Salvador


“Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21)

Un buen amigo me preguntó sobre la salvación y me espetó sin anestesia: “¿Salvación de qué? Yo no pedí nacer en este mundo ni pedí a ningún Cristo”. Lo escuché y tuve que aceptar que los cristianos fallamos en explicar el sentido de la salvación. Al equivocar la explicación creamos un edificio conceptual que carece de sentido.

Para empezar, nadie eligió nacer en este mundo, por lo tanto, tampoco fue nuestra elección vivir bajo los condicionantes de la herencia, que sin duda, incluye el pecado y sus consecuencias. Si me hubieran preguntado, tendría que haber sido necio su hubiera elegido este mundo.

Por lo tanto, desde su propia factura ofrecernos salvación sin que tengamos que necesariamente sentir que debemos ser salvos, no tiene sentido, a menos claro que Jesús signifique algo diferente.

La herencia nos condiciona. Por mucho que no nos guste, es una determinante ante la cual es muy poco o nada lo que podemos hacer. A mi, me habría gustado nacer en otro continente, no en latinoamérica, me molesta la forma de pensar del latino que reacciona a partir de estereotipos, prejuicios y absurdos, sin darse el trabajo de pensar, eso en general, porque en nuestras tierras el pensamiento está secuestrado desde hace mucho por tiranos, tiranillos y aspirantes a dictadores.

La salvación es simple y llanamente una opción de vida. Dejar esta condicionante que no hemos elegido, y optar por otra vía que no conocemos bien, pero que es esperanzadora en medio de la miasma cultural que vivimos. Salvarse es elegir, ni más ni menos.

“El evangelio no es sólo una puerta por la que pasamos una vez, sino un camino por el que debemos andar cada día de nuestras vidas” (Jerry Cross)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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