En su santo templo


“Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono” (Salmo 11:4)

A veces, en el contexto religioso, hacer o plantear algunas preguntas, parece impertinente, sin embargo, es parte vital de una buena experiencia religiosa el saber si los criterios que tenemos o las ideas que planteamos son o no las correctas.

Muchos religiosos suelen asignarle un carácter sagrado a los lugares de culto y algunos utilizan este versículo para decir “Dios está en el templo”, sin embargo, es un mal uso. Cuando un judío de tiempos de David se refería a la presencia de Dios en el Santuario hablaba de la shekina, la luminosidad milagrosa que salía del lugar santísimo y que servía de referente físico real para mostrar la presencia de Dios.

Algo similar ocurría en la mente de quienes vieron la construcción del santuario, ahora en piedra y que comenzaron a llamar “templo”, pero que no es equivalente a los “templos” cristianos nuestros. Para empezar, al santuario de Israel no entraba el pueblo, sino exclusivamente los descendientes de Leví que eran sacerdotes, y lo hacían en contadas ocasiones como símbolo de estar en la presencia de Dios.

Cuando Jesús murió ese templo perdió vigencia y sentido. El cordero de Dios había muerto. Con Cristo se unieron el símbolo y lo simbolizado. Los cristianos de los primeros siglos lo entendieron, por eso no construyeron templos. De hecho Pablo trasladó la santidad del antiguo templo a los creyentes al decirle a sus seguidores “ustedes son templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:9).

Fue la madre de Constantino, una mujer supersticiosa que hizo una mezcla de ideas ocultistas con cristianismo, la que comenzó a construir templos, en principio, sobre las tumbas de mártires cristianos, de allí la tradición de enterrar “santos” bajo el altar mayor de algunas iglesias. La idea de congregarse a escuchar un sermón y cantar cantos, fue posterior, por lo tanto, mucho de lo que se hace en los templos, no es tradición de origen cristiano. De todos modos, el congregarse no está demás, ni tampoco el alabar. Pero hay que tener en cuenta el origen de algunas prácticas para no sacralizarlas de manera inadecuada.

¿Entiendes que tú y yo somos templo del Espíritu Santo?

 © Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

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En el monte santo


“¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su lugar santo?” (Salmo 24:3)

El “monte del Señor” era un eufemismo israelita para referirse al templo, un espacio al que tenían acceso de manera restringida los judíos únicamente. No podían entrar a dicho lugar turistas extranjeros a menos que fueran conversos, pero aún así, en tiempos de Cristo tenían acceso en el último patio, el más alejado del lugar santo.

Hablar de “entrar” al templo es una forma de decir, porque al santuario sólo entraban los sacerdotes descendientes directos de Leví. Todos los demás, sólo tenían acceso a los patios exteriores, que estaban catalogados por categorías. El más cercano al templo, de los varones. Varias gradas más abajo, las mujeres, y más abajo, los extranjeros convertidos. Nada de esto existía en el templo original de Salomón, ni menos en el santuario del desierto. Señal de que a los seres humanos les agrada la discriminación y la exclusión, y luego, lo incorporan al acto litúrgico como si hubiera sido ordenado por Dios, cuando no es más que una tradición basada en prejuicios y estereotipos.

El templo de Israel o el Santuario del desierto no tenían simil con la liturgia y la ceremonia religiosa actual. Algunas personas confunden los tantos y homologan dicho templo y/o santuario, con los lugares de culto contemporáneos. Eran distintos en propósito y en forma. En Israel se ofrecía un sacrificio diario (el continuo) y se pretendía hacer que el oferente entendiera el significado de la santidad de Dios, y lo que significaba el sacrificio divino. No había cantos en el santuario, ni otras formas de adoración con las que relacionamos las liturgias cristianas.

Los templos cristianos, son réplica, no de ese santuario, sino una mezcla de tradiciones de origen pagano (la madre de Constantino fue la primera en hacer construir templos) y costumbres con fundamento cristiano. Hasta el siglo VI los cristianos se reunieron en casas, en pequeños grupos para adorar. Así que David está hablando del significado del lugar, que evocaba al sacrificio de Dios. La santidad del lugar lo daba la presencia visible de Dios (shekina) y el cordero sacrificado.

¿Comprendes que la santidad de la religión la da el sacrificio de Jesús no el acto o la presencia humana?

 © Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

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Mi pastor es Jehová


“Jehová es mi pastor” (Salmo 23:1)

Lamentablemente las traducciones no alcanzan a captar algunas sutilezas del lenguaje original y por eso no se ven reflejadas en la interpretación que se hace al verter en otro idioma el sentido del versículo bíblico.

David, quién ha sido pastor de ovejas, entiende perfectamente las palabras que está diciendo y en el sentido que tienen, sin embargo, el centro de la frase es que él siente que Jehová es su pastor personal, no compartido por otros, aquel que él conoce y sigue. Por lo tanto, y atendiendo además, al sentido de la gramática hebrea la traducción más pertinente es al revés de lo que está escrito: “Mi pastor es Jehová”.

David lo siente suyo, se sabe oveja de SU pastor. Comprende que Dios tiene la dirección y que él va detrás de SU pastor como oveja confiada que entiende que SU pastor la llevará a lugares adecuados.

Pero, hay otro detalle importante. Para que una oveja siga a SU pastor, debe ser oveja. Los cabritos no suelen seguir, hay que empujarlas, o al menos, obligarlas a seguir.

La oveja como animal no suele ser muy astuta y tiende a perderse. Sin la ayuda del pastor, lamentablemente, puede extraviarse y ser atacada por un animal salvaje, pero aquí está el detalle, la oveja lo sabe y el pastor también. ¿Qué pasa si la oveja no quiere ser oveja? Simplemente, el pastor no puede hacer su trabajo de manera eficaz.

La mayoría de las personas tiende a ser independiente, no dependiente como la oveja. En Chile, los jóvenes quieren ser “gallos”. En México le dicen “jaguares”. En Perú, “tigres”. En Argentina, “potros”. En otros países se los identifica con “leones”, “toros”, “caimanes”, etc. No he escuchado que digan “nosotros somos las ovejas”.

Nadie quiere ser oveja, pero es condición básica que para que Dios pueda ser “nuestro” pastor, nosotros debemos aceptar ser ovejas. Dios no nos puede guiar a la fuerza, ni puede hacer que le sigamos simplemente porque él lo dice.

¿Estás dispuesto a comportarte como una oveja para seguir al pastor?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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A la sombra de tus alas


"¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas" (Salmo 36:7) 

En 1962 la cantante norteamericana Petula Clark triunfó en francés con el canto “Chariot”, al año siguiente Peggy March, una niña de 14 años, la convirtió en éxito mundial en inglés bajo el título “I will follow him” [Le seguiré]. En una parte de la letra la canción dice:

“Le seguiré allá donde vaya, siempre estaré cerca de Él, nada de Él me alejará, Él es mi destino. Desde que tocó mi corazón, supe que no hay océano tan profundo ni montaña tan alta que pueda alejarme de Su amor”.

Esa poesía capta en esencia lo que ha sido siempre un misterio para el ser humano, comprender el inmenso y extraordinario amor de Dios.

El salmista usa una metáfora poderosa, para intentar explicar esa maravilla del amor de Dios: “Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas”. Dios, aquí es representado por una inmensa ave que cubre a todos los que buscan en él refugio. Es una tónica del salmista describir a Dios utilizando metáforas extraídas de la naturaleza.

El ave que describe el salmo vuela imponente por los aires, y es lo suficientemente grande como para cubrir con sus sombra a todos los que recurran a ella como refugio.

El amor en sí mismo es una protección magnífica. La persona que se siente amada, se sabe segura y con esperanza. Por esa razón es tan negativa y tóxica una religión que condiciona el amor de Dios a la conducta o la dádiva, porque pone al ser humano en una situación precaria y desventajosa. Si Dios nos ama desinteresadamente y sin poner condiciones, entonces, lo que queda como sentimiento es la tranquilidad del niño que se siente amado y nada más le importa.

Una religión sana presenta a Dios en términos de incondicionalidad. Sólo en ese contexto es posible sentir que la religión vale la pena. Un Dios que ama si lo adoran o le dan dádivas, es una idea macabra de un comerciante que sólo responde ante las obras de sus súbditos.

¿Te sabes protegido(a) por el amor incondicional de Dios?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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Tergiversación inexplicable


“El no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama” (Salmo 22:24)
Es sorprendente cómo la mentira y la tergiversación se instala en el inconsciente colectivo al grado de que se da por verdad lo que no es más que un burdo engaño. En tiempos de Cristo se enseñaba que el pobre lo era por maldición divina, por lo tanto, al despreciar al pobre no se hacía más que seguir con la lógica divina, de hecho, se consideraba que un acto así era confirmar la voluntad divina, nada más.

¿Qué harían los israelitas con estos textos tan evidentes del salmista? Lo que siempre ha ocurrido, acallar la conciencia y creer en la mentira.

Es horrendo, pero la mentira pareciera tener más fuerza que la verdad, por eso se perpetua en el tiempo. El texto es claro Dios “no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama”. Sin embargo, aún cuando tenían esta idea inspirada por Dios, por siglos se enseñó lo contrario.

La pobreza es intolerable. El pobre vive una situación límite que lo hace continuamente replantear su vida. Si ante esa condición tan difícil, viene alguien y encima le dice que su pobreza es voluntad divina, no sólo le agrega a la crueldad de la carencia un hecho fatídico, el abandono de Dios.

Menos mal que es sólo una tergiversación. Dios no desea ni provoca la pobreza. Tampoco es cierto que la pobreza es una bendición, esa mentira es vendida por los que no son pobres. La pobreza es una desgracia y en muchos sentidos, es señal de que quienes tienen más no han sido lo suficientemente generosos para compartir con otros los dones y bendiciones que han recibido.

Duele en el alma ver a personas pobres y empobrecidas, tener que renunciar a su dignidad para pedir pan para sobrevivir. Pero duele más a quienes oran “Dios alimenta a los pobres”, cuando son ellos los brazos de Dios encargados de hacerlo. Siempre es más fácil tirarle la responsabilidad a Dios que asumir su propio compromiso.

¿Entiendes que Dios no causa la pobreza? ¿Qué haces tú?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

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El arco del Señor


“Aunque tramen hacerte daño y maquinen perversidades, ¡no se saldrán con la suya! Porque tú los harás retroceder cuando tenses tu arco contra ellos” (Salmo 21:11-12)
La imagen es poderosa, pero tenemos que actualizarla para hacerla comprensible. En la actualidad, donde no usamos arco y flecha, esta imagen de un Dios arquero no nos llama la atención. Hoy día diríamos: “Cuando prepares tu cañón teledirigido contra ellos” o “cuando tengas listo la ametralladora contra ellos”.

David, que era un guerrero, le gustaba pensar en Dios en términos de batalla y guerra, aunque paradógigamente Dios está mejor representado en la paz.

La realidad es que aunque no parezca, o aún cuando las circunstancias nos indiquen lo contrario, la promesa es que cuando alguien trame algún daño en contra de nosotros y maquine, nunca se saldrá con la suya, porque cuando un hijo de Dios es atacado, Dios mismo sale en su defensa, esa es la promesa, el magnífico recuerdo de una divinidad que no está en su templo esperando adoración, sino que está en el ruedo, defendiendo y apoyando a quien es injustamente maltratado.

Supongo que David tuvo que vivir muchos momentos difíciles para darse cuenta que finalmente era Dios el que defendía su vida, su prestigio y su futuro. A veces, en medio de la reyerta y cuando los perversos parecen ganar la contienda, es complicado asumir el sentido de esta promesa, pero, cuando la mantenemos presente en nuestra mente, no hay duda, llegamos a la convicción de que nada ocurre sin que Dios no lo sepa.

¿Te persiguen injustamente? ¿Te difaman abiertamente? ¿Te maltratan de manera gratuita y cruel? ¿Te insultan hiriendo tu autoestima y valía personal? Confía en Dios. El “tensa su arco” y ninguna persona que te maltrate saldrá liberada de su acción perversa. Dios es el protector de los maltratados y los perseguidos, en su promesa encontramos la mejor defensa ante el desánimo y la tristeza.

Dios no nos abandona nunca, aunque nuestros enemigos quieran hacer aparecer que si.

¿Haz depositado tu confianza en el arco del Señor?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

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Carros de combate


“Unos confían en sus carros de combate, otros en sus caballos. Pero nosotros confiamos en Dios y adoramos su santo nombre” (Salmo 20:7)
Pasan los siglos, pero, las actitudes no cambian. Una y otra vez los seres humanos demuestran tener en el fondo, una forma de ser, que deja mucho que desear. Dicen amar y confiar en Dios, pero en la práctica son otras las prioridades o fundamentos de su existencia. En la actualidad no tenemos “carros de combates” o “caballos”, así que para que el concepto se entienda, habría que reescribir el sentido de lo que David plantea. Escrito hoy podría decirse:

—Unos confían en su cuenta bancaria, otros en sus propiedades...

—Unos confían en sus cargos políticos, otros en sus contactos...

—Unos confían en sus vínculos sociales, otros en sus parientes...

—Unos confían en sus talentos naturales, otros en sus experiencias...

—Unos confían en sus logros, otros en sus títulos...

Así sucesivamente, la lista sería interminable. El principio es el mismo, poner la confianza en los logros personales o en bienes. En todos los casos, el resultado es el mismo. No importa cuánto se acumule o qué éxito tengamos, Dios sigue estando más allá de todo eso.

Confíar en Dios, significa en términos prácticos, que hemos aprendido a depender de él. Eso implica que sabemos perfectamente que todo logro o bien que acumulemos, es efímero, pasajero e inestable. Dios es lo único que permanece estable.

En el fondo, se refiere a una cuestión de actitud y de perspectiva frente a la vida. Todos los que ponen su confianza en logros y bienes, en algún momento se dan contra la pared de las circunstancias para entender que definitivamente ese no es el camino.

Cuando alguien dice confiar en Dios pero desespera cuando su cuenta bancaria está vacía, simplemente se autoengaña. Alguna vez le escuché decir a un tesorero de una institución cristiana:

—Ustedes oren, yo prefiero aumentar la cuenta del banco.

Esa actitud es simplemente, incredulidad disfrazada.

¿En quién pones tu confianza?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

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Faltas ocultas


“¿Quién”se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!” (Salmo 19:12)

Una de las cuestiones más difíciles de entender en el cristianismo es la idea de que el ser humano no es condenado por sus “pecados”, sino que la raza humana nace separada de Dios por causa de su “naturaleza de pecado”. Ese es un concepto que a menudo se confunde, especialmente en el contexto de una religión que hace énfasis en lo normativo, antes que en el milagro de la renovación plena en Jesucristo.

Todo ser humano, sólo por el hecho de nacer en este mundo, está marcado por las tendencias al mal que ha heredado de sus padres. En cierto modo, los seres humanos nacen “pecadores” sin haber cometido ningún pecado. En otras palabras, la herencia nos condena.

Pero eso no es justo, en absoluto. Nadie ha decidido nacer en este mundo y menos en esas condiciones. Precisamente por esa razón Dios prepara y ejecuta un plan de salvación independiente de nuestras decisiones, que apunta, precisamente, al centro mismo del problema: Darle la oportunidad al ser humano de elegir vivir, en otro contexto y en otra realidad, sin la impronta de esa naturaleza pecaminosa.

El gran problema es que algunos, al no entender este punto esencial, consideran que los seres humanos han de hacer “esfuerzos” para superar el pecado, sin darse cuenta que es imposible luchar contra la naturaleza tendenciosa que tenemos, y todo cambio que pueda producirse será nada más y nada menos que un milagro obrado soberananente por Dios.

Hay un cierto grado de orgullo en quienes piensan que tienen la capacidad para vencer su naturaleza pecaminosa. La verdad es que las personas al conocer y entregarse a Cristo comienzan un proceso de transformación, pero que no es un elemento condicionante para la salvación. La naturaleza comienza poco a poco a ser transformada. Será totalmente renovada cuando venga Jesús, mientras tanto, nuestra única esperanza es seguir confiando en Dios y en su poder regenerador.

¿Confías en ti mismo o en Dios para el proceso regenerativo?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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El amor y la verdad


“La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad” (Salmo 89:14)

En los dos días anteriores hemos analizado este versículo, especialmente las expresiones “derecho y justicia” que son la base del poder de Dios. Una divinidad que no actúe en derecho ni en justicia, no merece nuestra devoción, al contrario.

Sin embargo, es necesario agregar un elemento más. El texto dice que los heraldos de Dios son “el amor y la verdad”.

Los heraldos eran los que estaban al lado del rey, no sólo para protegerle, sino también para actuar como sus emisarios personales. En tiempos bíblicos se entendía como una cuestión básica de cortesía, que si alguien iba a atacar una ciudad, primero se le ofrecía la posibilidad de rendición y se enviaba a los heraldos. Del mismo modo, si un pueblo quería mantener la paz, los heraldos eran los emisarios encargados de ofrecer dichas condiciones.

Cuando la Biblia usa dicha imagen metafórica, nos dice que los “emisarios” de Dios, es decir, quienes se presentan ante la gente, son “el amor y la verdad”. Lo que caracteriza el reino de Dios no es el poder ni la argücia para gobernar, es el amor y la verdad, así de simple, y así de profundo.

Dios, que es amor, no hace nada que vaya en contra de su esencia. Por eso que resulta tan absurdo suponer que Dios por medios inadecuados pretende ganarse el corazón de sus hijos.

Las flores no se abren bajo la borrazca o el viento. Para que muestren sus colores necesitan la calidez del sol, de otra manera, se mentienen parapetadas con sus pétalos escondidos. Lo mismo ocurre con los seres humanos, nadie responde correctamente a la brutalidad y la fuerza. Puede ser que una persona reaccione por un tiempo, pero tarde o temprano, los seres humanos nos revelamos a la crueldad y la imposición.

Dios no obra con medios erróneos. La forma de actuar de la divinidad es por amor y verdad. Esas son las premisas de su gobierno.

¿Qué crees sobre Dios? ¿Cómo se manifiesta su amor y verdad?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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El fin no justifica los medios


“La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad” (Salmo 89:14)

Ayer hablamos de la justicia y el derecho como el fundamento del poder de Dios. Dijimos que cuando no entendemos este principio tendemos a creer que Dios tiene la culpa de todo lo que ocurre, sea bueno o sea malo. Es preciso ahondar en este concepto, porque hay mucha tela que cortar.

Los seres humanos tienden a justificar lo que hacen, y dan excusas por los medios inadecuados que utilizan porque los fines que persiguen parecen avalar dichas acciones. La idea de que “el fin justifica los medios”, aunque fue formulada por Nicolás Maquiavelo (1469-1527), el filósofo y estadista del renacimiento, es un concepto que está presente en la mente humana desde el ingreso del pecado. Supone que cualquier medio es lícito si el fin que se persigue es bueno. Bajo ese predicamento se entiende a Dios obrando por fines correctos, pero utilizando medios perversos.

Alguien se enferma gravemente, “será de Dios”. Alguien pierde a un ser querido, “es el medio que Dios utilizó para que llegara a la iglesia”. Alguien pierde todo lo que tiene a manos de un sinvergüenza que lo estafa, “Dios quiere darle una lección”. Con estas frases vamos provocando escándalo, rechazo y repugnancia en quienes están intentando comprender a un Dios que dice ser justo y actuar en derecho, y hacer este tipo de acciones que son simplemente, repulsivas. Si le hacemos caso a lo que nos dicen, Dios sería cruel provocando enfermedades por un fin misterioso; mataría gente, para que como chantaje emocional algunos se acerquen a él; sería cómplice de ladrones y estafadores para darnos lecciones; etc.; la lista en este sentido es interminable.

La palabra de Dios dice claramente, que el poder de Dios se sustenta, se basa, se construye en base a la justicia y el derecho. Eso implica que el “fin no justifica los medios”. Dios nunca utiliza un medio injusto o fuera de derecho para lograr un aparente bien. Dios es justo. Dios es derecho. Entenderlo es la base para eliminar ideas erróneas.

¿Qué sucede en la mente de no creyentes cuando perciben una idea equivocada de Dios?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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La justicia y el derecho


“La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad” (Salmo 89:14)

Hemos hecho de Dios una caricatura, por lo tanto, cuesta entender estas frases escritas por Etán el Ezraelita, probablemente, uno de los que seguía a David en su peregrinar y huida en tiempos de Saúl.

La frase “si Dios quiere” o “será la voluntad de Dios”, se ha convertido en una expresión tan trillada y falta de lógica, que con dichas expresiones tendemos a justificar casi todo. Alguien muere a consecuencia de un accidente automovilístico provocado por un borracho o un irresponsable y “será de Dios”. Miles quedan muertos o heridos a consecuencia de un tifón, un terremoto o un tsunami, “por algo Dios lo habrá permitido”. La novia o el novio nos golpea o nos intimida, “algo querrá Dios enseñarme”. A fin de cuentas, Dios tiene la culpa de todo lo que nos sucede, sea bueno o malo.

Esa concepción de Dios, aparte de ser absurda, es macabra y está basada en un concepto introducido al cristianismo en la Edad Media por el monje Agustín de Hipona (354-430), probablemente el escritor cristiano que más ha influido o afectado (infectado también es lícito escribirlo), la mentalidad occidental. En su mente, nada escapa al control de Dios y Dios controla todo, incluyendo nuestra voluntad. Es el concepto que Juan Calvino, (1509-1564) -uno de sus seguidores ideológicos- llamó “la absoluta soberanía de Dios”. Bajo ese prisma, se ha interpretado a Dios, creyendo erróneamente que Dios tiene el control absoluto de todo.

El texto bíblico dice que Dios asienta su trono, es decir, su poder, en “la justicia y el derecho”. No es justo un Dios que provoca terremotos, tifones y tsunamis y asesina a millones de personas. No es de derecho un Dios que fomente malas prácticas, aunque sea con fines correctos. Dios no es así, esa es una caricatura de la divinidad.

Dios es justo y actúa en derecho. Eso implica, que no hará nada que viole ese principio. No provoca tifones, terremotos ni tsunamis, y menos fomenta las malas prácticas de algunos de sus seguidores.

¿Qué idea tienes de Dios? ¿Por qué es tan nocivo un dios injusto?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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No se puede ocultar


“Al que en secreto calumnie a su prójimo, lo haré callar para siempre” (Salmo 101: 5)

Es evidente que Dios no tolera algunas acciones y la razón principal es que entiende perfectamente las consecuencias de actos, que no sólo agreden de manera sutil, sino que dañan, a veces, por décadas. La presencia de las redes sociales y la masificación de los medios de comunicación instantanea como el email y el chat, han permitido que esta vieja práctica prolifere de manera insospechada, y de paso, haga un daño también de características dantescas.

La calumnia se produce cuando sin base alguna hablamos mal de alguien y lo expresamos y lo reafirmamos. Pero, también hay calumnia cuando amparados en un puesto de responsabilidad o en una situación de poder (del que sea), decimos algo de alguien, aunque sea cierto, para provocar daño.

Hay personas que se especializan en este tipo de comunicación perversa. Dicen una frase a medias y dejan que su interlocutor imagine el resto, o derechamente, se dejan llevar por su maldad y hablan para que la reputación de otra persona sea manchada.

Cuando cae una mancha a la ropa, a veces, es muy difícil sacarla. En ocasiones, quedan pequeñas huellas de la salpicadura que nos recuerda que allí hubo un manchón. Lo mismo sucede con la calumnia, cierto o verdad, la gente suele recordar más cuando alguien habla mal de una persona que cuando del mismo individuo se reciben informaciones correctas.

El versículo que escribió David, es una promesa pero a la vez una advertencia. Una promesa para quienes sufren de calumnias porque saben que no están solos y todo lo que se dice es escuchado por Dios. Una advertencia, porque Dios se muestra intolerante frente a la calumnia.

Antes de abrir la boca ten cuidado con lo que digas. Aquí vale esa frase de las películas: “Todo lo que digas puede ser usado en tu contra”... en el tribunal celestial. No tenemos amparo de Dios cuando hablamos mal de nuestro prójimo.

¿Eres dado a la calumnia? ¿Entiendes que Dios escucha todo?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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Libertad de verdad


“El Señor libra a sus siervos; no serán condenados los que en él confían” (Salmo 34:22) 

Siempre me ha llamado la atención la paradoja de esa expresión legal que utilizan los jueces para ciertos condenados: “Libertad vigilada” o “libertad condicional”. En sí misma la expresión es contradictoria, ¿cómo se puede tener libertad y a la vez estar vigilado? ¿cómo ser libre y estar sujeto a condicionalidades? En realidad, la paradoja que expresan dichas expresiones es que quien está sometido a ese régimen, en la práctica, no es completamente libre. Aún está en la cárcel, aunque los barrotes no se vean o sean más sutiles.

Siento que muchos cristianos viven así la libertad en Cristo. No entienden que son librados de la muerte, que Dios les ha dado el privilegio de vivir una libertad plena, sin ataduras, concientes de que si confiamos en él, no seremos condenados.

Algunos transmiten la idea de que la única forma de que seamos plenamente libres es que dejemos completa y absolutamente el pecado. Incluso se ha creado una frase, que no tiene sustento bíblico, de que Dios nos libra “del pecado” pero no “en el pecado”. Lo pienso una y mil veces, y no dejo de pensar en el absurdo de lo que se sostiene. Es lo mismo que “libertad vigilada”, una contradicción.

Alguna vez dejaremos de pecar completamente, ¡no!, ¡nunca!. La Biblia es taxativa al señalar que el problema humano no son “los pecados cometidos”, sino “la naturaleza pecaminosa heredada”, y dicha condición recibida por herencia sólo será transformada completamente cuando el Señor venga y quite de nosotros completamente la tendencia pecaminosa. Es lo que expresa de manera magistral Pablo: “Sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:52). Mientras tanto, ¿qué hacemos? Vivimos libres, confiados en que Dios no nos condena por nuestra naturaleza y que si pecamos, como dice Juan “tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el justo” (1 Juan 2:1).

Esa es libertad en Cristo. El otro modelo legalista es “libertad vigilada”, es decir, vivir constantemente bajo la espada de Damocles.

¿Eres verdaderamente libre en Cristo?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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Quitaste la ropa de luto


“Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta” (Salmo 30:11)

Seguramente más de alguno al leer la palabra “danza” se asombrará de que la Biblia se expresa tan abiertamente de esta manfiestación de alegría. Hasta la actualidad, el pueblo hebreo expresa por medio de la danza su gozo para con Dios.

La danza hebrea no tiene connotación sexual ni sensual, es una expresión espontánea de alegría. Siempre el ser humano ha expresado su gozo mediante movimientos corporales. El estadio se llena de bullicio y saltos cuando el equipo que seguimos convierte un gol. Saltamos como cervatillos cuando recibimos una noticia que nos llena el alma, levantamos los brazos, damos volteretas y círculos... y nadie se extraña, porque en ambos casos, estamos expresando alegría.

Sin embargo, cuando se trata de Dios, pretendemos alabar con los brazos amarrados, con los pies clavados al piso y con la cara adusta como si estuviéramos en un funeral. Es contradictorio. Celebramos más por un gol y una buena noticia, que por las buenas nuevas de salvación, la experiencia más hermosa y extraordinaria a la que ha sido invitada la humanidad. En cierto modo aún estamos de luto.

Es posible que a alguno ofenda su sensibilidad el hablar de “danza”. Estamos tan estructurados por la herencia medieval que hemos recibido que creemos que la única adoración que Dios recibe es la de brazos caídos, frente inclinada, rostro afligido y pies clavados, cuando no nos damos cuenta que eso es sólo un estereotipo que nada tiene que ver con la naturalidad de un cuerpo que salta y se mueve de alegría.

El otro día pasé una hora extasiado observando en Youtube videos de danzas hebreas. Llegué a envidiar la alegría que los jóvenes y señoritas expresaban al son de cantos de alabanza. No digo que nos pongamos a danzar todos, algunos no tienen ni el ritmo ni la sensibilidad para hacerlo, pero, ¿por qué deberíamos oponernos si alguno si tiene el ritmo y la sensibilidad para expresar de ese modo su alegría? ¿Por qué deberíamos poner a todo el mundo en una camisa de fuerza hecha a base de tradición y estereotipos?

¿Eres natural y espontaneo en tu alabanza a Dios?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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Con danzas de alabanza



"Que alaben su nombre con danzas; que le canten salmos al son de la lira y el pandero" (Salmo 149:3)

Hay varias alusiones a la danza en el libro de los Salmos, por lo tanto negar su presencia, es simplemente absurdo. La danza formaba parte de la expresión de alegría del pueblo israelita, fue el mundo medieval que suprimió toda expresión de gozo en un acto religioso, en su desprecio al cuerpo se suprimió todo aquello que de alguna manera trajera paz y alegría, y obviamente, la danza en la mentalidad medieval se convirtió en sacrílega... herencia que perdura hasta hoy, donde la religión es sinónimo de represión y tristeza.

La flauta, la cítara, la lira y el pandero, estaban pensados como instrumentos para acompañar la danza. Diferentes salmos invitan expresamente a alabar a Dios con la danza, tal como lo dice el Salmo 149: "Que alaben su nombre con danzas" (cf. 150:4). Cuando se alaba al Señor con danza y música, se destruye el dolor y la tristeza (Salmo 30:11). Por esa razón, el profeta Jeremías señala expresamente que la ausencia de danza es una de las consecuencias de no estar en conexión con Dios. El profeta dice: "En nuestro corazón ya no hay gozo; la alegría de nuestras danzas se convirtió en tristeza" (Lamentaciones 5:15).

En momentos cruciales de la historia del pueblo, se expresó alabanza y alegría mediante la danza. Es lo que hizo Miriam con las mujeres luego de cruzar el Mar Rojo: "todas las mujeres la seguían con panderetas y bailando" (Éxodo 15:20). La hija de Jefté recibió a su padre con panderetas y bailes de alegría (Jueces 11:34). La danza de alegría ante Jehová era consideraba una respuesta natural y espontánea del pueblo de Dios en la cultura del antiguo Israel. Fue el medievo que introdujo la tristeza como expresión de adoración.

La danza es música visible, es expresión de gozo y alegría. Qué lástima que durante siglos los cristianos se hayan reprimido a sí mismos, para expresar alegría con sus cuerpos, porque un grupo de sacerdotes medievales creyeron que moverse era pecaminoso. Qué pena que después de siglos aún no nos quitemos esas cadenas represivas.

¿Sientes ganas de moverte para expresar tu alegría con Dios?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida



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La causa del desvalido




"Defiendan la causa del huérfano y del desvalido" (Salmo 82:3) 

Siempre en el cristianismo ha existido una tensión entre la teoría y la práctica. El aparato teórico cristiano es hermoso, resulta apasionante, pero, la práctica no siempre está en armonía con la teoría. Muchas veces es más fácil hablar que hacer.

Su nombre no apareció en grandes titulares, la mayoría de los medios informativos prefieren el morbo al altruismo. En el año 1996 tenía 17 años y participaba en una protesta frente al ayuntamiento de la ciudad de Ann Arbor, en EE.UU. 17 hombres encapuchados, pertenecientes a la organización racista Ku Klux Klan habían ido al municipio a presentar una petición. En las afueras se reunieron unas 300 personas a protestar porque esas personas habían sido recibidas.

Gritaban consignas cuando alguien vio que cerca de allí un hombre con los brazos tatuados con símbolos racistas y que vestía una camiseta con la bandera confederada que usan los xenofobos los observaba, de pronto, la multitud dirigió toda su ira contra ese hombre. La gente se abalanzó contra él. El hombre corrió pero fue alcanzado por la turba que comenzó a golpearlo con palos y puntapies. De pronto, desde la multitud salió una muchacha, estudiante de secundaria, afroamericana, Keshia Thomas, y se avalanzó sobre el cuerpo del hombre blanco que estaba tirado en el suelo, herido, protegiéndolo con su propio cuerpo. Y conminó a la multitud a parar con gritos:

—¡Así no! ¡No podemos protestar contra la violencia con violencia! ¡Paren!

Al verla, que a riesgo de su propia integridad, ella protegía a un hombre desvalido, la gente paró de gritar y detuvieron los golpes. Poco a poco se calmaron. Keshia ayudó al hombre a ponerse en pie, y éste se marchó lentamente. Cuando le preguntaron por qué lo hizo, ella simplemente dijo: "Porque era lo correcto. Muchas veces he sido maltratada y hubiese querido que alguien hiciese algo así por mi".

Dios no nos pide que nos quedemos mirando mientra el desvalido es maltratado, nos pide acción y no palabras.

¿Qué estás haciendo por el desvalido y el necesitado?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida


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Todos


"Él perdona todos tus pecados" (Salmo 103:3)

Este versículo encierra una promesa hermosa que está en la línea del carácter de Dios y de lo que desea ofrecer a la humanidad de manera incondicional, algo que David experimentó y vivió de manera personal, por eso la seguridad con la que escribe.

Fue en la Edad Media, donde surgió un concepto erróneo de distinguir entre "pecados veniales" y "no veniales", diferenciación que ha servido para abuso y exclusión.

Lo más bello de este texto es la expresión "todos". ¿Hay algún pecado que Dios no perdona? No, Dios perdona todos nuestros pecados, porque entiende perfectamente nuestra naturaleza pecaminosa y siempre está dispuesto a redimirnos y librarnos de nuestra pecaminosidad.

El llamado "pecado imperdonable", no es porque no se pueda perdonar, sino porque las personas no aceptan el perdón de Dios, porque no permiten ni quieren la acción del Espíritu Santo en sus vidas, lo que Jesús llama "blasfemia" (es decir, una acción absurda).

Mientras tengamos vida podemos acudir a Dios y él nos perdonará y hará, metafóricamente lo que dice el profeta Miqueas: Dios "arroja al fondo del mar todos nuestros pecados" (Miqueas 7:19), y vuelve a usar la expresión "todos". Esa imágen es poderosa, cuando se tira algo al fondo del mar, es símbolo de olvido, de no volver a buscar. Lástima que exista gente que le gusta "bucear" en ese mar, para investigar los pecados ajenos.

Dios tiene una memoria autolimitada. Cuando nos perdona, lo olvida. No nos está recordando continuamente el error que hemos cometido, tal como les gusta hacer a algunos seres humanos. No saca un pecado del pasado y lo presenta para humillarnos. Simplemente, perdona y luego, olvida. ¿No es maravilloso nuestro Dios?

El perdón implica olvido y dejar ir. Dios tiene esa capacidad. Debemos orar para desarrollar la misma capacidad, de otro modo, nos convertimos en personas que no nos libramos nunca.

¿Qué haces con el error ajeno y con el propio? ¿Estás dispuesto a refugiarte en el perdón de Dios?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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Reunión de los justos




"Los justos se reunirán en torno mío por la bondad que me has mostrado" (Salmo 142:7b)

El salmo 142 termina con un cuadro esperanzador y tremendamente gozoso, una reunión de justos que alaban a Dios por su bondad y por la forma en que ha actuado mientras David ha estado sumido en su desdicha. David aún no sale de la situación en que está pero ya vislumbra lo que viene.

La Biblia llama justos no a aquellos que se autoproclaman como tales dando pie al orgullo, la vanidad y la vanagloria. Los justos son aquellos que son cubiertos por la gracia de Dios y que humildemente aceptan que no hay nada en ellos que los haga merecedores de dicha bondad. Ningún orgulloso puede gozarse con la gracia, porque el orgullo promueve la idea de que es necesario que el ser humano haga algo para merecer la gracia, lo que hace de la gracia algo inútil y la convierte en deuda, como diría Pablo.

Aún más, muchos que no logran percibir su propia suficiencia propia actúan como si la cruz no hubiera sido suficiente y hubiese que agregar algo más para hacer completa la redención, lo que es un absurdo teológico. Cada vez que intentamos hacer un esfuerzo por hacernos merecedores de la bondad divina, invalidamos la gracia y hacemos innecesario el sacrificio de Cristo.

David está pasando por un momento difícil. Perseguido, acosado y maltratado por personas que eran sus compañeros y amigos, se ha refugiado en Dios. Sabe que al final, se unirán a él los justos, aquellos que habiendo entendido su deficiencia han acudido a la gracia divina. No se puede recibir la gracia divina si no se acepta la condición de necesidad.

David es como muchos de nosotros, que habiendo vivido momentos difíciles, sólo nos queda refugiarnos en Dios, con la seguridad que llegará el momento en que podremos reunirnos con los justos, con todos aquellos que han pasado por el camino estrecho y han sufrido persecusión, maltrato y abuso. Al final, siempre, la justicia prevalece, es la convicción de David y la bella conclusión del salmo.

¿Quieres estar en la reunión final con los justos redimidos?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida



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Salir de la prisión


"Sácame de mi prisión para que pueda yo alabarte" (Salmo 142:7a) 

Este es un versículo aparentemente extraño y duro, porque expresa un sentimiento de David, difícil de asimilar. Pide a Dios que lo libre de la prisión que está viviendo para de esa forma alabarlo. Leído así pareciera ser un tanto caprichoso o al menos exigente. "Sólo te alabaré cuando me libres, no antes".

David no está en una cárcel real, sino rodeado de una situación que lo aprisiona. Afligido por las circunstancia que en muchos casos pueden convertirse en una verdadera prisión. No hay que dudarlo, los problemas que enfrentamos muchas veces son asfixiantes y lo único que se desea es escapar de esa situación.

David está acosado. Escondido en una cueva, sin amigos, sintiéndose acorralado por un enfermo de poder que no permite ningún desafío a su poderío y en ese momento, entiende, lo que muchos les cuesta entender, sólo Dios tiene el poder de librarnos de la angustia y de la persecusión. 

Es eso lo que está reconociendo David, el poder de Dios para sacarlo de su aflicción y por eso alaba a Dios. En medio del dolor, la angustia, la soledad, la persecusión, la traición y los muchos males que nos aquejan provocado por personas en las cuales en algún momento confiamos, es fácil desanimarse y caer bajo el peso de la circunstancia. Incluso, llegamos a ser condescendientes con quienes viven una situación tal, pero la lección de David es que es precisamente en esos momentos tan complejos donde no debemos perder de vista a Dios. El Señor nos invita a confiar en él, porque aunque no lo entendamos, Él busca la forma de sacarnos de allí, de manera justa, lo que significa que tampoco hace algo que pueda anular la voluntad humana.

Alguna vez leí el slogan: "Deja que Dios sea Dios en tu vida". Me sigue pareciendo un buen lema. Permite que Dios te libre. No te angusties, no te concentres en la prisión que te asfixia. Deja que Dios sea Dios. En su momento te librará de todo y cantarás aleluyas y alabanzas a él por esa razón.

¿Estás reconociendo a Dios en medio de tus aflicciones? ¿Estás dejando que tu mente se concentre en Dios y no en la aflicción?
 
© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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No hay que confundir




"Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo" (Salmo 142:6b) 

No hay que confundir, tener un puesto de autoridad no necesariamente da autoridad. Una cosa y otra no van, necesariamente, juntas. Muchos de los que ostenta poder, no tienen nada más que autorización para ostentarlo, pero en el fondo, son débiles y profundamente temerosos de perder la cuota de poder que tienen.

Con los años me he ido poniendo cada vez más desconfiado del poder, en el ámbito que sea. Desconfío de los dirigentes religiosos que maltratan a nombre de Dios, considero que son la encarnación del enemigo de Dios, porque quienes viven en función de la divinidad no pueden vivir otra cosa que la bondad de quien dicen seguir. Sospecho de los políticos, especialmente cuando hablan de la pobreza desde sus casas de lujo y sus automóviles. No le creo a casi nadie que ostenta algún tipo de poder, con los años, el escepticismo ha ocupado el lugar de la confianza. He visto tantos que aman el poder por sobre las personas que estoy hastiado de gente que dice que están al servicio de los demás, cuando en realidad, sólo piensan en sí mismos.

David experimenta en carne propia el abuso de poder y la megalomanía de alguien que fue elegido para servir y terminó convirtiéndose en un monstruo de varias cabezas. Saúl se convirtió en la metáfora de lo que se convierte un individuo que ha perdido de vista el verdadero significado del servicio.

David clama a Dios porque se sabe en desventaja, pero es un clamor que reconoce que Dios tiene más poder, por esa razón se dirige a él. Sin embargo, es preciso entender que Dios no maneja la conciencia de las personas ni menos determina sus decisiones, por esa razón, de pronto la divinidad se encuentra inerme frente a los abusadores que utilizan el poder para dar rienda suelta a sus desvíos morales y a sus depravaciones personales.

Bendito Dios que su poder lo ejerce con magnanimidad. El mejor ejemplo de ejercicio del poder es de Dios, porque pudiendo actuar como un megalómano caprichoso decide ser magnánimo.

¿Conoces realmente al Dios que dices adorar?


© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida


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¡Atiendeme!

 

"Presta atención a mis gritos, porque me encuentro sin fuerzas" (Salmo 142:6) 

Es difícil imaginarse lo que este versículo describe: "Gritos", y no a cualquier persona, sino dirigido a Dios mismo. Está escrito de una manera imperiosa: ¡Atiéndeme! ¡Escúchame! ¡Ponme atención! Está sin fuerzas, pero aún puede gritar. Seguramente a alguna mente de las que se ofenden aún de los que levantan la frente para hablar con Dios de manera audible se sentirán escandalizadas por esta falta de "reverencia" de parte de David. Sonrío al pensar en la cara de algunos legalistas que conozco escuchando a David gritar a voz en cuello pidiendo que Dios le ponga atención.

Me siento agradecido de saber que Dios está más allá de los estereotipos absurdos que se han inventado para describir a Dios. Tuve el privilegio de criarme en una congregación de gente que no temía hablarle a Dios con voz fuerte y ni siquiera se inmutaba si alguien decía: "Estoy enojado con Dios". Mi tío, que era el pastor de la iglesia, y uno de los pastores más amables y compasivos que he conocido, solía sonreír con amabilidad y siempre, invariablemente, terminaba dándoles un abrazo a los quejosos y recordándoles que Dios era capaz de escuchar los gritos y también los susurros, y que nada se le escapaba a su amor.

La tarea más hermosa que he tenido en mi vida ha sido ser padre. No dejaría esa labor por nada del mundo, es la experiencia más gratificante que he tenido, y a la vez la más estresante, angustiante y dura, pero la volvería a vivir mil veces si fuera necesario. 

Así como los padres estamos en la vida de nuestros hijos para estar presentes y atentos a sus necesidades, Dios, nuestro Padre infinito, inefable y extraordinario, quiere estar con nosotros siempre, aún en nuestros gritos y angustias. No nos dejará nunca, la sola idea de que él estará con nosotros a nuestro lado, aún en los momentos en que nos alejaremos de él, me llena de paz, de tranquilidad y de gratitud. Dios es maravilloso. Es un padre que no se asusta de nuestros gritos, sólo lamenta cuando nos alejamos, de nada más.

¿Estás yendo al Dios de amor, aún con tus gritos?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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Nadie que me defienda



"Vuelvo la mirada a la derecha, y nadie viene en mi ayuda. ¡No hay nadie que me defienda! ¡No hay nadie que se preocupe de mí! A ti clamo, Señor, y te digo: ‘Tú eres mi refugio; tú eres todo lo que tengo en esta vida’" (Sal 142:4-5) 

Mirar para todos lados y no encontrar ayuda es devastador. Es sentirse totalmente desamparado y con una sensación de precariedad que lastima el pecho de sólo pensarlo. David sentía impotencia, una sensación de vulnerabilidad al saber que no había nadie que pudiera venir en su ayuda. Es una experiencia muy fea.

Los amigos, los que alguna vez jugaron y rieron con él, los compañeros de tardes de música, los que oraron junto a él, los que le acompañaron en momentos de victoria y éxito, y que también estuvieron en sus derrotas... simplemente, no están, han partido, se fueron, son sólo un recuerdo vago.

Siempre ha sido así. Los verdaderos amigos no se prueban en los momentos de bonanza sino cuando arrecia la tempestad. Es el rey el que persigue, muchos saben que lo que Saúl está haciendo es injusto e incorrecto, pero es el que tiene el poder, la autoridad, el que manda... ¿Cómo hacerle frente? La cobardía a menudo puede más que la amistad y la lealtad, por eso los pseudo amigos de David se alejan, callan, se mantienen a una distancia prudente para no ser confundido como alguien cercano a David. En momentos de persecusión, los que nunca fueron amigos muestran su verdadera naturaleza, porque simplemente se alejan. En ese momento es cuando se sabe realmente quiénes son los amigos, los leales que no fallan, los que están. 

David, contaba con Jonatán, al menos, tenía el consuelo que él entendía su situación, aún cuando estaba en una situación incómoda frente a la lealtad que le debía a su padre. Pero, con su actitud demostró que era realmente un amigo. Sin embargo, llegó un momento donde David sintió que aún su amigo no estaba y allí entendió que Dios es siempre nuestro refugio, el que no nos abandona, el que es todo para nuestra vida. Esa certeza le dio fuerzas para salir y continuar, la misma que nos da a ti y a mi.

¿Estás aferrándote a Dios aún cuando tus amigos huyeron?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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Ante una trampa


"Señor, tú conoces mi camino: en el camino por donde voy, me han tendido una trampa" (Salmo 142:3b) 

No es fácil para David. Está huyendo y escondiéndose porque el rey, a quién consideraba una persona leal, el padre de su mejor amigo, lo ha convertido en su enemigo y procura cazarlo como si fuera una bestia. Esa sensación de huir de quien se mostró cercano y familiar, es simplemente, un momento amargo y triste.

El salmo expresa los sentimientos de David en medio de una persecusión implacable e injusta. Parece diluirse el David de fe, el que se enfrentarba a animales salvajes, el que se paró frente a Goliat. Pero lo que vive es distinto, y es eso lo que a veces no se alcanza a percibir con propiedad, una cosa es ser atacado por un animal o un gigante que no tiene nada que ver contigo, otra muy distinta, ser acosado por alguien que has amado y que ha tenido una historia común contigo. Lo primero es fácil de enfrentar, se toman las medidas y se actúa. Pero, ante la situación de ser maltratado por un amigo o persona amada, se produce una desazón tal que el individuo queda devastado porque es herido por quien menos lo espera.

En ese contexto David recurre a Dios y le dice "tú sabes quién soy, conoces mi camino", mira adelante "me han tendido una trampa". ¡Qué dificil! No es una trampa de enemigos, es de amigos, y esas son las más sutiles y también las más dolorosas. La forma en que está traducida parece no ser muy clara, otra versión dice: "tu conoces mi encrucijada" o "tu conoces el camino".

Dios sabe. Ve lo que tú y yo nunca podremos percibir con toda su magnitud. Estamos rodeados de peligros, de traiciones, de trampas tendidas por los que alguna vez se dijeron cercanos... En esos momentos, la incertidumbre y la perplejidad nos impide saber qué es lo mejor para hacer, pero David sabe que Dios conoce todo y por eso recurre tranquilo a él, sabiendo que Dios le dará la sabiduría para avanzar y salir de ese atolladero en el que está. El pedido es en sí mismo una promesa, Dios no nos deja solos nunca.

 ¿Estás llevando a Dios tus angustias y perplejidades para que te libre de las trampas del camino?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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En su presencia


"En su presencia expongo mi queja; en su presencia doy a conocer mi angustia cuando me encuentro totalmente deprimido" (Salmo 142:2-3)

La religión folklórica nos ha vendido tantas ideas tergiversadas sobre Dios que cuesta entender que el salmista vaya a la presencia de Dios para quejarse, o a dar a conocer su angustia cuando se encuentra totalmente deprimido. Se suele presentar a Dios como un megalómano enfermo de alabanza, que sólo espera que sus súbditos estén permanentemente dándole loas y panegíricos para que la divinidad se "sienta" halagada y conforme. Sólo pensar en esa idea se me revuelve el estómago porque es un concepto nacido no en la divinidad sino en alguna mente humana enfermiza, que espera eso para su desviada vida y lo ha proyectado en la divinidad.

David está angustiado y deprimido y además, tiene ganas de quejarse. Inspirado por Dios escribe, voy a su presencia a quejarme. ¡Qué maravilla! Ante tanto predicador vendiendo ideas absurdas de Dios este salmo resulta ser una bocanada de aire fresco natural y realista.

¿A qué mente se le puede haber ocurrido que ante Dios no hay que quejarse? ¿Qué mente tan perversa puede haber inventado que la angustia y la depresión desagradan a Dios y por lo tanto, frente a él, hay que tener siempre con una cara llena de risa, aunque por dentro tengas un volcán a punto de estallar?

La Biblia describe a Dios como padre, no puedo imaginarme a mi hijos no exponiendome sus aflicciones, de hecho, si alguno de ellos callara sus angustias me sentiría el más miserable de los padres por no ser capaz de prestar mi oido a sus tristezas. Si un padre humano siente que es su deber escuchar a sus hijos, ¿cuánto más Dios en su amor infinito e inefable?

Muchas veces me he sentido lastimado y herido y he encontrado refugio en la bondad de Dios que no se asusta por mis quejas, ni por mi angustia y menos por mis estados depresivos, al contrario, los entiende más que nadie porque Jesús sufrió tanta angustia mental que sus vasos capilares se rompieron y comenzó a fluir sangre junto con la transpiración. Dios entiende, son los fariseos los que no saben nada.

¿Has recurrido al Señor con tus angustias sabiendo que te escucha?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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Con fuerte voz


"Con fuerte voz clamo al Señor; con fuerte voz le pido misericordia" (Salmo 142:1)
 
Nunca he estado escondido en una cueva para proteger mi vida, como lo estuvo David, pero si he sido perseguido muchas veces y sé lo que significa ese sentimiento de desamparo que da el saber que personas que podrían hacer el esfuerzo por entendernos se ponen en nuestra contra y definitivamente, se convierten en nuestros enemigos más encarnizados.

En lo profundo de esa cueva, solo, sintiendose abandonado, triste, aletargado por escapar de tantas traiciones, clamó a Dios y lo hizo no en un suspiro sino con voz fuerte, probablemente gritando, con dolor, con la angustia que se siente cuando nos sentimos rechazados por quienes prometieron amarnos incondicionalmente. En ese momento de tristeza, lo único que David pide es misericordia.

La expresión hebrea que aquí se usa, janan tiene el sentido de compasión y también gracia. Significa buscar refugio en la maravillosa gracia de Dios que procura siempre, bajo toda circunstancia, mostrar a sus hijos su inmenso amor y bondad. Cuando todo falla, entonces, tal como lo entendió David, se puede recurrir al amparo de la gracia divina que no falla.

Lo triste en el caso de David y de muchos otros que han vivido experiencias similares, es que los que lo perseguían no eran desconocidos, sino personas que en algún momento se habían manifestado como sus amigos y compañeros. Tal vez, ese sea un dolor más profundo que si se es perseguido por enemigos que no se conocen o que no han vinculado con nosotros.

Dios no se enoja si gritas y clamas, al contrario, sin que lo sintamos Él pone sus manos amorosas en nuestra cabeza y luego nos abraza sabiendo que Jesús pasó por lo mismo. Dios nos entiende, se compadece de nosotros porque es cercano, no como lo quieren hacer aparecer quienes han hecho de la divinidad una caricatura macabra y terrorífica, sin entender que la esencia de Dios es su infinito amor que nos cubre con su gracia.

¿Estás buscando refugio en la gracia divina y en su amor infinito?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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¿Qué puede hacerme un simple mortal?


“Confío en Dios y alabo su palabra; confío en el Señor y alabo su palabra; Confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal? “ (Salmo 56:10-11)
La alabanza surge de una mente confiada. Cuando una persona está angustiada o amargada, no ve nada más que el problema que tiene al frente y no es capaz de levantar la frente para ver la luz detrás de la oscuridad. Su mente, está cegada por la dificultad por lo que alabar cuesta, como si se desangrara.

Nunca deberíamos juzgar la alabanza ajena, porque para llegar al momento de dar gloria a Dios, el individuo ha tenido que pasar por un túnel oscuro y lóbrego, para poder descansar en Dios.

La confianza produce tranquilidad y ausencia de temor. Nada ni nadie puede alterar a quien está confiado, ni aún “un simple mortal” como dice el salmista.

Es penoso que algunas personas se arroguen el derecho de decirle a otras personas cómo, cuándo y dónde deben alabar a Dios, sin darse a la tarea de intentar comprender qué ha vivido y por qué razón su expresión de alabanza es como es.

Un proverbio mexicano dice: “Nadie aprende en cabeza ajena” y esto vale también para la alabanza. Nadie puede decirle a otro cómo alabar, porque la alabanza y la adoración son experiencias nacidas en la intimidad y en la vivencia particular de cada individuo.

Una vez visité una cárcel, para acompañar el culto que realizaban un grupo de presos en una pequeña capilla que habían habilitado allí, en la prisión, en medio del horror que significaba ese lugar. Un cajón de manzana con un paño blanco encima hacía las veces de púlpito, donde habían puesto abierta la única Biblia que tenían. La sorpresa la viví a la hora de las alabanzas, uno de ellos hacía sonar de manera armónica dos cucharas, otro tenía una hoja de papel con un peine, otro tocaba un cajón, finalmente uno tenía una lata vacía que hacía sonar con un pequeño palo. Todo el resto acompañaba con palmas. En conjunto, sonaban como una hermosa orquesta, y sus rostros felices invitaban a la adoración. No parecía un penal, sino un lugar santo.

¿Estás juzgando la adoración ajena sin empatizar con su alabanza?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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Alabar porque si


“Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo” (Salmo 56:4) 

A veces pareciera que tenemos que tener un motivo especial por el qué alabar a Dios. Pero, ¿lo hay realmente? ¿Qué tal si pensamos que Dios merece nuestra alabanza simplemente porque es Dios, sin ningún beneficio o cosa que haya hecho por nosotros?

Temo que la religión de muchos no sea más que un trueque, donde parecemos decirle a Dios, “mira Dios, yo te alabo, siempre y cuando me bendigas con aquello que considero importante para mí”. ¿En qué se diferenciaría dicha actitud con la de un comerciante haciendo negocios, la consigna de esta actitud es: Yo te doy si tu me das. Pasando y pasando.

¿Necesita Dios nuestra alabanza? ¡De ninguna manera! Dios no es un narcisita megalómano que está a la espera de las alabanzas y panegíricos de sus hijos. Si Dios necesitara alabanza, en ese mismo instante dejaría de ser Dios.

La alabanza es una expresión de gozo que nace en una mente inteligente que percibe la grandeza de Dios. Alabar es, en este contexto, un gesto de admiración y reconocimiento de lo inefable que es la divinidad. “La alabanza no tiene [...] una motivación precisa vinculada al beneficio propio; se podría decir que se da gracias a Dios por el sólo hecho de su existencia” (Ravasi, 2002, 16).

Cuando el salmista dice que “confía en Dios” y alaba su palabra, no se refiere a la Biblia, sino a la existencia de Dios que se expresa y cuya voz ha acompañado al ser humano desde su mismo inicio. Quien conoce a Dios sabe cómo es su actuación y justicia, por esa razón, la segunda parte es tan decidora: “Confío en Dios y no tengo miedo”.

Es evidente que quienes tienen miedo a Dios, en realidad, no lo adoran. Toda adoración que es fruto de manipulación o miedo, simplemente, pierde toda su esencia. La verdadera alabanza nace en una mente libre y que actúa motivada por el amor de Dios sin preocuparse de las formas, sino del fondo: El inmeso amor a Dios.

¿Crees que tu alabanza está motivada por el amor o el temor?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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De la boca de los niños


“Con la alabanza de los pequeños, de los niñitos de pecho, has construido una fortaleza” (Salmo 8:2)

Me pregunto qué dirán los inquisidores del pensamiento y los guardianes de la alabanza ajena al leer este versículo. Niños pequeños y aún bebés de pecho alabando. ¿Cómo es eso posible? Eso rompe con los paradigmas que a menudo manejamos. Cuestionamos que un niño tenga la capacidad de entender qué significa alabar a Dios, hemos convertido la alabanza en una suerte de “dogma” que sólo la imaginamos dentro de un protocolo tan ordenado y carente de vida, que el sólo pensar en un niño de pecho alabando a Dios nos resulta casi imposible de pensar, pero no para el salmista David que no duda en ponerlos como protagonistas de la alabanza.

Algunos comentaristas sugieren que los “niños” y los “bebés de pecho”, que menciona el texto son metáforas usadas por el salmista para exponer la situación de aquellos que se contentan con la contemplación y no van más allá de eso, algo que parece sugerir Cristo cuando dice: “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

¿Qué hacen los niños que los hace tan especiales, en este texto, en el contexto de la alabanza?

Pues son ellos, auténticos, sin máscaras, sin aprendizajes que les impidan expresarse con naturalidad. Aún recuerdo el dilema que tenía con mis hijos pequeños, me sentaba al piano y me ponía a tocar alguna melodía o tomaba la guitarra y comenzaba a rasguear algún himno o cántico, e invariablemente, se ponían a aplaudir, felices, en ocasiones saltaban al ritmo de la música, simplemente, porque eran niños, sanos, sin prejuicios, naturales, limpios, sin ataduras artificiales. Luego, íbamos a la iglesia, y tenían que estar quietos, no se les permitía cantar con alegría, ni aplaudir, ni moverse... y a eso se le llamaba “reverencia”. ¡Qué difícil! En la casa, alegría, jolgorio y alabanza. En la iglesia, funeral, formalismo y apatía. Fue una larga lucha para que entendieran que lo realmente reverente era actuar con naturalidad y no con camisas de fuerza.

¿Realmente adoras a Dios con naturalidad y sin ataduras impuestas?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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Alabanza sin límites


“¡Alaben al Señor, naciones todas! ¡Pueblos todos, cántenle alabanzas! ¡Grande es su amor por nosotros! ¡La fidelidad del Señor es eterna! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!” (Salmo 117:1-2)

Aún no escribo esta reflexión y ya se que muchos reaccionarán, especialmente, quienes se han dado a la tarea de convertirse en censores de la adoración ajena. Hay quienes tienen normas para todo, y eso incluye, evidentemente, la alabanza.

En este tema en particular, es sorprendente la animaversión que suscita en quienes consideran que hay sólo un tipo de adoración posible y no aceptan que otras personas puedan expresar su devoción a Dios de una manera diferente a la que ellos sienten. Eso no sólo resulta desconcertante, sino que además, promueve un espíritu que nada tiene que ver con la tolerancia, el evangelio y la misión de paz que Dios encomendó a sus hijos.

El texto invita a que todas las naciones alaben al Señor, pero no dice como. De hecho, no hay ningún texto de la Biblia que diga como. Todos los versículos que suelen usar quienes pretenden normar la espiritualidad y adoración ajena, a menudo son sacados de su contexto o forzados para decir lo que ellos quieren.

Soy chileno, pero criado en el norte de mi país, por lo tanto, no me atrae tanto la música del sur ni del centro. Me agrada mucho la expresión cultural andina, con sus instrumentos tradicionales, la quena, la zampoña, la guitarra, el bombo y el charango. Su música me evoca mi niñez, el desierto y el altiplano, por lo tanto, cuando escucho música cristiana interpretada con dichos instrumentos, mi espíritu se eleva y mi conexión con Dios es diferente.

¿Quién soy yo para dictarle cátedra a otros que viven la alabanza de otra manera a partir de los contextos que han vivido? He viajado por casi todo el mundo, y he visto expresiones de alabanza tan diferentes a las mías que lo único que puedo agregar es ¡gloria a Dios! La diversidad es parte del plan de Dios. Un mundo sólo con flores rojas sería un mal espectáculo, de la misma forma, músicas que tuvieran la misma armonía y arpegios. Dios se goza con la diversidad.

¿Cuál es la manera de adorar que más te agrada?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
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