Guerrero valiente



“¡El Señor está contigo, guerrero valiente!” (Jueces 6:12)

Pedro Kalbermatter (1895-1968)

Pedro Kalbermatter, enfermero y pastor, trabajó junto a su esposa Guillermina, durante 50 años como misionero entre los habitantes del altiplano peruano, en una época donde ser protestante era considerado una ofensa para la religión oficial.

Un día, mientras miraba por la ventana de la escuela adventista de Azangaro, en el altiplano peruano, Pedro estaba atento, porque sabía que ese día sábado sus enemigos habían prometido venir a matarlo a él y a los indígenas que le acompañaban en la Misión. Una turba, dirigida y comandada por terratenientes de la zona, venían a cumplir la promesa. No aceptaban que el “hereje protestante”, enseñala a los nativos y los convenciera de dejar el alcohol. Los latifundistas de la zona dependían del trabajo esclavo de los indígenas a quienes controlaban con el terror y la bebida. Pedro era una amenaza a su estilo de vida.

Cientos de nativos le ayudaron a construir la misión, porque veían en la obra de ese hombre, una luz de esperanza para su atormentada vida de trabajo esclavo. Ese día en especial, Pedro se quedó junto a un grupo de nativos que al igual que él estaban dispuestos a ofrendar su vida por la Misión. Ese día en especial, de una manera milagrosa fue salvado por Dios, junto a todos los que lo acompañaban.

Hijo de una familia de pioneros adventistas que conocieron el mensaje a comienzos del siglo XX en Argentina, Pedro se vio ante su primera prueba poco tiempo después de haber conocido el evangelio. Fue obligado a hacer el servicio militar y por negarse a trabajar en sábado fue azotado, maltratado y puesto en prisión. Un año padeció lo indecible por ser fiel a Dios, y finalmente fue dado de baja del ejército.

Estudió enfermería y trabajó para llevar dignidad, libertad y educación a miles de indígenas que vivían en la miseria y el desamparo, muchas veces, ante la mirada cómplice de sacerdotes que se aliaban con los latifundistas para oprimir a los más pobres de entre los pobres.

Pedro entendió que el evangelio no sólo era hablar, sino que implicaba actuar. Por eso llevó sanidad física y mental a quienes tenían sus cuerpos enfermos y sus mentes embotadas por la falta de esperanza. Un gran ejemplo a seguir, especialmente, por muchos que sólo viven teoría y no práctica. Él con su vida demostró que el evangelio es actuar, no sólo hablar.

Del libro inédito Héroes y heroínas de verdad
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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