Crecer en la gracia


“El que recibe instrucción en la palabra de Dios, comparta todo lo bueno con quien le enseña” (Gálatas 6:6)

Luego de afirmar que cada uno debe cargar con su propia responsabilidad, lo que implica dejar de acusar y condenar a otros, entendiendo que cada uno tiene algo que cargar, el apóstol hace un pequeño paréntesis para recordar la fuente de comprensión de esa responsabilidad.

Aparentemente no tiene nada que ver con la argumentación que viene tratando, pero no es así, es el centro de su planteamiento. ¿Cómo puedo saber mi responsabilidad? ¿Cómo puedo llegar a reconocerme en mi falta? ¿Qué entiendo por pecado y cómo sé qué debo hacer? Pues, muy simple, la instrucción en la palabra de Dios, es la que nos da luz al respecto.

En tiempos de Pablo sólo se tenía el Antiguo Testamento, que había sido ordenado y puesto en un canon por Esdras, el sacerdote que participó en la reconstrucción de Jerusalén luego del exilio. El criterio que se siguió fue elegir aquellas Escrituras que de un modo u otro, fueran un reflejo de la voluntad de Dios y mostraran el camino de la restauración humana. No fueron ordenados en un canon para condena, sino para salvación.

De hecho, el centro de la Escritura, incluyendo el Nuevo Testamento es la salvación. Es mostrar una y otra vez el regalo de Dios hacia el pecador. Por lo tanto, concentrarse en la Palabra nos ayudará a ser considerados con otros, sabiendo que Dios ha hecho todo lo posible para la salvación de todos. En la Palabra descansamos en el amor de Dios. Al compararnos con Dios sabemos que estamos faltos, pero al escudriñar la Escritura entendemos que en Jesús somos salvos.

“Lo que llamamos pecado en otros es un experimento para nosotros” (Ralph Waldo Emerson)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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