Elegir la paz



“Que busque la paz y la siga” (1 Pedro 3:11)

El apóstol Pedro aprendió por experiencia personal cómo debía vivir con las personas que le rodean. Habiendo sido un hombre impetuoso, poco atinado, lleno de rencor, inestable emocionalmente, prejuicioso y ataratando, se convirtió en alguien diferente. En muchos sentidos, los mayores obstáculos, los tuvo contra sí mismo. Por eso sus palabras en su epístola son tan importantes, no lo dice una persona sin experiencia, sino alguien que vivió el desierto de la inestabilidad y llegó al paisaje tranquilo del equilibrio.

Sus palabras: “El que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños; que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga” (1 Pedro 3:10-11).

Para amar la vida y gozar de días felices el apóstol recomienda refrenar la lengua para hablar el mal, no proferir engaños, apartarse del error y hacer el bien, buscar la paz y seguirla. No está hablando de pasividad sino de acción, de obrar de tal modo que la vida del que cree se haga notar.

Uno de los grandes problemas de todos los tiempos es que muchos cristianos prefieren atacar, maltratar con sus palabras, zaherir, incluso, mentir sobre personas que no piensan igual a ellos, como si las diferencias de opinión fueran un pecado mortal. Sin embargo, quien es cristiano, tiene una actitud diferente. En primer lugar, refrena su lengua.

¡Qué dificil es controlar lo que se dice! Pareciera que muchos no tienen conexión entre el cerebro y los labios. Como si su lengua se manejara sola y tuviera la facultad de decir lo que sea, y tuviera que ser aceptado todo lo que dice.

Estamos, además, frente a otro fenómeno cada vez más preocupante. Muchos cristianos que antes perdieron la vida por la defensa de su derecho a hablar, hoy, esgrimiendo el derecho ganado a la libre expresión se han convertido en incitadores al odio, homofóbicos, maltratadores de todos aquellos que tienen formas de vida diferentes a las de ellos, incluso, violentos en palabra y acción con aquellos cristianos que difieren de sus ideas. Lo terrible, es que invocan el nombre de Dios, como si tuvieran el privilegio de maltratar sólo porque son creyentes. No entienden que hablar es una cosa, maltratar a otra persona es un delito, de odio o de discriminación. En cualquier caso, una forma poco feliz en labios de alguien que ama a Jesucristo.

 Distancias

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SUPERANDO OBSTÁCULOS 

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