“El amor que nos tenemos demuestra que ya no estamos muertos, sino que ahora vivimos” (1 Juan 3:14)
A veces, personas cínicas y que han dejado de creer en la vida, sienten que el amor no es real, ni verdadero, incluso, piensan que no es posible. Las historias de fracasos en el amor, aumentan esta sensación. Sin embargo, creer en el amor es apostar por la vida, tal como dice el texto de Juan. Quienes aman demuestran que están vivos, y eso, no tiene que ver con respirar, sino con tener sentido en la vida y que todo tenga un propósito superior.
En su poema XXVI Dulce María Loynaz dice:
“La palabra noble es ciertamente un indicio;
la obra útil es ya una esperanza.
Pero sólo el amor revela —como de un golpe de luz— la hermosura de un alma” (Citado por de Miguel, 2006:15).
¡Eso es! No sabes quién es una persona realmente, sino cuando ama, deja de amar o permite que le amen. El amor revela lo mejor de nuestra humanidad, y cuando el amor no está presente, lamentablemente, las facetas más oscuras de nuestra personalidad.
A través de los siglos, han sido las mujeres las que mas han apostado por el amor, incluso, dándole oportunidades a varones que no lo merecían o que todos los indicios demostraban que eran “casos perdidos” (cuestión relativa, porque cuando una persona decide poner manos a la obra en su propia vida, los casos perdidos se encuentran).
Habitualmente se ha relacionado el amor y sus características a las mujeres, no porque ellas tengan más capacidad de amar que los varones, porque en el amor todos tenemos la misma potencialidad, sino porque han sido formadas para arriesgar todo en virtud del amor, cosa que a los varones, sesgados por modelos machistas y androcéntricos, les ha sido negado como formación.
Una “fe testaruda” en el amor —como dice Pilar de Miguel— no es ingenuidad ni estrechez de miras, sino una reafirmación constante en las posibilidades que da Dios y su inmensa misericordia y paciencia.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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