Lo que corrige la justicia



“Hay que acoger a los débiles recordando el dicho del Señor Jesús: más vale dar que recibir” (Hechos 20:35)

Muchos cristianos queriendo ser justos se convierten en justicieros. Deseando hacer lo correcto, terminan en un legalismo que lastima. Buscando andar en una vida recta, asfixian a los que viven a su lado y se tornan en dictadores de la conciencia ajena. Entendiendo esto, otros han procurado buscar el equilibrio para que esto no ocurra.

Entre los griegos existía el concepto epieíkeia que Aristóteles lo describe: “Perdonar las faltas humanas; mirar al legislador, no a la ley; a la intención, no a la acción; al todo, no a la parte; al carácter del actor en conjunto y no solamente en un momento determinado; recordar el bien antes que el mal, y el bien que uno ha recibido más bien que el que uno ha hecho; soportar la injuria; desear zanjar una cuestión con palabras mejor que con obras” (citado por Barclay, 37). Resolver las disputas con una actitud conciliadora y no confrontacional; buscar la paz antes que el conflicto; privilegiar la relación antes que ganar un pleito; no tratar al otro como un enemigo porque piensa diferente. Es decir, entender que es normal que entre los seres humanos existan posturas distintas, pero no faltarnos el respeto por eso ni desacreditarnos mutuamente porque pensamos diferente.

Si en los hogares y las iglesias, en la sociedad y los cuerpos legistlativos, si en las naciones, y en todo existiera este planteamiento como principio de acción, distinta sería la vida y la convivencia.

Si los esposos buscaran por sobre todas las cosas concentrarse en la solución y no en el conflicto. Si como pareja decidieran expresamente no menospreciar al otro por pensar diferente. Si eligieran no hacer conflictos por situaciones que pudieran ser resueltas de manera pacífica. En fin, si las parejas buscaran la epieíkeia antes que ganar disputas y quedar con la sensación de victoria, otro sería el resultado y probablemente, tendríamos menos parejas con dificultades y más personas resolviendo sus diferencias de maneras constructivas y positivas.

No es tan difícil si estamos dispuestos a pagar el precio, que consiste en aprender a callar, entender que la comunicación implica en primer lugar escuchar, que el perdón no es una concesión que hago desde un pedestal superior, sino una oportunidad que doy y me doy. No es difícil si queremos.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
Del libro inédito: Lazos de amor

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