“Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho” (Josué 7:20)
Hay incidentes en la Biblia que parecen desproporcionados. Cuando el pueblo participó en la conquista de Jericó Dios ordenó que no debían tomar nada de lo que allí encontraran. Sin embargo, un hombre del pueblo llamado Acán tomó de los despojos un manto babilónico, doscientos siclos de plata, y un lingote de oro (Josué 7:21), luego lo escondió debajo de su carpa.
De allí en más la historia se tiñó de sangre y Dios dijo que era a consecuencia de que alguien había transgredido el mandato dado por él.
Fue reunido el pueblo y luego de un interrogatorio se llegó a Acán. Cuando finalmente no tuvo opción, confesó su falta. Luego él, junto a toda su familia fueron llevados a un valle y todo el pueblo los apedreó hasta morir.
¿Hay proporción entre el pecado de Acán y la falta de otros personajes bíblicos? Si se observa la historia, aparentemente Dios fue más magnánimo con David quien violó a su vecina, fue un mentiroso, un polígamo, un asesino y finalmente un hombre sanguinario. O Exequias, quien se ensalzó a sí mismo no dando la honra a Dios. O Caín que asesinó a sangre fría a su hermano. ¿Es que Dios categoriza pecados? ¿Por qué esa drasticidad con Acán y su familia. Seguramente en esa familia había niños pequeños que nada tenía que ver con el pecado de su padre, pero de igual modo fueron condenados.
Este es uno de esos incidentes que se convierten en un verdadero dolor de cabeza a la hora de hacer un análisis de ellos. Dios, que no cambia, no habría actuado de ese modo de poder evitado. Sin embargo, el pueblo de Israel y otros pueblos aledaños estaban tan contagiados con la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente” que no entendían otro mensaje. Por doloroso que pueda parecer ese era el único mensaje que ellos podían escuchar
Por otro lado, Acán pudo haberse arrepentido y haber buscado a Dios y su perdón, pero, prefirió esconder y esconderse, hasta que no le quedó alternativa frente a las evidencias. Su confesión llegó demasiado tarde cuando ya no se podía hacer nada.
Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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