“Así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11:12)
Jerónimo de Estridón (340–420), también conocido por San Jerónimo por el catolicismo y la iglesia ortodoxa, fue quien tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Por esa razón es considerado Padre de la Iglesia y uno de los cuatro grandes Padres Latinos. Tuvo la osadía de poner en lenguaje común (de allí la expresión de su versión Vulgata Latina) la Biblia.
Sin embargo, su traducción, que ha influenciado a todas las traducciones de la Biblia que vinieron después estuvo cargada con sus concepciones sexistas y el profundo odio que sentía hacia las mujeres, influenciado por Agustín de Hipona.
En uno de sus escritos señala: “Si la mujer no se somete al hombre, que es su cabeza, se hace culpable del mismo pecado que un hombre que no se somete a Cristo”.
Parecen palabras bonitas, de hecho, muchos las repiten como si fueran inspiradas, y creen que tiene fundamento bíblico, pero no es más que una distorción de las expresiones bíblicas, que desconoce no sólo el contexto de la Biblia, sino además, principios bíblicos fundamentales como son la equidad, la no acepción de personas y el derecho que tiene Dios de conceder dones a quien quiera.
Para empezar el sometimiento a Cristo de su iglesia, nunca es en términos arbitrarios ni supone en ningún sentido degradación para la iglesia. No así el sometimiento que se espera de la mujer, que sea obediente, que pierda su individualidad y que se someta al grado de perder su identidad como persona.
Cuando acepto a Cristo sigo conservando mi cerebro intacto. Dios me trata con respeto y no me obliga a elegir en contra de mi voluntad, al contrario, me da plena libertad para elegirle las veces que quiera, y no me impide nada, ni siquiera el que sea capaz de negar su presencia. Jerónimo no hizo más que distorsionar.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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