Equidad


“Entonces tú comprenderás la justicia y la equidad, la rectitud y todos los caminos del bien” (Proverbios 2:9)

Varones y mujeres no somos iguales. Física, psicológica y emocionalmente, somos diferentes, pero eso no implica superioridad ni inferioridad. Cuando se deriva a partir de la diferencia jerarquía o superioridad simbólica, eso es un insulto a la inteligencia.

En la ética se ha creado una expresión para explicar esta idea y es “equidad”. Equidad es un acto de justicia cuando hay imparcialidad en un trato o un reparto. Cuando se le da a cada uno lo que merece, sin consideración de ningún otro tipo, sino el actuar con justicia, se está ante la presencia de un acto equitativo. La inequidad de trato se produce cuando se le otorga a una persona una cualidad superior en desmedro de otra, simplemente, por consideraciones secundarias.

Ser varón o mujer, desde la ontología del ser, es un accidente. Tomando el concepto tal como lo definió Aristóteles, un accidente sería aquello que no define la esencia de la cosa, sino que puede o no estar, pero la cosa sigue siendo lo que es. Por ejemplo, ¿qué hace que una taza sea taza? Las hay de diferentes colores, tamaños y formas, pero una característica esencial de una taza es que ha sido pensada para “contener”. El color, la forma, el material de que está hecho, el tamaño son simplemente, accidentes que no alteran la esencia del ser “taza”.

Lo mismo ocurre con el ser varón o mujer, la esencia es la humanidad, querer derivar una diferencia ontológica que suponga que uno es superior a otro, no sólo es absurdo... es simplemente, inhumano. Es de justicia actuar con equidad. Es inequidad creer que Dios, ontológicamente, creó a un ser superior a otro. Es el absurdo teológico llevado a su máxima expresión. La equidad demanda que entendamos a varones y mujeres con los mismos derechos y deberes, ni más ni menos.

“La primera igualdad es la equidad” (Victor Hugo)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Equidad
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Pasamos


“Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, sólo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros” (Salmo 90:10)

Hoy es mi cumpleaños, y no lo digo para que me feliciten, sino para usar esta fecha como motivo de reflexión. Estoy entrando a la edad donde cada decisión que hacemos tiene un peso especial y uno se pone melancólico y tiene la tendencia a recordar más.

Nací en Campo Quijano, en Salta, Argentina. Lugar que no he visitado nunca. Me crié en Chile, en la ciudad de Iquique, lugar que considero mi ancla a tierra, el lugar donde tomé las decisiones más importantes de mi vida, entre ellas, el aceptar ser cristiano.

He recorrido medio mundo. Visitado lugares recónditos y conversado con gente de las más diversas etnias. En un aeropuerto siento una gran expectación, porque se avecinan experiencias nuevas y la posibilidad de conocer rincones diferentes. No creo que me canse de viajar.

He aprendido a amar la diversidad, los colores, los sabores, los idiomas, los parajes, la gente tan distinta unos de otros, pero tan semejantes en otros aspectos, porque cambia el lenguaje y el color de la piel, pero las problemáticas esenciales siguen siendo las mismas.

En cada tramo he aprendido algo. He cometido errores, pero no me arrepiento de haber creído, de haber viajado, de haber sido padre, de haber construido un proyecto de vida con mi compañera. De lo único quizá que me arrepienta es de no haber amado más, y en eso estoy, construyendo para la eternidad.

“Cada edad, desde la infancia hasta la vejez, tiene en cada uno de los hombres su propia hermosura” (Agustín de Hipona).

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Pasamos
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

La ignorancia no es pecado


“A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de su corazón, éstos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios” (Efesios 4:18)

Estaba de visita en un remoto lugar de las montañas de Chiapas, en México. Había sido invitado a una comunidad formada por la etnica xoxil. Las mujeres todas visten de manera similar, con largas faldas hechas de lana cruda negra, en verano e invierno, usan las mismas ropas. Llevan además hermosas blusas bordadas y se cubren con mantas del mismo color.

La institución que me había invitado tenía mucho interés en que les diera unas cuatro charlas sobre educación sexual y planificación familiar. Después de cada tema se podían hacer preguntas por escrito. Algunas de ellas eran tan simples que me quedaba asombrado, porque a ratos me parecía estar hablándole a un grupo de pre-adolescentes a los que hubiese que explicarles el ABC. Cuando llegó el momento de hablar de métodos anticonceptivos, las preguntas aumentaron de manera dramática. Muchas eran una mezcla de prejuicios, ignorancia y mitos. Tuve mucha paciencia con esa gente, porque ignoraban los rudimentos básicos de la planificación familiar, pero estaban allí y hacían preguntas porque querían aprender, eso hacía de su ignorancia algo tolerable porque honestamente querían saber.

El problema mayor es cuando alguien decide no salir de su ignorancia y prefiere quedarse con sus estereotipos, en ese caso, no hay mucho que hacer, es lo que Pablo califica como “dureza de corazón”, una forma metafórica de referirse a mentes cerradas que no quieren luz. El mayor peligro de la sociedad no es la ignorancia en sí, en tanto, las personas estén dispuestas a aprender. La mayor amenaza para la religión y la civilización es la mente que se cierra a aprender.

“Todo lo que se ignora, se desprecia” (Antonio Machado)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo La ignorancia no es pecado
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Una biografía difamatoria


“El Dios fiel, en él no hay maldad; es justo y recto” (Deuteronomio 32:4)

Marx Twain, el escritor norteamericano, que creó algunos libros importante de la literatura contemporánea, el año 1906 redactó el libro “Reflections on Religion” y allí dice: la “Biblia nos revela el carácter de nuestro dios con una exactitud minuciosa y sin remordimiento... Es quizá la biografía más difamatoria que haya sido impresa nunca. Hace de Nerón un ángel de luz por contraste”.

Cuando se lee una cita así dan ganas de llorar. De verdad, se ha distorcionado el carácter de Dios al grado de creer que es peor que uno de los genocidas más conocidos de la historia. ¿Por qué muchos tienen esa idea tan errónea de Dios? Lamentablemente, por causa de sus seguidores que llenos de violencia dicen hablar a nombre de Dios.

El siglo XXI se caracteriza por la resucitación del fundamentalismo religioso en toda su horrenda caricaturización de Dios. Al leer y escuchar a algunas personas que suelen hablar a nombre de Dios, definitivamente asusta. Soy un convencido que no se arman hoguerras y tribunales de inquisición, no porque no existan deseos de hacerlo, sino porque en la mayoría de los países civilizados la intolerancia religiosa no es aceptada, sin embargo, a veces llego a creer que sólo es cosa de tiempo para que algunos a nombre de Dios vuelvan a asesinar, torturar y provocar genocidios.

Basta mirar algunos grupos en las redes sociales para darse cuenta que la intolerancia religiosa es un peligro cada vez más real, una bola de nieve que crece sin parar. Dios es justo y recto, no estoy seguro que algunos de sus defensores lo sean. Sólo escuchar a algunos “cristianos” ante la oposición hiela la sangre.

“Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia” (Leon Tolstoi)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Una biografía difamatoria
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Ni comida ni bebida


“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:16-17)

Una pareja me invitó a almorzar. Acepté porque recién conocían el evangelio y las ocasiones sociales son un muy buen momento para compartir el evangelio. Jesús lo hacía continuamente.Sin embargo, no tomé la precaución de hablarles de mi alimentación. Al llegar me di cuenta que se habían esmerado. Una familia de clase media acomodada, que a todas luces querían dar buena impresión. Al traer el plato principal ella me miró con una gran sonrisa y me dijo:

—Preparé la especialidad de la casa, chuletas al horno. —El esposo me miró con una gran sonrisa como diciendo, ¡es verdad!

Miré lo que tenía al frente. Me recriminé en silencio por no haber hablado antes, pero tomé el cubierto y con una gran sonrisa me dispuse a comer. Era la primera vez que ponía carne de cerdo en mi boca, debo confesar que la encontré deliciosa, decir otra cosa sería mentira.

Meses después, me invitaron a su casa porque querían conversar. Solemnemente me dijeron, “estamos compungidos, nos enteramos que usted no come carne, menos cerdo, nos sentimos mal. ¿Por qué no nos dijo?” Le contesté que la había visto tan contenta y que no quise hacerla pasar un mal momento. Ella me miró muy seria, se le llenaron los ojos de lágrimas, se puso en pie y me abrazó mientras me decía “gracias”. Luego agregó, “si me lo hubiera dicho en ese momento, tal vez me habría enojado y lo más probable es que no hubiera querido saber más. Le agradezco”. Al tiempo entregaron su vida a Dios.

El extremismo no lleva personas a Cristo. Sigo vivo. No me morí y ellos, conocieron al Jesús que llamaban “comilón y bebedor”.

“El fanatismo es la mezcla altamente explosiva de extremismo e imaginación” (Herbert Von Karajan)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Ni comida ni bebida
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

El pragmatismo amoroso de Pablo


“Porque si por comer de algo haces daño a tu hermano, ya no te guías por el amor. Que tu comida no sea causa de que se pierda aquel por quien Cristo ha muerto” (Romanos 14:15)

Pablo tenía argumentos, habilidad, y autoridad para denostar a quien quisiera. Podría haber caricaturizado y atacado violentamente a quien se opusiera a sus ideas, pero no lo hizo, al contrario, tuvo un pragmatismo amoroso que impresiona. Uno de sus consejos a la comunidad cristiana de Roma es una idea digna del bronce.

La exhortación es clara “que tu comida no sea causa de que se pierda aquel por quien Cristo ha muerto”. ¿Por qué razón algunos no entienden este consejo tan directo y claro? Hay cristianos que han hecho de la comida y el beber, el centro de su religiosidad, y atacan sin piedad a todo aquel que no come ni bebe con ellos, como si la salvación dependiera de la alimentación.

Es cierto, hay que buscar la alimentación más sana posible y alejarse de todas aquellas bebidas que de algún modo afecten nuestra mente y nuestra vida, pero, ¿hacer de eso una cruzada en contra de todos los que tienen una mala alimentación? ¿Cuándo Jesús habló de alimentos y de bebidas como el centro de su mensaje?

La escritora Anne Lamott con ironía dice: “Se puede asumir con cierta seguridad que uno ha creado a Dios a su propia imagen cuando resulta que Dios odia a toda la misma gente que uno”. Es lamentable, pero tiene toda la razón. Algunos cristianos, imbuidos de un celo poco sano y templado, atacan a todo aquel que no cree como ellos, y en esa tarea terminan dando la imagen de que odiar es propio de cristianos y de paso, alejan a personas que con otra actitud bien podrían escuchar el mensaje de salvación.

“El primer paso de la ignorancia es presumir de saber” (Baltasar Gracían)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo El pragmatismo amoroso de Pablo
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Una y otra vez


“Por lo tanto, cada uno de nosotros tiene que dar cuenta a Dios de sí mismo. Así que no nos juzguemos ya más unos a otros; al contrario, procurad no poner obstáculo o escándalo al hermano” (Romanos 14:12-13)

Una de las mayores conquistas del derecho internacional, consagrada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es la libertad de conciencia. La facultad, dada por Dios, de creer sin cohersión ni persecusión de ningún tipo. Creer libremente y ser tolerado, no importa cuál sea la creencia que se tenga.

No obstante, y aún cuando Jesús de manera explícita señala que no se debe juzgar y Pablo lo repite en varias ocasiones, muchos cristianos han hecho del juicio a otros, su acción predilecta, sin darse cuenta que eso ocasiona un tremendo daño para el cumplimiento de la misión.

Pablo señala en los versículos claves de hoy que cada uno dará cuenta a Dios por sí mismo, por lo tanto, el juzgar a otros, no sólo es una tarea inútil y peligrosa, sino que además, provoca escándalo y sirve de obstáculo a la vida de otros.

Hace poco escuché a un predicador popular, dar algunas declaraciones por qué los jóvenes abandonaban la fe y su énfasis estaba en la teoría y la doctrina. Trabajo con jóvenes, de hecho, he realizado la mayor parte de mi ministerio con jóvenes, y creo que la opinión de que si se tiene una doctrina más sólida y los jóvenes aprenden más, eso los mantendrá en la fe, es absurda. Las personas jóvenes abandonan la fe desilusionados porque lo que ven en los adultos es una discrepancia entre el mensaje hablado y el vivido. Porque ven a adultos que dicen amar a Dios y al prójimo, pero se comportan como verdaderos lobos con quienes tienen opiniones diferentes, y eso, desanima a cualquiera.

“Hay gente dispuesta a defender la libertad hasta que no quede de ella el menor vestigio” (Heinar Kipphardt)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Una y otra vez
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

¿Necesita Dios defensa humana?


“¿Creéis favorecerle al ser parciales? ¿En defensa de Dios discutís?” (Job 13:8)

Se suele citar profusamente el libro de Job, aún, cuando la mayor parte del libro no es citable, por contener gruesos errores que son parte de la distorción teológica que existía en la mente de los amigos de Job. De hecho, ellos protagonizan la más extensa defensa de Dios que existe en la Biblia, pero la mayor parte de sus conclusiones están erradas. Están puestas en la Escritura, simplemente para que aprendamos a contrastarlas con la verdadera esencia de la divinidad.

Existe la moda de “defender” a Dios, como si la divinidad necesaria de alguna defensa humana, sólo plantearlo parece una idea absurda, seres finitos intentando defender a un ser todopoderoso, sería algo así como el cuadro de una hormiga queriendo defender a un elefante.

Pongamos los hechos en perspectiva. En ninguna parte de la Escritura nos dice que Dios necesite que lo defiendan, al contrario de la humanidad que estaría perdida sin la defensa de Dios.

Por otro lado, Dios es todopoderoso, ¿por qué habría de necesitar que seres humanos finitos, imperfectos y a menudo desatinados, le defendieran? Muchas apologías de Dios son burdas formas de expresiones vacías de sentido, que a menudo, producen más bien rechazo que aceptación de Dios. Además, cuando los cristianos se enfrascan en reyertas donde ofenden, satirizan, maldicen, insultan o motejan, lo único que hacen es traer más oprobio a Dios y a su causa.

Dios es suficientemente poderoso para defenderse solo, quienes son creyentes harían bien en imitarle en bondad y misericordia, que es lo que finalmente abre mentes y dispone a la gente a escuchar.

“En una discusión, lo difícil no es defender nuestra opinión, sino conocerla” (André Maurois)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo ¿Necesita Dios defensa humana?
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Discusiones tontas


“Al hombre que fomenta la división amonéstale una y otra vez; y si no te hace caso, apártate de él” (Tito 3:10)

En esta serie de análisis que venimos haciendo por varios días, la pregunta que debemos plantearnos es ¿de qué división está hablando Pablo? Es la clave de este texto, porque se lo ha utilizado durante mucho tiempo como argumento en contra de los detractores del pensamiento particular. El hecho de que alguien tenga una perspectiva diferente a la mía, no significa necesariamente que esté causando “división”. Pensar distinto es un don, creer que todos deben pensar de la misma manera es un gravísimo error que sólo gesta intolerancia, persecusión y fanatismo.

Pablo le escribe a Tito, un joven líder que él ha formado y le da instrucciones específicas sobre problemáticas locales. Si no se entienden dichos problemas, entonces, la utilización de este texto puede estar sesgada.

En el versículo anterior le aconseja evitar “las cuestiones tontas, las genealogías, las discusiones y polémicas sobre la ley, pues son inútiles y vanas” (9). Pablo advierte sobre polemizar sobre aspectos que él no ha enseñado y que sólo desvían la atención de la verdadera piedad práctica, tal como lo menciona en el versículo 14. Por eso no teme llamarle “asuntos tontos”.

En el versículo 2 le ha dicho a Tito que le diga a la comunidad que lidera que “no hablen mal de nadie, que sean pacíficos, comprensivos y sumamente amables con todo el mundo”, algo que muchos apologetas han olvidado, lamentablemente. Por lo tanto, el contexto de alejarse es de quienes no quieren actuar de ese modo y obran de una manera impropia, con actitudes que nada tienen que ver con el evangelio.

“Hay velas que lo alumbran todo, menos su propio candelabro” (Friedrich Hebbel)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Discusiones tontas
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Juzgar a los de dentro


“A mí no me corresponde juzgar a los de fuera. Pero a vosotros sí os corresponde juzgar a los de dentro” (1 Corintios 5:12)

Quienes usan el “texto prueba” creen que cada palabra de la Biblia contiene un mensaje, desconectado del contexto en el que fue escrito. Por esa línea de pensamiento, abundan las contradicciones y la utilización de preconceptos e ideas preconcebidas para “analizar” la Biblia. En realidad, quienes obran así encuentran en la Escritura sólo lo que sus pensamientos previos les permite ver. Desconocer el contexto es arriesgarse a hacer decir a la Biblia lo que no dice.

La carta a la comunidad cristiana de Corinto, la ciudad con mayor depravación de tiempos de Pablo, sufría por algunos que pretendían ser cristianos sin dejar el estilo de vida depravado que mantenían. En el mundo antiguo existía una palabra para referirse a las desviaciones sexuales, y éste era “corintiar”, porque evidentemente, aún los no cristianos se daban cuenta del desenfreno que había en ese lugar.

Pablo es específico, habla de una carta que no nos ha llegado, donde les dice evitar a personas con conductas depravadas, pero sólo a quienes “presumen” de ser cristianos, pero en realidad son “lujuriosos, avaros, idólatras, calumniadores, borrachos o ladrones” y agrega su frase más usada por “apologetas”, “con éstos, ni comer” (ver. 11). Es evidente que está reaccionado a un tipo de persona que tiene una religiosidad falsa y está queriendo que la congregación no se contamine con dichas prácticas. En ese sentido, es un “juzgar” en base a evidencias de conductas. Utilizar este texto para quienes son cristianos sin dichas prácticas, sólo es falsear el pensamiento paulino.

“Sólo juzga bien quien sopesa y compara, y cuando pronuncia su sentencia más dura nunca abandona la caridad” (William Wordsworth)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Juzgar a los de dentro
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Apariencia de religiosidad


“Los cuales tienen una apariencia de religiosidad, pero en realidad están lejos de ella. Apártate de ellos” (2 Timoteo 3:5)

Otro texto clásico utilizado por defensores de la fe cristiana en contra de quienes no creen exactamente como ellos es el dado por Pablo a Timoteo. Nuevamente tomado fuera de contexto. Basta sólo una lectura a los textos precedentes para entender que el apóstol está dando, en primer lugar, un consejo local que muchos han convertido en universal, y en segundo término, previniendo sobre el contexto socio-cultural que habría “al fin del tiempo”, una frase difícil de entender, porque sabiendo que Pablo esperaba la segunda venida de Cristo para sus días, lo más probable es que esté pensando en un corto periódo de tiempo, de su época, no de dos mil años después.

¿De quién apartarse? Pues la descripción que da Pablo es clara, de individuos que a todas luces muestran desdén por el cristianismo y muestran una religiosidad falsa, porque sus actos los delatan. Son, según la opinión de Pablo, individuos “egoístas, amigos del dinero, altivos, orgullosos, blasfemos, rebeldes con los padres, ingratos, injustos, desnaturalizados, desleales, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos de todo lo bueno, traidores, temerarios, obcecados, más amigos de los placeres que de Dios” (2-4), luego agrega, “se introducen en las casas y cautivan a mujerzuelas cargadas de pecados; que se dejan llevar de toda clase de concupiscencias, que siempre están aprendiendo sin poder llegar jamás al conocimiento de la verdad” (6-7). A esas personas evita, ¿usted las evitaría? Yo al menos si, sin duda. Utilizar el versículo 5 y aplicarlo a cristianos comprometidos, simplemente porque opinan diferente de mi, es por decir lo menos, una forma burda de usar la Biblia.

“La iglesia nos pide que al entrar en ella nos quitemos el sombrero, no la cabeza” (Gilbert Keith Chesterton)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Apariencia de religiosidad
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

El que no quiera trabajar


“Hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo os mandamos que os apartéis del hermano que no quiera trabajar y no se porte de acuerdo con las enseñanzas que habéis recibido de nosotros” (2 Tesalonisenses 3:6)

Ya hemos dicho que al desconocer el contexto, se le hace decir a los autores lo que estos no expresaron, lo que constituye un problema muy serio en el uso del texto bíblico.

¿De qué está hablando Pablo en el texto mencionado hoy? Algunos han interpretado que hay que apartarse de quienes “no trabajan” en la obra de Dios y que no siguen las enseñanzas de la iglesia.

El problema es que eso no dice el contexto. Pablo está refiriéndose a personas perezosas y que literalmente no quieren trabajar, y se aprovechan, en este caso de la comunidad de Tesalónica para recibir la ayuda que la iglesia otorga a viudas, huérfanos y necesitados.

La enseñanza a la que alude Pablo en el versículo no son doctrinas ni nada por el estilo, sino el ejemplo que él y sus compañeros de predicación han dado, por esa razón agrega a continuación: “Bien sabéis lo que debéis hacer para seguir nuestro ejemplo. No vivimos entre vosotros sin trabajar, ni comimos gratis el pan de nadie, sino que, con sudor y fatiga, trabajamos de noche y de día para no resultar gravosos a ninguno de vosotros; y no porque no tuviéramos derecho, sino porque queríamos daros un ejemplo que imitar” (7-8).

Por lo tanto, el asunto es puntual y no universal, y expresa una idea en relación a quienes se aprovechan de la bondad de los hermanos de la iglesia. En ese contexto, tiene sentido, sacarlo de esa idea es hacerle decir a Pablo algo que él no expresa.

“La Biblia es una maravillosa fuente de inspiración para los que no la entienden” (George Santayana)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo El que no quiera trabajar
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Juicio justo


“No juzguen por las apariencias, sino juzguen lo que es justo” (Juan 7:24)

Nada ha dañado más el estudio de la Biblia que el “texto prueba”, es decir, sacar una frase o incluso una palabra de su contexto y utilizarla para fines que el intérprete estime conveniente.

Jesús dice claramente que no debemos juzgar (Mateo 7:1-2; Lucas 6:37) y Pablo repite la misma idea en un tono aún más fuerte (Romanos 2:1). Es de una claridad meridiana, no debemos juzgar.

Pero, hay quienes utilizando el texto de Juan 7:24 dicen, “no, Jesús enseñó que debemos juzgar con juicio justo”. Es decir, da la impresión de que Cristo se estaría desdiciendo de sus palabras y habría autorizado a juzgar a los demás con precaución, lo que sería “juicio justo”.

Lo que estas personas no hacen es leer el contexto. Cristo está reprendiendo a quienes no entienden lo que él hace. En primer lugar, tiene que lidiar con sus hermanos que no creen en él (Juan 7:3-5), ellos insisten en que Jesús se “muestre” y él señala que aún no es su hora. Luego Cristo participa en secreto de la fiesta de las cabañas.

A mitad de semana Jesús va al templo a enseñar y eso provoca la admiración de quienes lo escuchan, pero también su rechazo y mofa. Cristo intenta razonar con ellos y los reprende diciendo “no juzguen por las apariencias, juzguen con juicio justo”, en otras palabras, piensen antes de hablar, examinen las evidencias, reflexionen en sus palabras porque pueden no estar diciendo lo correcto. Nada tiene que ver el uso de ese texto con que nos alcemos para juzgar, la amostación de Cristo de no juzgar sigue estando vigente y éste texto no sirve para tirar por tierra las palabras de Jesús. Decir que Cristo está autorizando a “juzgar” con juicio justo es simplemente no leer la Escritura.

“Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio” (Leonardo Da Vinci)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Juicio justo
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Un Dios sanador


“Yo soy el SEÑOR tu Sanador” (Éxodo 15:26)

Para los que leen la Biblia de manera superficial les cuesta entender que lo más valioso de la Escritura está en los detalles, esos que no se pueden observar con una mirada rápida y descuidada.

La palabra hebrea que se utiliza en este versículo para “sanador” es rafa, cuya mejor traducción sería “enmendar”. Era una expresión utilizada fundamentalmente en las tareas de costura. Significa enmendar, puntada a puntada, un tejido roto. Todo el que ha hecho o visto como se hace ese trabajo, sabe que es una labor que demanda tiempo y delicadeza. No se remienda una pieza de ropa a las apuradas, sino con puntadas bien hechas y sabiendo que si no se hace un buen trabajo el resultado puede ser desastroso.

Me gusta imaginarme a Dios como el tejedor de mi vida, el que me va remendando puntada a puntada, y de esa forma, termina sanando mis heridas más profundas y curando los dolores más arraigados. Dios con una aguja, con paciencia, tomando el hilo y cociendo donde se ha descocido el hilo y dejándolo de tal manera que sólo un ojo experto puede darse cuenta que allí hubo un daño.

Admiro a los artesanos y artesanas que tienen la habilidad de tomar un tejido destruido y repararlo de tal modo que queda como nuevo. Lo mismo hace Dios con nosotros. Nos toma en sus manos cariñosas y nos restaura. Nos deja como nuevos. Personas renovadas y renacidas. El negocio de Dios es la restauración, nunca deberíamos olvidarlo, especialmente si escuchamos a cristianos mal enfocados que presentan a un Dios que busca quebrantarnos, cuando Dios hace todo lo contrario, busca unir los pedazos de nuestra vida para darnos paz y la sensación de plenitud que tenemos al sabernos sanos.

“Dios no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón” (Jorge Bergoglio)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Un Dios sanador
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

El Jesús que viene


“—Vengan a desayunar —les dijo Jesús” (Juan 21:12)

Al otro día de la muerte de Jesús Pedro estaba tan agobiado por lo que había hecho que no se le ocurrió mejor cosa que ir a pescar. Invitó a Juan y Jacobo, éste último era pescador, Juan debe haber sido un aprendiz. Vinieron también Natanael que era levita y Tomás que era albañil, y otros dos que no son mencionados.

¿Por qué se fue a pescar? Tal vez porque necesitaba la tranquilidad del mar en la noche o probablemente, porque se sentía indigno y pensaba que debía volver a su antiguo oficio porque ya no tenía lugar entre los discípulos.

La cosa es que pasaron toda la noche y no pescaron nada, cosa extraña para dos avezados como eran Pedro y Jacobo. Cuando ya amanecía se dirigieron a la orilla y un hombre al que no conocieron les gritó preguntando si tenían algo de comer, a lo que respondieron negativamente. Entonces, el forastero les dijo que tiraran la red a la mano derecha. El resto es historia, tenían tantos peces que apenas podían ponerlos en la barca.

Juan fue el primero en reconocer a Jesús y Pedro, el atarantado, el que no pensaba lo que hacía, se tiró al agua y nadó hasta la orilla. Cuando llegó no hubo reproches, ni reprimendas, ni siquiera una llamada de atención, lo único que hizo Jesús fue darles desayuno que él mismo había preparado: Pescado y pan.

Estamos tan acostumbrados a que nos digan que hay que ir a Jesús que nos olvidamos que la mayoría de las veces es él el que toma la iniciativa de acercarnos, viene cuando estamos más mal y nos prepara el desayuno, para mostrarnos su amor y su perdón, nunca su enojo.

“El débil nunca puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes” (Gandhi)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo El Jesús que viene
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Una iglesia restauradora


“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1)

El trabajo de un restaurador es delicado, lento y sumamente especializado. Cuando no se hace bien, puede quedar un desastre como el que ocurrió con Cecilia Giménez en Borja, España, una mujer de 80 años que, con buena voluntad, pero nada de preparación, intentó restaurar una pintura de más de un siglo de antigüedad titulada “Ecce Homo”, obra del pintor Elías García Martinez. El asunto, con ribetes de escándalo, se ha convertido en el hazmerreir de todo el mundo.

Una comunidad cristiana, comprometida con los valores de Jesús, será una congregación restauradora, que recibirá a heridos y enfermos, con el fin de ayudarles en el proceso de restauración.

Un especialista en restauración tarda años en prepararse para realizar el laborioso trabajo de restaurar obras de arte. De la misma manera, una comunidad cristiana que de verdad entienda su tarea, buscará de todas las formas posibles el estar preparada para restaurar a quienes han fallado o luchan con tendencias adquiridas o heredadas.

El antes y el después de la restauración del cuadro de Borja
Es muy común decir “dejémosle a Dios que haga su trabajo”, esa es una media verdad, y por lo tanto, es falsa. Lo real es que la tarea de restauración tiene dos brazos: La comunidad cristiana imbuida del amor de Dios y el poder del Espíritu Santo que da a todos, el poder para construir y restaurar. Los creyentes se convierten en la práctica en los brazos de Dios para acoger al angustiado y a quien padece necesidad. Comunión con Dios que se refleja en comunión con otros.

“Cuando aprendemos de la experiencia, las cicatrices del pecado nos pueden conducir a la restauración y una intimidad renovada con Dios” (Charles Stanley)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Una iglesia restauradora
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Comunión de hermanos


“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14)

Soy el mayor de una familia de cinco hermanos. El que sigue de mi, Rubén, es pastor de una iglesia Bautista; luego viene Juan Carlos que se dedica a la artesanía, al tatuaje y a los piercing, como comerciante y rockero; luego, venía Joel, un deportista de elite que murió a temprana edad y que pertenecía a la iglesia Asamblea de Dios; finalmente, mi hermana que es miembro de la iglesia Bautista, pero de una corriente diferente a la de mi hermano, y que es comerciante, dueña de una librería cristiana. Todos ellos, son mis hermanos. Con ideas y formas de vida diferentes, pero hermanos al fin.

Nos tratamos con respeto. Más de alguna vez hemos peleado por cuestiones familiares, pero seguimos siendo hermanos y nada ni nadie va a cambiar eso. El amor que sentimos unos por otros supera cualquier diferencia que podamos tener. Somos familia y eso es un lazo más fuerte que cualquier idea distinta que tengamos.

Temprano en el cristianismo los miembros de la llamada Iglesia Primitiva (que de primitiva tenía muy poco), comenzaron a llamarse “hermanos”. No eran camaradas, ni compañeros, ni compadres, ni socios, se sentían parte de una misma familia y actuaban como tal. Cada uno velando por su hermano y sintiendo que cada hermano y hermana era una parte esencial de su vida.

Cuando el sentido de hermandad no está presente en una congregación, no importa cuán verdadera sea su doctrina, no sirve de nada. La teoría no reemplaza a la práctica de la comunión entre hermanos. Si estamos allí para ayudarnos y compartir juntos en las buenas y en las malas, ese es un testimonio que nadie puede negar.

“Tenemos que vivir juntos como hermanos o perecer juntos como necios” (Martin Luther King)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Comunión de hermanos
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

La religión de Pedro


“Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22:62)

Pedro cometió una falta similar a la de Judas, y en muchos sentidos, con mayor agravante. Negó y traicionó a Jesús en dos ocasiones y de manera pública. Cuando entendió lo que había hecho y observó la mirada de Jesús se alejó del lugar donde estaba siendo juzgado Cristo y lloró amargamente. La pregunta es, ¿por qué no se suicidó como lo hizo Judas? ¿Qué lo hizo tener otra actitud?

Por otro lado, ¿cómo se enteraron los demás de lo que había hecho si en el momento de negarlo no había ningún otro discípulo?

Vamos por lo primero. De algún modo la religión que vivía Pedro era más sana que la que vivía Judas. Ambos erraron en lo mismo. Sin embargo, uno se ahorcó y el otro se convirtió en un referente obligado del cristianismo. ¿Qué hizo la diferencia?

Tengo la convicción de que Pedro logró captar el sentido de la gracia, algo que Judas nunca logró entender a plenitud. Mientras que Pedro comprendió que podría llegar a ser perdonado, Judas se sumió en la angustia y el resentimiento, al grado de llegar a quitarse la vida.

No es un juego. Una perspectiva equivocada de la religión puede llevarnos a la destrucción. Sin embargo, cuando estamos en el camino correcto, sabemos que el error, aunque doloroso, no nos va a hundir. Es posible levantarse y seguir caminando con la frente en alto.

Cuando todo hubo pasado, Pedro, seguramente con mucha emoción le contó al resto lo que había hecho. No era algo para estar orgulloso, pero sabía que sería amado y apreciado, aún cuando había cometido un gravísimo error. Eso hace la comunidad cristiana, restaura.

“El individuo que ha pasado por un verdadero arrepentimiento está dispuesto a que se sepa que se ha arrepentido y que era un pecador” (Charles Finney)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo La religión de Pedro
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Comunidad de creyentes


“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros” (Hechos 2:42)

Me escribe una joven profesional y me dice: “Ya no soporto más. Me siento mal en mi iglesia. Hay tanta condena y siempre se están fijando en lo que hacen los demás, que no me siento a gusto. No sé qué hacer. Cada vez que asisto a alguna reunión es una especie de tortura”.

En otro tiempo le habría dicho: “Quédate. Haz la diferencia. Muéstales el amor de Cristo y actúa distinto”. Hace mucho que no doy ese consejo. La vida es muy corta y no vale la pena vivir triste por acciones que pueden evitarse. Mi respuesta actual suele ser: “Si haz hecho todo lo posible. Si eso afecta tu relación con Dios. Si te está haciendo mal. Busca otro grupo de creyentes, una comunidad donde te sientas acogida y amada”.

Una congregación cristiana no es un museo de santos. No se trata de reunirse a “adorar”, eso es simplificar el verdadero sentido de la iglesia. Un grupo de creyentes deben formar una comunidad.

La palabra comunidad viene de comunión, expresión que traduce el griego koinonía, que viene de la raíz koin que significa “lo que hay en común”. Sin embargo, también está vinculada con las palabras ”compañerismo”, “participación”, y “solidaridad”. Una congregación que falla en la comunión falla en la esencia misma de lo que se supone es un grupo de creyentes. No estamos para ser acusados, maltratados, o señalados, sino para ayudarnos mutuamente, tal como lo hacen quienes son compañeros y solidarizan unos con otros. Una iglesia que no tenga ese toque restaurador, no es comunidad cristiana, sino, sólo un grupo de gente religiosa, nada más.

“Eliminad de una comunidad la murmuración y la parcialidad, y se gozará de una paz perfecta” (Juan Bosco)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Comunidad de creyentes
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

El hábito de juzgar


“No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1)

Jesús fue meridianamente claro, “no juzguen” y agrego “a nadie”. No logro entender qué parte de la frase no entienden algunos cristianos. Me resulta un enigma la actitud de quienes leyendo a Cristo hacen exactamente lo contrario de sus indicaciones.

Quien juzga emite un veredicto y cuando lo hace se pone en un sitial superior, pues desde allí está decidiendo la condición de otra persona.

Se ha instalado en el mundo cristiano contemporáneo un tipo de persona que se siente capaz de juzgar y por lo tanto, de condenar a quienes viven y actúan de manera diferente a la que ellos consideran correcta. ¿Qué parte del evangelio desconocen para hacer eso? Simplemente, para empezar, a Cristo mismo quien dijo: Yo “no juzgo a nadie” (Juan 8:15). Hablemos claro, Jesús no juzgó a nadie, pero muchos de los que se dicen sus seguidores si lo hacen, eso los convierte en individuos que, o no entienden a su Maestro o simplemente, le enmiendan la plana haciendo lo contrario de sus enseñanzas.

Por el tipo de trabajo que realizo todas las semanas me toca interactuar con personas que tienen grandes luchas, de todo tipo, que se sienten solas, abandonadas, culpables y sin salida para sus problemas. El gran enigma al que me enfrento diariamente es ¿con qué cristianos los vinculo para que no se sientan juzgados? Nunca debería alguien hacerse esa pregunta, cuestión que me causa no sólo dolor, sino una gran tristeza. ¡Cristo no juzga a nadie! ¡Bendito Dios por eso!

“Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor y de su propia renuncia. Una cosa es suponer que uno está en el camino cierto; otra es suponer que ese camino es el único” (Paulo Coelho)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo El hábito de juzgar
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

El acusador


“Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios” (Apocalipsis 12:10)

Hay palabras que cuesta pronunciar por la carga cultural que tienen, una de ellas es “diablo”. Expresión que viene del griego “diábolos”. Está formada por “dia” (a través de) y “bolos” (tirar, arrojar). Está vinculada semánticamente a la idea de “tirar mentiras”, “sembrar rencillas” o “tirar unas personas en contra de otras”.

La expresión castellana “diablo” se formó a partir del vocablo latino “diabolus”, que es utilizada por primera vez por Tertuliano a fines del siglo II. En latín tiene el sentido de alguien que arroja algo a través o en medio de otros, de allí que la expresión sea sinónimo de alguien que divide o provoca reyertas. Por esa razón, en el mundo latino llegó a ser la expresión que se utilizaba para señalar al calumniador.

Un “diablo” es aquel que divine, el que provoca peleas, el que desune, separa, crea inquinas, ataca, acusa y calumnia. Es una expresión que se vincula con la labor que hizo Lucifer, y han venido haciendo a través de los siglos todos aquellos que tienen una religiosidad tóxica.

La expresión no está en el Antiguo Testamento, aunque su uso si se lo puede rastrear a escritos contemporáneos, no tenía el sentido que hoy se le asigna, sólo para individualizar al enemigo de Dios.

Todo aquel que utiliza formas incorrectas para interactuar con sus hermanos, es un “diablo”, especialmente, si acusa, juzga, condena, desune, siembra resquemores y odiosidades. Cuesta entender que dichas prácticas sean el común denominador de muchos “defensores de la fe”, por la forma no defienden a Cristo, sino a su enemigo.

“Ser amable con todos los que encuentras es pelear una dura batalla” (Platón)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo El acusador
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Hijos del diablo



“Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano” (1 Juan 3:10)

No hay cómo equivocarse, Juan da dos claves para distinguir a los que él llama “los hijos del diablo”. En primer lugar, “no practican la justicia” y segundo lugar, “no aman a su hermano”. Si aplicáramos esa simple regla, podríamos distinguir con total claridad a quién es de Dios y a quién no.

“Practicar la justicia” no tiene que ver con aparentar santidad o buscar vivir una obediencia a ultranza, porque en el fondo, eso se convertiría en una especie de justicia propia. Quien práctica la justicia actúa de acuerdo al “derecho” (Proverbios 21:3), eso significa que busca por todos los medios posibles hacer las cosas bien, apegadas a principios y valores que estén conforme a la volunta de Dios. Dónde está la justicia de acusar y condenar a otros? ¿Dónde el buscar crear pleitos y contiendas entre hermanos? Quiénes obran de ese modo hacen la tarea del diablo y no la de Dios.

En Miqueas 6:8 “practicar la justicia” se vincula con “amar la misericordia” y “humillarse frente a Dios”, evidentemente, nada tiene que ver con el orgullo que muestran algunos de los “defensores de la fe” que se han convertido, en la práctica, en lobos de sus hermanos.

El “amor al hermano” es la siguiente característica del hijo de Dios, que evidentemente está relacionada con “practicar la justicia”, es decir, obra en concordancia con lo que cree. Los apologetas de la fe contemporánea insultan, maltratan, mienten, se burlan, ironizan y calumnian a quienes no creen como ellos, y no se dan cuenta que hacen la labor del enemigo de Dios.

“No me da miedo la calumnia. Sólo me da miedo no amar al que la levanta contra mi” (Fernando Arrabal)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Hijos del diablo
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Una religión tóxica


“¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica” (Romanos 8:33)

Hace poco leí el testimonio desgarrador de una persona que terminó yéndose de una congregación religiosa por el sentimiento de culpa que sentía al saberse acusado y condenado por todos aquellos que se llamaban sus “hermanos”. Quisiera que fuera un caso aislado, pero lamentablemente no lo es. Es tan común que nos hemos acostumbrado a su maléfico accionar.

Judas vivió una religión de culpa y condena y eso lo llevo a la autodestrucción. La religión tóxica se caracteriza por lo mismo, por sembrar culpas y no liberación. Por hacer que las personas se sientan hundidas en su maldad y no libres de ella. Está enfocada en el pecado y no en la gracia, es como si se estuviese contemplando todo el tiempo la oscuridad de un túnel sin ver nunca la luz al final del camino.

Hay entre los cristianos quienes hacen el trabajo del diablo (palabra que viene de la expresión latina diabolos, “acusador”). Se llenan de soberbia y orgullo propia acusando a sus hermanos. Se sienten moralmente superiores cuando llevan a alguien al banquillo de los acusados. La “disciplina eclesiástica” que “supuestamente” tiene como fin redimir al pecador, se ha convertido, para esas personas, en el mejor lugar para dar rienda suelta a su diabólica actitud acusadora.

Una religión de condena y acusación a lo único que lleva es a la destrucción y al empobrecimiento de la gracia. Ante los acusadores es difícil ver la salida al final del túnel. Aún más, es sumamente complejo observar el doble juego del acusador, que pretende excusarse a sí mismo acusando a otros. No hay esperanza en medio de un juicio, por esa razón un cristiano que acusa, renuncia a Cristo que nunca juzga.

“Todos insisten en su inocencia, a toda costa, aun si ello significa acusar al resto de la raza humana y aun al cielo” (Albert Camus)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Una religión tóxica
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

La religión de Judas


“Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó” (Mateo 27:5)

Todos cometemos errores, algunos más graves que otros, pero al final del día no todos deciden ahorcarse por eso. Una pregunta inquietante es ¿por qué Judas decidió ahorcarse?

Definitivamente Judas no era una persona impetuosa ni realizaba sus actos sin pensar. Era un individuo inteligente, sabía lo que hacía y a menudo tomaba decisiones luego de profunda instrospección.

A lo largo de los siglos la tendencia ha sido condenar a Judas Iscariote, de hecho, por esa razón nadie llama a su hijo Judas, lo que es una clara evidencia del estupor que nos causa su vida y sus acciones.

¿Por qué se quitó la vida? Ayer decíamos que la perspectiva que tenemos de Dios marca nuestra vida y toda nuestra experiencia, incluyendo, no sólo la religión, sino todos los aspectos de lo que somos, hasta lo más íntimo.

¿Qué religión tenía Judas? A primera vista, por la acción extrema que tomó, una que no admite error. Una visión de la realidad cargada de culpa y condena. Una religión de acusados y acusadores, una visión de la divinidad donde prima la culpabilidad como el modus operandi.

Si hubiera vislumbrado un poco de la gracia y del amor misericordioso de Dios, lo más probable es que habría hecho lo mismo de Pedro, quien cometió exactamente la misma falta. Habría llorado amargamente y luego se habría refugiado en la gracia.

Lo triste es que aún hoy hay muchos que viven esa religión de culpabilidad que a lo único que lleva es a la autodestrucción.

“Nunca a nadie la falta una buena razón para el suicidio” (Cesare Pavese)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo La religión de Judas
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

El Dios que adoramos nos condiciona


“El Señor es un Dios santo. ¿Quién podrá presentarse ante él?” (1 Samuel 6:20)

No todos adoramos al mismo Dios. Dependiendo de la idea que tengamos de la divinidad será nuestra relación con Dios. Por lo tanto, lo que hay subjetivamente en nuestra mente, es más condicionante de lo que estamos dispuestos a aceptar.

Muchas de las imágenes que nos hacemos de Dios no necesariamente se corresponden con lo que Jesús vino a revelar (Hebreos 1:1). Algunos creen en un Dios que da un amor condicionado, eso los lleva a creer que sólo si obedecen a Dios y sus mandamientos serán ayudados y amados. Otros imaginan a Dios en terminos de exigencia y perfección, lo que los lleva a estar siempre temerosos de la divinidad, tal como la comunidad de Bet Semes, en el versículo de hoy.

Otros piensan en Dios como un ser vengativo y castigador, por eso que están continuamente pintando las penas del infierno, especialmente a quienes supuestamente no le adoran. Hay quienes ven a Dios como una divinidad que sólo busca sumisión irracional o que lo resuelve todo, como un papá universal que todo lo sabe.

La lista de ideas es de dimensiones inacabables. Lo que pocos entienden es que todas esas imágenes de Dios distorcionadas afectan toda la vida de los individuos en todas sus dimensiones. A nivel personal, familiar, social y religioso, el individuo, se ve invadido por ideas que nada tienen que ver con la religión sana y respetuosa de la persona humana. Esas son las creencias tóxicas que envenenan la vida porque tergiversan la mente.

“Las creencias tóxicas generan personalidades dependientes y sumisas, neuróticas y ansiosas, miedosas y pasivas; o bien personalidades agresivas, dominantes, vengativas, controladoras” (Wanda Rodriguez Mangual).


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo El Dios que adoramos nos condiciona
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Funeral en vez de fiesta


“Vale más ir a un funeral que a un festival. Pues la muerte es el fin de todo hombre, y los que viven debieran tenerlo presente” (Eclesiastés 7:2)

En mis días de estudiante había un personaje extraño en el colegio cristiano al que asistía. Vivía pendiente de las conductas ajenas y destilaba una religión amarga y opresiva. De hecho, aprendí el versículo que encabeza esta reflexión después que él lo repitió a un grupo de nosotros que estabamos conversando acerca del “Festival de Viña del Mar”, un concurso de música muy popular que se realiza en mi país. Como adolescentes que éramos sólo atinamos a reirnos de su reprensión, con el paso de los años, no me rio, me entristece. Siento dolor por quienes han hecho de la religión un funeral y no una fiesta.

El texto, sacado de su contexto, es mal usado. Salomón, con la amargura que le da contemplar el desastre de vida que ha tenido, pretende, a modo de lección vivencial, transmitir la pérdida de tiempo que significa vivir sólo en función de lo efímero. En el versículo 4 de ese mismo capítulo señala: “El sabio tiene presente la muerte; el necio sólo piensa en la diversión”. En otras palabras, la sabiduría está asociada a la comprensión de la fugacidad del tiempo eso no significa que debamos hacer de la religión un acto de amargura, porque de otro modo, Pablo estaría totalmente equivocado cuando nos llama a vivir la plenitud del gozo (Filipenses 4:4).

La vida es corta, vivirla lleno de amargura, no sólo es necio, también enferma. Una religión sana está llena de alegría, de plenitud y de gozo. Lamentablemente muchos viven su religión como si estuvieran continuamente en un responso funerario, ante una situación así, y al no poder hacer cambios, lo mejor es alejarse, porque vivir la religión de esa manera enferma.

“Llegamos a parecernos al Dios que adoramos” (Dennis Linn)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Funeral en vez de fiesta
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Responsable


“Levántate, pues ésta es tu responsabilidad; nosotros te apoyamos. ¡Cobra ánimo y pon manos a la obra!” (Esdras 10:4)

La palabra “responsabilidad” es de origen latino y tiene un significado interesante que muchas veces se pasa por alto. Es la unión de dos expresiones latinas: “res” y “habilis”, y se la usaba para referirse a la acción de “responder con habilidad”. El supuesto de la expresión es que sólo es responsable quien puede dar cuenta con habilidad de lo que hace.

Por esta misma razón, desde la ética del derecho, no se puede encauzar judicialmente a alguien que no sea capaz de responder con habilidad por sus propios actos. Una persona que no tiene sus facultades mentales normales no es “responsable” de sus actos.

Sin embargo, hay que cuidar de confundir ser incapaz de dar cuenta de los actos con irresponsabilidad, que es otra expresión. El origen de la palabra “irresponsabilidad” sugiere algo diferente. El prefijo privativo “in”, donde la n cambia por r por asimilación, viene de la expresión “ne” (negación). El prefijo “re” implica reiteración. El verbo “spondere” significa ofrecer o prometer. El sufijo bilis indica posibilidad y tad indica cualidad, así como en “autoridad o capacidad”. Por lo tanto, la palabra significa: “No tener la cualidad de poder responder a lo prometido”.

Una persona irresponsable es la que se compromete y no cumple, la que da cuenta de una grave falencia en su carácter al decir que hará algo y al final, no lo hace. Por lo tanto, la persona irresponsable es capaz de percibir su irresponsabilidad, al contrario de un enfermo mental que no es capaz de dar cuenta de sus actos. La pregunta es si estamos siendo educados para la responsabilidad o la irresponsabilidad.

“La libertad significa responsabilidad; por eso, la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo” (George Bernard Shaw)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Responsable
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

La ignorancia no es meritoria


“Debido a nuestra ignorancia no tenemos argumentos” (Job 37:19)

Isaac Asimov, quien escribió más de 500 libros, dijo: “Acabemos con Sócrates, porque ya estoy harto de ese invento de que no saber nada es un signo de sabiduría”. Su exasperación estaba relacionada con la mala utilización de esa frase de Platón atribuida a Sócrates: “Sólo sé que nada sé”, y que no tiene nada que ver con la ignorancia, al contrario, está escrita en el libro La apología de Sócrates y se refiere a un sabio que no está conforme con lo que sabe y siempre está buscando saber más, precisamente, porque es sabio. Sólo los necios se conforman con lo que saben.

En la Edad Media, por un propósito exclusivamente político, y con el fin de mantener a las masas en la ignorancia se inventó esa idea absurda de que los discípulos de Cristo era ignorantes, así que un cristiano no debería molestarse por aprender, Dios lo usaría igual.

Los discípulos no eran incultos. La mayoría hablaba dos idiomas y algunos hasta tres o cuatro, lo que los convertía en personas fuera de lo común. Con certeza siete de ellos sabían leer y varios podían escribir, lo que los ubicaba en el 1% de la elite de la época, donde el 99% de la población era analfabeta. Sólo tres de ellos eran pescadores, entre los demás habían dos comerciantes, un constructor, un recaudador de impuestos que además era rico y un sacerdote. Al menos dos de ellos, Andrés y Felipe, tenían ascendencia griega. Así que hay que parar ese absurdo de justificar la ignorancia por razón de los apóstoles.

Ignorancia y cristianismo se contraponen. No se alaba ni adora mejor en la ignorancia, al contrario. La falta de conocimiento imposibilita conocer mejor a Dios y su voluntad.

“Tu nivel más alto de ignorancia es cuando rechazas algo de lo cual no sabes nada” (Wayne Dyer)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo La ignorancia no es meritoria
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Herido por mis hermanos


“Son las heridas que me hicieron en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6)

No pasa una semana que no reciba una carta llena de insultos. Misivas irreproducibles cargadas de expresiones de desprecio. No conozco a ninguna de esas personas, nunca he hablado con ellas, pero lo más espeluznante es que el cien por ciento de los que me escribe para insultarme son cristianos, al menos eso dicen. ¿Qué he hecho para merecer su atención? Pues, sólo pensar diferente.

Muchos cristianos están al debe. No han aprendido a convivir con quien piensa distinto. Eso, que la psiquiatría considera un problema de salud mental, es propio de quienes viven una fe torcida y tóxica.

Puedo entender que un no creyente se enfade con mi pensamiento, aunque NUNCA he recibido una carta de un no creyente insultándome. Pero, no logro comprender la mente de un cristiano que desprecia y odia a quien no piensa como ella, y más aún, si dicen hacerlo por defender la fe “pura” de Jesucristo.

Jesús que dijo que seríamos conocidos por el amor que nos tenemos los unos a los otros, simplemente, no lo comprendería. Uno de mis sobrinos, universitario, también cristiano, pero de una congregación distinta a la mía, a quién le han escrito sobre mi, “advirtiéndole” sobre mis pensamientos me preguntaba hace poco:

—¿Qué se cree esta gente? ¿Qué tienen en la cabeza?

La misma pregunta me hago y la única respuesta que tengo es que creen ser guardianes de la fe, pero provocando que otros pierdan su fe. ¿Y en su cabeza? Pues, Cristo no está, eso es seguro.

“De sobra es conocida, en efecto, la falta de escrúpulos de todos los sectarios para componerse su propia apología a partir de su maestro” (Friedrich Nietszche)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Herido por mis hermanos
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Fe que salva


“—Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz” (Lucas 7:50)

A menudo estas palabras de Jesús dichas a la mujer que padecía de “flujo de sangre” o dicho en términos actuales, una menstruación que no paraba, han sido explicadas en el contexto de la “fe de la mujer” que se atrevió a tocar el manto de Cristo.

Sin embargo, hay otra lectura posible. Ella fue salvada y sanada, porque se atrevió a creer que Jesús no la discriminaría por ser mujer, que la entendería, que sabría de su dolor y del desprecio que experimentaba como mujer que padecía de una condición, que en su tiempo, se consideraba un castigo de Dios. No se equivocó. Cuando Jesús la puso en evidencia pública, lo que hizo fue restaurarla. Decirle a todos que ser mujer no es pecado. Que es preciso entender que para Dios no hay hijos de primera y segunda categoría.

¡Qué difícil dicho pensamiento para mentes recalcitrantes que ponen barreras a la condición de mujer! Ser varón no da mérito, porque nadie elige ser de un determinado sexo y, aunque cueste aceptarlo, tampoco Dios decide qué sexo tenemos. Es resultado de un proceso genético donde se conjugan múltiples factores, por esa razón, suponer que se es varón o mujer por designio divino y que aquello provee algún tipo de mérito, supone un error garrafal.

La mujer fue salvada en su condición de mujer. Entendió el valor que tenía como mujer. Lástima que muchas mujeres cristianas no lo entiendan porque han sido criadas en un contexto donde se les ha enseñado a aceptar la idea que nacieron para someterse a los varones y estar a la sombra del mundo masculino. En ese caso, su fe no las salva, las condena.

“Llamar a las mujeres el sexo débil es una calumnia; es la injusticia del hombre hacia la mujer” (Gandhi).

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Fe que salva
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

Vivir sin venganza


“No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levíticos 19:18)

Muchos creen, erróneamente, que las palabras finales de este versículo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, fueron pronunciadas por primera vez por Jesús, pero no, fueron dichas por Moisés y en un momento donde estaba vigente en toda su magnitud la ley del Talión, de hecho, ese es el contexto. Dicha ley estaba basada en la venganza, en provocar un dolor similar al que se había efectuado, de allí el clásico: “Ojo por ojo y diente por diente”.

En un contexto de venganza todos pierden. Si aplicamos la ley del Talión, al menos, se pierden ojos y dientes, y por esa vía el dolor nunca se acaba, va creciendo en espiral alimentando el resquemor y el odio.

Amar al prójimo no implica en absoluto un vínculo de relación de amistad o convivencia sino, no actuar de la misma manera, lo que comprendió muy bien Pablo cuando dijo: “No paguen a nadie mal por mal” (Romanos 12:17). El consejo es sabio, por la senda de la venganza el mal se acrecienta y no disminuye.

Amar significa no pagar con la misma moneda y parar la espiral de violencia que se forma cuando alguien decide vengarse. Violencia que genera conflictos tanto en el individuo que se venga como en quienes reciben dicha acción.

La venganza es como una pústula maloliente que se va ulcerando y gangrenando y no sana. Para que exista sanidad hay que ser capaz de avanzar y no se avanza con el rencor, al contrario. Amar, es decir, no vengarse, es la única vía saludable para superar el daño que otra persona nos ha hecho. Es de algún modo, la forma más sabia de actuar, para evitar más dolor y sufrimiento. Dios es sabio con su consejo.

“Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas” (Francis Bacon)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez #meditaciónmatinal #devocióndiaria
continue leyendo Vivir sin venganza
Comparte en:    Facebook Twitter Google+