“Puedo declarar en favor de ellos que muestran celo por Dios, pero su celo no se basa en el conocimiento” (Romanos 10:2)
Mi debilidad alimenticia son las galletas. Me gustan en todos los sabores y formas. Disfruto mucho comiéndolas, lástima que hay que consumir pocas porque sus calorías suelen pasarme la cuenta. El otro día encontré unas galletas que a todas luces se veían apetitosas. En su envoltorio decía “100% sin azucar”, cuando leí eso captó mi atención. Luego describía que era libre de transgénicos y de grasas saturadas. Eso abrió mi apetito. Entre sus componentes había harina integral y salvado de trigo. Las compré y decidí dejarlas para la merienda de la tarde. Estaba en mi escritorio, calenté agua para hacer una infusión y decidí comer mis galletas. ¡Qué decepción! ¡Estabán malísimas! Tal vez decir “malísimas” como superlativo es poco, tanto, que decidí, en un acto de desprendimiento fruto de la desilusión, bajar del edificio y llevarle las galletas a un par de perros que pasan sus días en las puertas del departamento, durmiendo y ladrando de vez en cuando. Les dejé las galletas y me fui a hacer un trámite. Cuando regresé una hora después, las galletas seguían en el mismo lugar: ¡Ni los perros las quisieron!
Esto ilustra algo que los Israelitas de tiempo de Jesús no entendían. No basta estar en lo correcto, ni tener la idea teológica adecuada, ni tener los componentes necesarios... Es importante que lo que se presenta sea comible o mejor dicho, digerible.
Muchos cristianos, llevados por su celo, terminan ofreciendo un producto que tiene los componentes necesarios, pero es tan feo al paladar que nadie acepta lo que quieren entregar, aún cuando sus componentes sean tan sanos como mis galletas “100% integrales”.
No basta estar en lo correcto. Pablo dice de los Israelitas: “Su celo no se basa en el conocimiento” y luego agrega lo que les falta a sus componentes, aparentemente, correctos. Sencillo: No conocen la verdadera justicia que proviene de Dios y procuran “establecer la suya propia”. Un hermoso mensaje de salvación que se pierde porque no buscan exaltar a Jesús, sino la justicia propia que domina sus vidas y marca el sendero por el que han decidido andar, ufanados de tener verdades, pero desprovistos de la justicia de gracia que proviene de Dios. Triste actitud que aún persiste.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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