El psicólogo y terapeuta de parejas español Antoni Bolinches, señala que las parejas tienen que tener un “proyecto de vida convergente” (Bolinches, 2012). La idea es interesante. La convergencia se produce cuando dos personas no fusionan sus proyectos sino que los complementan, buscando puntos de unión y no de confrontación.
Uno de los errores que cometen muchas personas, especialmente mujeres, es renunciar a sus propios proyectos de vida, y fusionar sus vidas con las de sus parejas o maridos. Esto es especialmente cierto en países donde los derechos de las mujeres están disminuidos o no están considerados. Se supone, por tradición cultural, que la mujer no tiene derecho a tener proyectos personales, porque cuando se casa siguiendo al marido, una especie de agregado o apéndice de su pareja.
Por esa vía, no hay posibilidad de desarrollo armónico. Un sistema tal solo sirve para generar frustración y una sensación de precariedad en la relación.
“Los proyectos son procesos cambiantes, —dice la psicóloga Alejandra Buggs Lomelí— dinámicos y en constante construcción, simbolizan nuestra capacidad de crear y hacer realidad un objetivo reflexionando profundamente sobre nuestro presente. Nuestros sueños, realidades, conocimientos, metas, pasiones y deseos son elementos esenciales para conformar un proyecto de vida, y dependerán siempre del contexto sociocultural en el que nos desarrollemos, incluyendo las expectativas que se tienen según el género al que pertenecemos” (Buggs, 2012).
Lamentablemente, señala Buggs, las mujeres viven en torno a los ejes “maternidad”, “cuidado del hogar” y “atención a la pareja”, convirtiéndose en factores determinantes que impiden concretar un proyecto de vida. Algo muy distinto a los varones, cuyos ejes son diferentes, por impacto social, y se ocupan de su propio desarrollo. Al contrario de las mujeres que viven en función de las necesidades de otros, antes que las propias, lo que implica que a menudo se postergan a sí mismas. Lo lamentable es que no existe conciencia de que el proyecto de vida es de ambos, y que nadie tiene derecho a limitar o anular a otra persona. Mientras no exista convergencia, no habrá posibilidad de un desarrollo armónico.
Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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