“Más aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina la sacó” (Jueces 19:25)
En la antigüedad existía la “damnatio memoriae”, una costumbre que consistía en eliminar de todo registro a alguien que no mereciese memoria en la historia. En el caso del hombre de la reflexión de hoy, no se lo elimina totalmente, pero, no se lo nombra, lo que es igual que ignorar su persona. Jueces 19 es un texto de terror. Un capítulo que no quisiéramos ver en la Biblia. Pero, está allí para que aprendamos una lección.
El levita tenía una esposa, en realidad era su concubina, una mujer que vivía con él pero con la cual no estaba casado. Los tratos que le daba a la mujer no eran buenos, en el tenor de la época la mujer importaba poco y nada. Ella se hartó y regresó a casa de sus padres. El hombre fue tras ella para “hablarle amorosamente y hacerla volver” (Jueces 19:3). Se quedó algunos días en casa de sus suegros y al fin la convenció de seguirlo.
De regreso pernoctó en casa de un anciano. Estando allí, un grupo de degenerados vinieron para que aquel viejo les entregara a la visita para abusar sexualmente de él. El anciano intercedió de la forma más horrenda ofreciendo a cambio de aquel levita a su hija virgen y a la concubina diciendo:
—“Humilladlas y haced con ellas como os parezca, y no hagáis a este hombre cosa tan infame” (Jueces 19:24).
Viendo que aquellos hombres insistían el levita sacó a la fuerza a su mujer y la entregó en brazos de esa banda pervertida. Ellos la violaron masivamente durante toda la noche. En casa, mientras tanto el levita dormía.
Al amanecer la mujer vino moribunda hasta la puerta del supuesto protector. El levita sin compasión y viéndola morir simplemente le dijo:
—“Levántate y vámonos” (Jueces 19:28).
Al percatarse que había muerto la puso sobre su asno. En casa la descuartizó y envió los restos a las tribus de Israel para testimonio de lo que aquellos pervertidos habían hecho. El resto de la historia es masacre y venganza. El levita actúa como si estuviera ofendido, cuando en realidad, trata a la mujer como un objeto no humano.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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