Sin distinción



Saluden a Priscila y a Aquila, mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús” (Romanos 16:3).

La mayoría de los textos de la Biblia que mencionan este personaje dicen “Priscila y Aquila”. Esto no es casual, en el mundo antiguo, cuando se mencionaban nombres de personas se ponía, habitualmente, al líder primero y luego el nombre de los demás. En este caso, en el matrimonio formado por Priscila y Aquila, ella es la líder y en quién confía Pablo para dar algunas directrices para la iglesia.

Muchas veces se ha acusado a Pablo de ser chauvinista o misógino, pero, no hay tal cosa. En muchos aspectos el apóstol rompe con las reglas de su tiempo concediendo a la mujer un lugar que no le estaba permitido en la sociedad en la que vivía, en este caso, reconoce el liderazgo de Priscila sin duda, lo que lo convierte en alguien diferente a la imagen machista que se vende de él.

Junto a su esposo eran fabricantes de tiendas, y habían salido de Roma, su lugar de origen, a consecuencia de las persecusiones que había iniciado el emperador Claudio en contra de los judíos (Hechos 18:2), aunque Priscila era romana, su esposo era judío. Por el oficio que tenían se hicieron amigos de Pablo que realizaba la misma labor y en ocasiones, trabajaron juntos.

Al estar Pablo en Corinto se alojó en su casa (1 Corintios 16:19), y cuando Pablo hizo el viaje a Éfeso ellos le acompañaron (Hechos 18:18). Pablo los consideraba sus colaboradores (Romanos 16:3). Eran personas que habían entendido plenamente el evangelio, por eso fueron capaces de tomar a un lado a Apolo e instruir correctamente (Hechos 18:26). Finalmente, volvieron a Roma y en su casa se reunía la comunidad de cristianos de esa ciudad.

Se cree que Pedro fue quien le enseñó el evangelio a Priscila, también conocida como Prisca. Aquila y Priscila, finalmente fueron martirizados en las persecuciones posteriores a los cristianos. Una antigua tradición sostiene que Priscila ayudó a redactar el libro de Hebreos, tradicionalmente atribuido a Pablo.

Una mujer en medio de un mundo hostil, llena de fe y dignidad, que hizo la diferencia tal como puede hacerlo cualquier cristiano hoy.

Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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