“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6)
La verdad escapa a una denominación. Dios, la fe y la verdad no pueden ser reducidos a un sistema de creencias cerrado, eso sería lo más cercano a un gueto teológico. La verdad es infinita, absoluta, y los seres humanos sólo hemos dado unos pequeños pasos en su resolución. Creerse dueño de una verdad religiosa en términos absolutos, es simplemente asumirse a sí mismo como absoluto, lo cual no sólo es presuntuoso, sino absurdo.
Cuando sostenemos de manera prepotente y dogmática tener “la verdad” en términos de exclusión, le faltamos el respeto a la inteligencia del resto de la humanidad y a Dios mismo al suponer que la divinidad sólo se revela a un reducido número de personas. Esa es la génesis para todo tipo de ideologías absolutistas y tiránicas.
Cada verdad que descubrimos es una vislumbre de un Dios absoluto que siempre estará más allá de nuestra comprensión cabal y plena. Ya lo decía con inocencia ingenua Agustín de Hipona cuando sostenía que toda verdad que llegamos a conocer es simplemente como un vaso de agua en un mar infinito de conocimiento.
La verdad bíblica no es una teoría, no es una doctrina, no es un cuerpo teológico dogmático. La verdad es una persona. Jesús dijo: “yo soy el camino, LA VERDAD, y la vida” (Juan 14:6). Cuando no entendemos esa sencilla sentencia, entonces, comenzamos a luchar por verdades parciales. La tuya, la mía y la de aquel, y de esa forma, nos enredamos en disputas eternas que no tienen otro sino que el orgullo y la vanidad que descalifica a otro que no sabe lo que yo sé y en la discusión nos perdemos de conocer la verdad, que es Jesús.
Muchas de las disputas denominacionales proceden del orgullo, no del conocimiento real de la Escritura. Como decía uno de mis profesores del doctorado: En la erudición no hay lugar para partidismos, lo único que se quiere es conocer, y de la mejor forma posible.
Hace rato que creo que los que disputan la fe, lo hacen sobre la premisa de querer ganar discusiones, a como de lugar, no de descubrir la verdad simple y llana, que sólo se encuentra en Jesús.
“La verdad a menudo sufre más por el fanatismo de sus defensores que por los argumentos de sus detractores” (William Penn).
Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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