“Sobre la espalda me pasaron el arado, abriéndome en ella profundos surcos” (Salmo 129:3)
La imagen de este versículo es horrible. De hecho, produce pavor en pensar en algo así, pero es precisamente ese el sentimiento que pretende provocar. Hacer que nos sintamos totalmente vulnerables y débiles a merced de una fuerza que no podemos controlar. ¿Se imaginan un arado pasando por la espalda y destrozándonos completamente? Es terrible, pero así se sentía el salmista a merced de quienes le perseguían y maltrataban.
En todas las épocas los seres humanos, por una u otra razón, se han sentido de esa forma, avasallados por individuos que de una u otra manera han querido dañarnos. El pueblo judío en especial, que siempre ha sido, de una forma u otra perseguido, debe identificarse con las palabras del poeta.
El versículo anterior señala una actitud que pone el acento en la fortaleza para enfrentar la opresión y la saña: “mucho me han angustiado desde mi juventud, pero no han logrado vencerme”. Pese a sentir angustia y el sentimiento de ser vulnerable, no se ha sentido derrotado.
Todos los estudios científicos de resiliencia muestran que las personas que a la larga logran superar las peores dificultades son los que no se rinden, los que continúan pese a tener todo en contra, los que se aferran a un aliento de esperanza, aunque sea mínimo. Los que dejan caer los brazos y dejan de luchar, son avasallados por las circunstancias.
La mayoría de las batallas se ganan o se pierden en nuestra mente. Podemos tener a Dios de nuestra parte, pero si no estamos dispuestos a aceptarlo no hay nada que se pueda hacer. El ser humano, con su actitud, crea las condiciones para la sanidad.
Cuando recibo personas en la consulta de la terapia de parejas puedo determinar, a partir de la experiencia de años de atención a matrimonios en crisis, quiénes van a salir y quienes no. Los que están dispuestos a luchar, los que tienen esperanza, los que se aferran a cualquier elemento que les permita continuar, esos salen y logran superar, aún las situaciones más difíciles. Los que no luchan, no.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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