarían en hacernos daño. Imitar la confianza de David es lo que necesitamos, vivir bajo esa convicción de que aunque nos persigan y nos maltraten, nada hay que se le escape a Dios.

Por eso la última parte es una alabanza fruto de la convicción de quién es Dios. “Firme está, oh Dios, mi corazón; firme está mi corazón. Voy a cantarte salmos. ¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y lira! ¡Haré despertar al nuevo día! Te alabaré, Señor, entre los pueblos, te cantaré salmos entre las naciones. Pues tu amor es tan grande que llega a los cielos; ¡tu verdad llega hasta el firmamento! ¡Tú, oh Dios, estás sobre los cielos; tu gloria cubre toda la tierra!” (v. 7-11). Que esa sea nuestra expresión diaria de fe y confianza.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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Nuestro amparo



“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1).

Me encanta la palabra “amparo” porque sugiere refugio y un lugar donde una persona puede sentirse seguro. Para reafirmar más la idea el salmista usa la expresión “fortaleza”. ¿Se imagina cómo se sentiría alguien que vivía en una fortaleza, especialmente, cuando venían personas de otros pueblos a invadir?

En la mentalidad antigua vivir dentro de una ciudad fortificada era el mejor lugar donde estar en medio de una guerra o de una conflagración. Las invasiones eran muy comunes y había tan poco respeto por la vida que esos lugares eran considerados una bendición por la seguridad que ofrecían.

El salmista lo usa como una metáfora para expresar lo que es Dios. Es “nuestro amparo y fortaleza” en medio de las tribulaciones. Eso hecha por tierra la enorme cantidad de mitos que se dicen de Dios. La divinidad no procura castigarnos y no anda buscando nuestros errores para dejarnos caer toda su ira, como algunos vendedores de terrores venden sobre Dios.

En la cruz Dios demostró que su ocupación más importante es asegurarnos en todo momento que no estamos solos, que podemos acudir a él en cualquier momento y que recibiremos su benevolencia y gracia. Al único ser humano que Dios no puede ayudar es al que no se deja ayudar. Al único que no sostiene es a aquel que no permite su sostén.

Es cierto que hay muchas cosas que no somos capaces de explicar, que hay tantos dolores y sufrimientos a nuestro alrededor y también en muchos momentos de nuestras vidas, pero, Dios no es quien lo ocasiona ni quien lo provoca. Dios no nos abandona, por mucho que en medio del dolor por las lágrimas no logremos ver su mano poderosa sosteniéndonos.

Dios está aquí, para apoyarme, para abrazarme, para sostenerme, para darme la alegría de su presencia, aun cuando el dolor nos haga blasfemar, él no se aleja de nosotros.

¿Estás dejando que Dios sostenga tu vida?

Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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Vuelco de paz


“Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú habitas llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa. ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! (Salmo 43:3-5).

La segunda parte del Salmo 43 no parece haber sido escrita por David. Es tan diferente a la primera parte que pareciera que fuera de otro autor. La realidad es que es de él mismo, mostrando lo que puede hacer una mirada de fe a la realidad que le toca vivir.

En la primera parte se ha quejado, ha llorado como plañidera, incluso sus palabras hasta rayan en la blasfemia. 

En la segunda parte hay vida, ideales, esperanza, valentía, fuerza y sobre todo una mirada altamente positiva a la realidad.

¿Qué hace la diferencia? Algo muy simple y a la vez complejo: La perspectiva.

En la primera parte, la que analizamos ayer, el centro de inflexión del pensamiento es él como individuo. La mirada está puesta en su sufrimiento, en sus desvelos, en sus enemigos, en resumidas cuentas, está puesta en él. 

Sin embargo, en la segunda parte la mirada se concentra en pensar quién es Dios. Dios es el “Dios de la alegría y el deleite” por esa razón, y ante la contemplación de Dios no le queda más al salmista que decir: “Por qué inquietarme o angustiarme”. El autor del Salmo decide poner toda su confianza en Dios y eso hace toda la diferencia. Las circunstancias siguen siendo las mismas, los enemigos no han desaparecido... pero, ahora entiende que no está solo, es Dios mismo el que lo acompaña. 

Siempre es así, mientras pongamos la mirada en nosotros mismos, no habrá esperanza para nosotros. Sin embargo, si nos concentramos en Dios, la vida y la existencia adquiere otro significado totalmente diferente.
¿Dónde pones tu mirada? ¿Has hecho de Dios el foco central de tus pensamientos? ¿Entiendes que sin Dios todo lo que emprendamos será negativo y sin sentido?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Sentimientos genuinos


“¡Hazme justicia, oh Dios! Defiende mi causa frente a esta nación impía; líbrame de gente mentirosa y perversa. Tú eres mi Dios y mi fortaleza: ¿Por qué me has rechazado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo?” (Salmo 43:1-2). 

Dios no espera nada más y nada menos que tu honestidad plena y consciente. No necesitas acercarte a Dios como si él fuera un Dios lejano y ausente. Él no se enoja con tus enojos, ni desprecia tus inquietudes, aún cuando parezcan blasfemas. Dios está más allá de tus iras. Él ve el cuadro completo, el mismo que no alcanzamos a ver nosotros con nuestra visión limitada.

En este Salmo David le reclama a Dios: “¡Hazme justicia! ¡Defiende mi causa! ¡Líbrame de gente mentirosa y perversa!” ¿Quién no ha dicho eso alguna vez? ¿Quién no ha anhelado que Dios quite de en medio y destruya a gente que nos destruye?

Pero Dios es más que eso, para empezar, no es nuestro vengador personal, es Dios y también desea ser Dios de nuestros enemigos. En segundo lugar, Dios no manipula a nadie. Respeta la libertad humana al grado de no entrometerse en las decisiones que tomamos, sean malas o buenas. Aunque Dios entiende nuestros sentimientos, simplemente no hará lo que nosotros queremos porque ese es un camino equivocado, significaría pedirle a Dios que anulara la libertad de otros simplemente porque nosotros se lo pedimos.

Las palabras siguientes del salmista son una endecha de llorona. Pareciera que todo lo ve oscuro. Es el canto depresivo de alguien que no encuentra respuestas. Pero, por extraño que nos parezca, Dios no se complica con esos sentimientos. Los entiende. Sabe que hay momentos en la vida donde todo nos parecerá oscuro. Hasta el mismo Jesús estuvo en momentos donde la duda existencial pareció aniquilarlo. El punto no es ese, sino el ser honesto con nuestros sentimientos frente a Dios que siempre los apreciará como una respuesta genuina.

¿Por qué razón no debemos juzgar los sentimientos ajenos? ¿Por qué Dios no nos condena por expresar nuestras emociones, aún cuando parezcan blasfemas o depresivas? ¿Qué espera Dios finalmente en relación a nuestros sentimientos?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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No te irrites


“No te irrites a causa de los impíos ni envidies a los que cometen injusticias; porque pronto se marchitan, como la hierba; pronto se secan, como el verdor del pasto” (Salmo 37:1-2).
Este salmo parece haber sido escrito ayer. La corrupción y los efectos de malos gobiernos y comerciantes inescrupulosos está a la orden del día. Los ladrones y quienes cometen injusticias lo hacen a vista y paciencia de todo el mundo y en muchos casos amparados por gobiernos en las misma situación de corrupción.

La mayor multinacional farmacéutica del mundo, la empresa norteamericana Pfizer, negoció con el gobierno de Nigeria, de manera ilegal, para evitar un juicio por la muerte de 11 niños a los que proveyeron de un medicamento experimental para la meningitis denominado Troyan. La compañía pagó millones de dólares a las familias para así evitar ir a un juicio que podría costarle mucho más. Lo que no se dice abiertamente es que la compañía usó a los niños como conejillos de indias, en condiciones poco éticas, para experimentar con un medicamento que no estaba probado. Lo que no se supo es cómo llegaría el dinero a las familias de las víctimas, porque una buena parte de esa indemnización iría a parar a funcionarios del gobierno nigeriano.

Según informes de la OMS en todo el mundo se gastan cada año US$ 4,1 billones en servicios de salud, de esa cantidad US$ 750 000 millones se gastan en el mercado farmacéutico. Sin embargo, entre el 10% y el 25% del gasto público en concepto de compras (incluidos los productos farmacéuticos) se pierde a causa de la corrupción. Los países con la proporción más alta de corrupción tienen también tasas más elevadas de mortalidad de menores de 5 años. Si esto fuera poco, la falta de medicamentos y la colocación en el mercado de medicamentos falsificados o de mala calidad causa sufrimientos a los pacientes y tienen consecuencias directas de vida o muerte.

Por eso las palabras del salmista son premonitorias. Sin embargo, por mucho que pareciera que dichos corruptos se salen con la suya, de una forma u otra pasan y no quedará rastro de ellos.

¿Por qué el salmista es tan drástico en decir que los injustos pasarán? ¿Qué sabe el salmista que no deberíamos olvidar?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Una mentira repetida

“Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma no me entregaste al enemigo, sino que me pusiste en lugar espacioso” (Salmo 31:7-8)

Las mentiras tienen la particularidad que de tanto repetirse, muchos comienzan a creer que son verdad, pero, no importa cuántas veces sea repetido un engaño, eso no lo convierte en verdad. A fuerza de repetir, sólo quedará la certeza de que ha sido repetido una y otra vez, algunos creerán pero otros, que indaguen podrán establecer la veracidad de lo que se está diciendo.

No hay campo que más se preste para mentiras populares como la religión.

Una de las mentiras más comunes es que Dios se aleja de sus hijos, que Dios los abandona, especialmente, cuando las personas cometene errores o se equivocan. Sin embargo, eso no es verdad. Las promesas de la Biblia van por otro lado. El sentido bíblico es que Dios nunca nos abandona. Hay promesas maravillosas como ésta:

“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!” (Isaías 49:15).

¿Te imaginas? Todos pueden olvidarte, incluso tu madre, pero Dios nunca.

“Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: ‘No temas, yo te ayudaré’” (Isaias 41:13).

¡Dios mismo nuestro ayudador! No es eso extraordinario. Dios ayudándonos en nuestros conflictos, es como para vivir en paz y tranquilo.

“Dios ha dicho: ‘Nunca te dejaré ni te abandonaré’” (Hebreos 13:5).

“Nunca”, la palabra esconde una maravilla. Dios promete nunca dejarnos y nunca abandonarnos.

Así que si quieres creer las mentiras que dicen de Dios, allá tú, pero la Biblia dice todo lo contrario de lo que dicen los mentirosos.

¿Estás confiando en las promesas de Dios? ¿Estudias tu Biblia para encontrar en ella la promesa de este Dios de amor?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Lamento en danza



“Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!” (Salmo 30:11-12)

En ninguna parte de la Biblia se dice que el creyente estará libre de problemas y dificultades una vez que acepta a Cristo. Al contrario, Jesús mismo anuncia que vendrían tiempos difíciles de intolerancia, persecución y dolor. Lo que si las Escrituras prometen, vez tras vez, que no importa cuál sea la circunstancia, nunca Dios nos abandonará. Esa si es una esperanza cierta.

Es lo que expresa el salmista con total confianza, la seguridad que Dios no nos abandona. Si cada día recordáramos que somos “la niña de los ojos” de Dios (Salmo 17:8) y los “hijos de Dios” (1 Juan 3:1) por adopción, no tendríamos esos arrebatos de desconfianza que nos llevan a creer, equivocadamente, que Dios nos ha dejado a un lado.

Un engaño del enemigo de Dios es hacer creer a los creyentes que Dios les abandona y se aleja. Eso no sólo es una burda mentira, es simplemente, caer en un juego de manipulación. Dios es omnipresente, ¿cómo podría alejarse? El amor de Dios es tan grande e inconmensurable  que no se aleja por ninguna razón de sus hijos. Está pendiente, así como una madre que no olvida en ningún momento a sus hijos.

Es penoso cuando algunas personas viven momentos de depresión espiritual, motivados por ideas que no son correctas. Los hechos son:

-Dios no abandona a sus hijos.
-Dios siempre está dispuestos a perdonarnos.
-Dios no espera que seamos buenos o santos para recibirnos.
-No es nuestra conducta la que nos hace aceptos ante Dios.

Lamentablemente algunas de ideas están tan enraizadas en nuestra cultura y folclore religioso, que de pronto desprenderse de ellas se convierte en ir cuesta arriba.

Dios convierte nuestro lamento en danza, nos viste de fiesta, para que nos gocemos con su gracia, para que logremos ver cada día la inmensidad de su amor inefable. Dios nos ama, nadie debería hacernos creer otra cosas.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Tomado del libro aún inédito: Salmos de vida

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Cercado por su amor



“Tú, que salvas con tu diestra a los que buscan escapar de sus adversarios, dame una muestra de tu gran amor. Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas de los malvados que me atacan, de los enemigos que me han cercado.” (Salmo 17:7-9). 

Hay en este salmo una confianza tan grande en Dios que parece la fe de un niño, tranquila, sin preguntas que estorben y con la plena seguridad que lo que está pidiendo será contestado por la divinidad.
Alguna vez Jesús dijo: “A menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Con esto Cristo estaba señalando que la fe no es para ser discutida sino aceptada, así como un niño acepta las indicaciones que se le dan sin objetar.

El salmista entiende que el amor de Dios se manifiesta en hechos concretos, en este caso, poniendo un cerco de amor alrededor del que está realizando la petición para ser salvado de la persecución implacable de sus enemigos.

En muchos momentos en la vida humana existe ese sentimiento de indefención que produce el estar frente a un grupo de personas que sólo ataca y vulnera nuestra tranquilidad con difamaciones y mentiras.

El gran problema de la difamación no es tanto la mentira que se propaga, sino que por un hecho extraño de la mente humana, siempre se tiende a difundir lo malo de otros, y por más insólito que parezca, aunque se pruebe que lo que se ha difundido es una mentira, la gente tiende a pensar que si se dijo, “algo de verdad habrá”. Probablemente, con eso es que cuentan los mentirosos, injuriosos y difamadores.

La tendencia humana normal es tomar la justicia en las propias manos y responder con la misma moneda. La actitud del salmista es totalmente diferente, decide descansar en la providencia de Dios y en su amor inconmensurable. Elige pedir que Dios ponga un cerco de amor a su alrededor y dejar que sea Él quien solucione el problema, poniendo atajo a quienes lo maltratan. Un ejemplo hermoso a seguir.

¿Qué haces cuando te atacan? ¿Depositas tu fe incondicional en Dios o buscas revancha y venganza?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Tomado del libro aún inédito: Salmos de vida
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Un Dios que escucha



“A ti clamo, oh Dios, porque tú me respondes; inclina a mí tu oído, y escucha mi oración” (Salmo 17:6). 

No sé cómo será tu realidad, amable lector, pero en mi caso, he tenido que luchar por muchos años para quitarme de encima las mentiras que me contaron acerca de Dios y que marcaron mi niñez y mi adolescencia. Sé con certeza que quienes me vendieron una idea tergiversada de Dios no lo hicieron a propósito, sino que también ellos eran víctimas de sus propias ideas y de las que les inculcaron también a ellos.

Se nos enseña a temer a Dios, no en el sentido que señala la Escritura, es decir, teniendo “respeto” por Dios, sino derechamente miedo. Es lo que Bernardo Stamateas llama “fe tóxica”, cuando nos inyectan ideas que no sólo nos muestran un dios lejano y castigador, sino que nos llenan de culpas por las acciones que realizamos.

No olvido el rostro de uno de los defensores de ese Dios castigador, que constantemente nos enseñaba en la facultad, que Dios está presto para castigar a los detractores. En su mirada fría había ausencia de piedad y de amor por los pecadores, al contrario, parecía extasiarse en contar sobre las torturas a las que seríamos sometidos sino obedecíamos a Dios sin reclamar de ninguna manera.

Por esa razón, emocionan las palabras del salmista. Se acerca confiado a Dios, así como un niño que no teme a un adulto, que sonríe tranquilo sabiendo que no será dañado ni maltratado. Va y le dice a Dios: “inclina a mí tu oído”. Es una linda frase, porque para inclinar el oído hay que asumir una postura corporal de acercamiento y de preocupación por el que está hablando.

Dios es un Dios de amor, por lo tanto, es cercano, está siempre presto a escucharnos. Nunca Dios se aparta del pecador como algunos vociferan, al contrario, Dios como padre amante siempre está procurando acercarse al que está alejado, porque sabe bien que alejarnos más de Él nos llevará por sendas difíciles y dolorosas. Dios nos ama, al escucharnos siempre, nos muestra su gran bondad y misericordia.

¿Has entendido que no tienes nada que temer de Dios? ¿Sabes que Dios está dispuesto a escucharte siempre?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Probado por la aflicción



“Tú escudriñas mi corazón, tú me examinas por las noches; ¡ponme, pues, a prueba, que no hallarás en mí maldad alguna! ¡No pasarán por mis labios palabras como las de otra gente, pues yo cumplo con tu palabra! Del camino de la violencia he apartado mis pasos; mis pies están firmes en tus sendas” (Salmo 17:3-5).

La invitación que el salmista hace a Dios es extraña, incluso, hilando fino, suena un poco presuntuosa, porque está seguro que si Dios lo examina no va a encontrar en él maldad alguna. Sin embargo, hay que leer con cuidado para no mal interpretar lo que el salmista está diciendo.

Él sabe bien que su actuación no ha sido igual que las de las personas que lo atacan. No sabemos qué momento de la vida del salmista es, pero sin duda, se trata de un momento muy difícil. Está siendo maltratado y herido. En dicho contexto, ha sido probado por la aflicción. El dolor lo ha hecho examinar su propia vida y la relación con Dios. Sabe cuál ha sido su respuesta por eso mismo se atreve a decirle a Dios que lo examine, pero, ¿examinar qué cosa?

La clave está en la frase “no pasarán por mis labios palabras como la de otra gente”. ¿Qué frases habrá recibido como agresión? En muchas ocasiones minimizamos el poder de las palabras para ofender, dañar y violentar a otra persona, sin embargo, lo que decimos tiene un poder extraordinario para herir y dejar profundas huellas en la vida de otros. El salmista lo sabe bien, ha sido herido y maltratado, de una forma que no sabemos, porque simplemente, lo que estamos leyendo es la visión de un hombre que ha entendido que frente a la agresión su único defensor es Dios.

¡Qué ganas de responder con la misma moneda! Hay que tener un temple especial para no contestar a la agresión de la misma forma. Pero el salmista ha tomado una decisión: “Del camino de la violencia he apartado mis pasos”. ¿Cuántos pueden decir lo mismo?

Violencia genera violencia. No se detiene la agresión con más agresión. Sólo el camino de la no violencia logra cambiar el curso de la historia.

¿Estás dispuesto a apartarte de la respuesta agresiva?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Nuestro amante defensor



“Sé tú mi defensor, pues tus ojos ven lo que es justo” (Salmo 17:2).

Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido víctimas de personas que nos han herido, maltratado, difamado, violentado. En esas ocasiones hemos sentido en carne propia la mala fe y la actitud de quienes no han dudado en utilizar todas las formas posibles para dañarnos.

En este contexto, personalmente lo que más me ha dolido, no han sido las heridas propinadas por extraños, sino por personas cercanas, por amigos y hermanos de la iglesia, que en algún momento prometieron estar de nuestro lado y ser fieles a nosotros. Son las heridas más difíciles de curar, porque han venido de gente que amamos y que han sido importante para nosotros.

Por esa razón, este texto, que es parte del Salmo 17, una oración hermosa donde el salmista vierte su mente a Dios implorando su presencia, lo primero que viene a la mente del cantor es entender que Dios es justo y como tal es nuestro defensor.

Cuando somos maltratados lo primero que viene a nuestra mente es la sed de venganza o la decisión de devolver la mano, para que quien nos ha herido entienda claramente el daño que nos ha hecho.
Una expresión con la que crecemos es “no te dejes”, “no permitas que te avasallen” o como solía decir un compañero de la facultad: “Una cosa es ser manso y otra ser menso”.

Lleva tiempo entender que el camino de la venganza nos pone en una espiral de nunca acabar. Se responde y nos responden, y luego, se inicia una escalada de agresiones que siempre van en aumento. Sin embargo, cuando en vez de responder con la misma moneda confiamos en que Dios es nuestro defensor las cosas toman un cariz distinto.

En primer lugar, descolocamos a nuestro agresor que espera una respuesta. Al no haberla, en muchos casos no sabe cómo reaccionar.

En segundo lugar, al no responder con la misma moneda, le damos oportunidad al ofensor para que recapacite en su actitud.

¿Cuánto de lo que te ocurre se lo dejas en las manos de Dios? ¿Haz aprendido a confiar en Dios como tu defensor?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Poco menos que un dios



“Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ‘¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?’ Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmo 8:3-5)

Este es uno de esos salmos en donde los traductores les cuesta encontrar el verdadero sentido del texto, especialmente por las implicaciones que tiene un determinado tipo de traducción.

La mayoría de las traducciones traduce: “¿Qué es el hombre?”, introduciendo un sesgo en la manera de entender al ser humano, puesto que difícilmente alguien será un “qué”. Los humanos siempre somos un “quién”. Cuando alguien toca a la puerta el que está detrás nunca pregunta “qué golpea” sino “quién golpea”. Al hacer esta pregunta está suponiendo que el toque es de una persona, no de un objeto.

Sólo un quién puede preguntarse sobre su realidad, su sentido y lógica dentro de un contexto tan maravilloso como es la creación.

El salmista al compararse a sí mismo frente a la magnificencia de la creación no puede menos que preguntarse por qué razón Dios lo toma en cuenta, por qué se ocupa de él. Si hoy el salmista viviera la pregunta sería mucho más trascendente, porque hoy día sabemos mucho más cuán grande es el universo y cuan pequeños somos nosotros en su inmensidad.

Luego hay una frase que habitualmente se ha traducido como “poco mejor que los ángeles”, pero la traducción correcta es la que ofrece la NVI, es decir “poco menor que dios”. El referente para entender al ser humano no es la animalidad, sino Dios mismo. Somos los únicos seres creados a imagen de Dios, por lo tanto, para comprender a la humanidad el único marco de referencia posible es la divinidad.

Dios en su inmensidad nos creó con una dignidad dignos de una deidad, no para que los seres humanos nos entronicemos a nosotros mismos ni nos creamos superiores, sino para que entendamos que un Dios extraordinario como el que adoramos nos creó con el propósito expreso de reflejar su gloria. Así como la luna refleja la luz del sol, los seres humanos estamos llamados a reproducir en nosotros la luz de la divinidad.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Dios en la angustia



“Estoy cansado de llorar. Noche tras noche lloro tanto, que inundo de lágrimas mi almohada. El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de mis enemigos!” (Salmo 6:6-7)

Una de las características hermosas de los salmos es la sinceridad con que son expresados los sentimientos y emociones. No hay en el salmista ni una pizca de miedo al exponer a Dios la verdadera esencia de lo que ocurre con su vida afectiva. En cierto modo, es lo que corresponde a una buena inteligencia emocional, sincerar la propia emoción.

Muchas personas creen, erróneamente, que si son cristianos, si tienen fe y se llaman a sí mismos seguidores del Maestro, no deben tener sentimientos de angustia ni pesar. Craso error. Creer no nos hace inmunes a los sentimientos difíciles.

En este salmo el escritor no tiene problemas para reconocer ante Dios cómo se siente. No cree que decírselo a Dios va a disminuir en algo su capacidad de creer, simplemente, como nos pasa a todos, ha llegado a un momento donde está saturado de experiencias negativas y vacía sus emociones llorando y lamentando lo que vive.

La diferencia con tantas angustias que vivimos otros, es que algunos se quedan a lamer las heridas, creyendo que allí está todo, pero el salmista expone sus sentimientos a Dios, sabiendo que él tiene soluciones donde nosotros, como humanos, no vemos ninguna.

Por eso que al final de esta oración cantada dice: “El Señor ha escuchado mis ruegos, ¡el Señor ha aceptado mi oración! Mis enemigos, muertos de miedo, quedarán en ridículo; ¡en un abrir y cerrar de ojos huirán avergonzados!” (Sal 6:9-10). Sabe con certeza que Dios no lo abandona a su suerte, que él está allí para socorrerlo y eso hace toda la diferencia entre aquel que siente angustia pero se hunde con ella, y aquel que lleva su dolor a los pies de Señor y confía en su intervención providencial.

Nadie está exento de sufrir algún momento complicado, sin embargo, todos tenemos la posibilidad de ir con nuestros dolores a Dios.

¿Estás llevando tus cuitas a Dios? ¿Estás entendiendo que Dios no necesita tu lamento para oírte  sino que empatiza con tu dolor?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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De mañana



“De mañana escuchas mi voz; muy temprano te expongo mi caso, y quedo esperando tu respuesta” (Salmo 5:3)

Un componente esencial de la vida cristiana es la oración. Sin embargo, ha menudo el acto de orar está contaminado con una serie de ideas que no tienen nada que ver con el contexto bíblico y con el sentido que tiene la comunicación directa con Dios.

La oración se ha convertido en la mayoría de las personas en una acción de petitorios, donde día tras día se repite lo mismo una y otra vez, como si Dios necesitara nuestra repetición constante e incesante de lo mismo. El apóstol Pablo enseñó que es necesario “Orar sin cesar” (1 Tesalonisenses 5:17), sin embargo, el apóstol no esta diciendo “repetir sin cesar”, sino que nos está diciendo que debemos mantenernos constantemente en comunión con Dios. Me gusta la traducción de la versión Dios Habla Hoy 2002 porque capta el verdadero sentido paulino: “Orad en todo momento”. Esa es la idea, mantener abierta la puerta de comunicación con Dios de manera permanente, no para repetir sino para estar en comunión.

Tampoco la oración es un requisito para que Dios conteste, quiero explicarlo bien para que se entienda correctamente. Algunos enseñan que si no pides Dios no te contesta. En esencia, el pensamiento es erróneo, la providencia de Dios actúa sin que pidas, sólo por la misericordia de Dios, es lo que está implícito en las palabras de Jesús: “Él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Sin embargo, cuando entras en comunión con Dios, tú vida experimenta un cambio, porque Dios tiene más libertad para actuar porque la oración es un acto de autorización de Dios para obrar en otras instancias de tu vida donde es preciso la autorización humana. Dios no avasalla nuestras vidas, él obra en nosotros sin invalidar nuestra libertad.

Orar es un acto de comunión. Por eso el versículo de Salmo 5:3 tiene tanto sentido: “Expongo mi caso y espero”, no “expongo mi caso e insisto”. Confía en Dios, lleva su caso, y espera confiado porque sabe quién es Dios.

¿Estás permitiendo que la providencia actúe en tu vida?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Hijo



“ Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú” (Salmo 2:7)

Ser hijo es una bendición, no obstante, ser hijo del Dios eterno y supremo, es extraordinario, el más magnífico don otorgado por Dios a la humanidad. Por eso este versículo del Salmo 2 resulta tan sorprendentemente halagador. Dios nos dice que desea ser nuestro padre, con todo lo que implica. Es una buena noticia, en realidad, es la más extraordinaria noticia que podemos recibir.

Ser hijo da identidad, nos permite sentirnos parte de una familia, al sabernos hijos sabemos que no somos huérfanos y que nuestras vidas están bajo el amparo de un padre.

Dichosos los que saben que Dios es nuestro Padre, aquel que nos cuida y nos trata con un cariño inconmensurable. Me encanta esas palabras de Jesús cuando dice: “Un solo Padre tenemos, y es Dios mismo” (Juan 8:41).

Lástima que durante tantos siglos el enemigo de Dios se ha esforzado en tergiversar el carácter de Dios, sin embargo, de una u otra forma Jesús, el exégeta de Dios, nos muestra la verdadera naturaleza de un Dios que no busca castigar ni doblegar a la humanidad, sino llamarla al amor y la santidad mediante su infinita bondad. Como dice el profeta: “Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor” (Oseas 11:4).

Dios como padre no actúa nunca con despotismo ni arbitrariedad, al contrario, su amor está constantemente llamando al pecador para que se cobije bajo sus brazos de amor, así como los polluelos que se cubren bajo las alas de la gallina (Salmo 91:4).

Dios el padre, nos respeta, aún en las decisiones contrarias a su voluntad. No nos impone y nos deja actuar en libertad, porque no nos ha creado para la esclavitud sino para vivir de acuerdo a nuestras conciencias. Dios, nuestro padre amoroso, nos recibe cuando nos equivocamos y sale a nuestro encuentro con el fin de recibirnos, no para reprendernos ni hacernos sentir mal.

Dios el padre, es lo más parecido que existe al Edén.

¿Estás entendiendo el infinito amor de nuestro Padre divino?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Tomado del libro aún inédito: Salmos de vida


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Un hombre dichoso



“Dichoso el hombre [...] que en la ley del Señor se deleita” (Salmo 1: 1-2)

A juzgar por las premisas de muchas personas, poner “ley” y “dicha” en una sola frase parece un contrasentido, toda vez que lo legal es visto con sospecha y todo lo normativo observado como un elemento opresivo.

Sin embargo, no es la impresión que tiene el salmista, al contrario, considera que es dichoso y que se deleita en la ley, ¿por qué?

Un autor llama al autor de este salmo “un hombre con suerte” porque puede conocer la voluntad de Dios mediante la reflexión en su ley. En el libro de los salmos “ley” no se refiere necesariamente a los diez mandamientos, sino a toda la voluntad expresa de Dios. En ese sentido, el judío tenía un sentido más amplio de la expresión y lo usaba como sinónimo de las enseñanzas dadas por Dios a sus profetas, empezando por Moisés.

En medio de la confusión de este mundo, las enseñanzas bíblicas aparecen como un faro en medio de la oscuridad, otorgando principios de vida que sean capaces de orientar a las personas para poder vivir vidas no sólo dignas, sino además, plenas.

El seguir las enseñanzas de Dios no sólo otorga seguridad, da un rumbo, un sentido, así como en medio de la oscuridad un capitán de barco sabe a dónde dirigir su embarcación porque tiene un faro que lo guía y lo orienta para que no encalle en los arrecifes y las rocas de la costa.

Dios quiere lo mejor para los seres humanos, por eso provee su leyes, con el fin de darle al ser humano una orientación en medio de las condiciones poco felices en que se encuentra a menudo la persona humana.
Muchos ven las leyes de Dios como opresivas, pero son todo lo contrario, por eso el apóstol Santiago habla de “la ley que nos da libertad” (Santiago 2:12), puesto que vivir fuera de la ley, lo único que provoca es un conflicto tras otro y la sensación de que nunca es posible ser libre completamente.

¿Te deleitas en las palabras de Dios que son tu guía?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Tomado del libro aún inédito: Salmos de vida

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