En segundo plano


“La hermana del niño se quedó a cierta distancia para ver lo que le pasaba” (Éxodo 2:4)

 
En la historia de Moisés, esa que le gusta tanto escuchar a los niños, de un bebé en una canasta en el río y salvado por una princesa, hay grandes actores ausentes: El padre y el hermano de Moisés. Ni se mencionan ni aparecen, como si no existieran, al menos, para el relato y el sentido del mismo. Lo que no sólo es sintomático, de alguna manera, muestra una realidad que a menudo pasamos por alto, la situación de los varones y las mujeres en relación a los hijos. Desde siglos los varones participan en el proceso de engendrar y luego, tienden a alejarse, como si lo demás fuera tarea de mujeres y su función fuera proveer, y a medida que los niños crecen, hacerlos parecidos a ellos: Duros, ausentes, proveedores, y listos para seguir el mismo ciclo.


Muchos padres jóvenes, de nuevas generaciones, no tan afectadas por esos modelos patriarcales y sexistas, están renovando su forma de ser padres. Se involucran, participan, se hacen cargo, asumen que los niños necesitan de padres y madres, y están ausentes. Sin embargo, sigue siendo una minoría. La gran mayoría de los varones sigue conformándose con el pasivo de ser proveedor y no formador, al menos, en lo que hacen las mujeres, participar e involucrarse.


En la historia del niño Moisés hay sólo dos mujeres: Jocabad la madre y Miriam la hermana. No están ni el padre ni el hermano. Podrían haberlo estado, pero simplemente no lo están, porque así ha sido siempre, los varones se hacen a un lado y se pierden la emoción de ver lo que Miriam vio y siendo la persona que era, se le ocurrió lo que a un varón no se le habría ocurrido, porque las mujeres no tienen un sexto sentido, han desarrollado la capacidad de inventiva propio de quienes tienen que sobrevivir: Perspicacia y picardía, para destacar y no morir en el intento de convertirse en mujeres.


Miriam, sin consultar, ofreció a su propia madre como nodriza. Las hermanas, las mujeres, las que están al cuidado, las que fueron formadas para pensar en otros, son las que se les ocurren esas soluciones. El padre y el hermano se habrían quedado en la orilla lamentando su suerte.


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Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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