Perseguidos por creer



“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan” (Mateo 5:11)

Anton Srholec (1929-2016)

Cuando se terminen de escribir las historias de las atrocidades perpetradas por los gobiernos comunistas, se podrá ver todo lo que ha hecho esta ideología en la persecución y tormento de millones de cristianos que fueron perseguidos, torturados y asesinados exclusivamente por creer.

Anton Srholec es uno de ellos. A los 22 años, en 1951, fue arrestado por la policía política de Checoslovaquia por atreverse a estudiar teología. Su pecado fue creer. Como él miles de personas en ese país fueron perseguidos por tener fe en Dios. El “delito” de creer se condenaba con cárcel y tormento.

Anton fue condenado a 12 años de trabajo forzado en las minas de uranio en Jáchymov. Alcanzó a vivir 10 años en ese lugar. Escribió un libro titulado “La luz en el fondo del campo de Jáchymov”, donde narra su vida de trabajos forzados, pero sobre todo, su labor de evangelización entre los presos de conciencia que allí estaban junto a él.

Cuando asumió el gobierno comunista en Checoslovaquia, comenzó una persecución sistemática a todas las iglesias cristianas. Fueron confiscados los bienes muebles y cerradas los seminarios de teología. La religión fue proscrita como un resabio del pasado.

Mientras estaba en la cárcel de la mina de uranio, se dedicó a evangelizar y dar a conocer a Dios. En su biografía cuenta que: “Vivía con amor, sin odio. Ayudaba a otros, tomaba su carga, para que recibiesen menos castigos. Estar con ellos, sin cansarse, mostrarles, simplemente con la presencia, que Dios está entre nosotros”.

Al salir de la cárcel trabajó en diversos oficios mientras estudiaba inglés y alemán. Logró salir de su país y viajar a Italia donde estudió teología y fue ordenado como sacerdote. En vez de quedarse en la comodidad viajó nuevamente de regreso a Checoslovaquia donde fue perseguido y casi asesinado por el régimen. Luego abrió la fundación Resoty, para ayudar a la gente sin hogar, colaborando en su reinserción social.

Cuando lo alaban por su labor, invariablemente contesta: “Jesús es el protagonista, no yo”. ¿Diríamos lo mismo nosotros? Cuando exaltamos a Cristo no tenemos tiempo ni interés para la adulación.

Del libro inédito Héroes y heroínas de verdad
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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