“Enséñanos a contar bien nuestros días,para que nuestra mente alcance sabiduría” (Salmo 90:12).
No sólo estamos en el tiempo, vivimos y somos parte de él. No podemos eludirlo, estamos condicionados por eventos temporales. El nacer y el morir, por ejemplo, son dos instantes definitorios, por eso los señalamos en nuestros calendarios personales.
No obstante, el tiempo no existe, aunque pareciera que tiene vida propia, su realidad es convencional. Somos los seres humanos los que hemos definido el estar en él y contarlo, medirlo, diseccionarlo, estructurarlo, agendarlo, establecerlo...
El tiempo es relativo. La dimensión temporal no puede ser medida de la misma manera en el espacio o en un ámbito donde la velocidad sea diferente. No es lo mismo contar las horas en Marte que hacerlo en la Tierra. Eso lo sabe cualquiera que tenga alguna noción de física cuántica.
Sin embargo, también es relativo a los eventos. No transcurre el tiempo de la misma manera cuando estamos enamorados que cuando lamentamos una pérdida amorosa. No es lo mismo esperar los minutos cuando se está ante una noticia trágica que cuando estamos jugando un partido de fútbol o riéndonos con la familia en una cena.
Eso lo entendía Moisés. En el Salmo 90 le hace una petición a Dios. Enséñame a vivir el tiempo, para que mi mente sea sabia.
Un estudiante que no mide el tiempo, lo pierde y seguramente fracasará. Un trabajador que usa su tiempo bien rendirá mejor y traerá beneficios a su vida. Así sucesivamente, en todas las actividades de la vida. El tiempo es relativo, pero vivir en él no lo es. Su uso o mal uso, siempre trae consecuencias.
Por ejemplo, los padres que no dedican tiempo a sus hijos cuando son pequeños, lo lamentan profundamente cuando sus retoños crecen y no tienen conexión emocional con ellos. Lo mismo sucede en las relaciones de pareja, si se quiere construir algo duradero y que tenga sentido, entonces, ocupar tiempo de calidad en ambos es fundamental.
“Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo” (Proverbio árabe).
Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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