“Unges mi cabeza con aceite” (Salmo 23:5b)
A menudo los pastores de ovejas utilizaban el aceite de oliva. Ponían un poco en la cabeza de cada animal con el propósito de espantar los insectos para que no hicieran nido en la lana. Pero, además, lo utilizaban como medicina para curar rasmillones, heridas superficiales o para ayudar en la cicatrización.
Este acto de ungir la cabeza de las ovejas tenía un sentido protector. Luego, en la analogía se comenzó a utilizar la misma expresión con el fin de señalar la protección, pero en un sentido más amplio, dándole además el sentido de bendición.
El ungimiento se comenzó a utilizar para el momento de la entronación de un rey, para separar a alguien como profeta o sacerdote, incluso, cuando los niños eran llevados por primera vez al santuario. Además, se lo siguió utilizando como remedio para sanar cicatrices, como se sigue haciendo en buena parte de las zonas del mediterraneo que tienen olivares.
La analogía del texto es sugerir que Dios nos unge con aceite para protegernos y separarnos, tal como lo haría el buen pastor con las ovejas. El pastor ponía aceite sobre la cabeza de cada oveja, así como Dios cubre con su manto protector a cada uno de sus hijos.
Lamentablemente con la introducción del dogma de la extrema unción, se le dio a este símbolo un carácter exclusivamente ceremonial y vinculado con la preparación para la muerte, cosa que no se utilizó nunca en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento.
La anología es más simple y a la vez, más esperanzadora. El aceite, que en la Biblia representa al Espíritu Santo, es señal de la protección de Dios sobre sus hijos, cada uno de ellos, no algunos en especial en una especie de elite separada del pueblo.
Dios quiere dar su protección a todos sus hijos, y separarlos como hijos predilectos. Cada creyente representa una presea preciosa a los ojos de Dios. Nunca hay que pensar que sólo algunos cuentan con la bendición divina y otros no, ese concepto no es bíblico. La bendición de Dios está abierta y al alcance de todos lo que inclinan su cabeza y esperan con tranquilidad el ungimiento del buen pastor celestial.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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