El cultivo de ideas erróneas



“Los creó hombre y mujer, y les dio su bendición” (Génesis 5:2)

Sin duda Martín Lutero hizo un aporte fenomenal al cristianismo, al quitar siglos de malas interpretaciones de la Biblia y legarnos la doctrina de la justificación por la fe, que había sido enterrada en tradiciones y prácticas que sólo alejaban a las personas del verdadero evangelio. No obstante, en otras ideas, fue fiel al pensamiento de sus contemporáneos.

Por ejemplo, escribió con desdén y sarcasmo: “Las niñas empiezan a caminar y a hablar antes que los niños porque la maleza crece siempre más rápido que las buenas semillas”.

Lo lamentable es que muchos entendiendo su tremendo aporte al evangelio, leen también estas ideas y creen que ellas también merecen tomarse en cuenta.

Antes de convertirse a las ideas de la justificación por la fe, Lutero era un monge agustino, es decir, de la orden de Agustín de Hipona, uno de los más importantes misóginos de la historia del cristianismo.

Agustín seguía la línea de interpretación más dura y sexista respecto a la mujer, a la que calificaba con los peores epítetos culpandola del pecado y de haber logrado que la nobleza del primer varón fuera sustituida por una naturaleza caída.

Con dichas ideas negó abruptamente los mensajes bíblicos que dan a la mujer las mismas características que los varones.

Ambos fueron creados a imagen de Dios y recibieron la bendición divina. No existe ni un sólo pasaje bíblico que sugiera que la mujer fue una “imagen de Dios” secundaria, tal como parece sugerir sutilmente Agustín y como lo dice claramente uno de sus discípulos más connotados: Juan Calvino.

Dios entrega la bendición sin lugar a dudas a ambos, varón y mujer. Eso implica que el primer varón y la primera mujer, no nacieron para ser uno secundario y el otro primario, o uno subyugador y el otro subyugado, ambas actitudes propias de la entrada del pecado y que Jesús con su vida vino a corregir.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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