El ladrón arrepentido



Resulta que había allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos, que era muy rico” (Lucas 19:2)

Nunca ha sido sencillo parecer distinto a otros y no evitar que una persona se sienta menoscabada frente a los demás. Las diferencias físicas generalmente son relativas, una persona morena entre otros morenos pasa desapercibido, pero en una comunidad de blancos resulta llamativo, lo mismo sucede a la inversa. Una persona de estatura alta es uno más entre otros altos, pero resulta ser un gigante en una comunidad de pigmeos. Así que las diferencias son subjetivas siempre, no es la diferencia en sí el problema, sino la manera en que las personas deciden vivir esa situación y la manera en que tratan al distinto.

Zaqueo era bajo de estatura. Los semitas no se caracterizan por ser muy altos, así que seguramente Zaqueo resultaba ser más pequeño, tal vez acercándose al enanismo o derechamente con acondroplasia. Como siempre pasa, en muchas de estas situaciones las personas buscan compensar aquello que los hace distintos a los demás. En el caso de este personaje decidió ser más rico de lo que por herencia sería.

Para ser recaudador de impuestos en el imperio romano había que tener cierta fortuna, porque los puestos de recaudadores se compraban. Seguramente tenía dinero de su familia o de alguna herencia. La cosa es que cuando se convirtió en publicano ya tenía recursos. Sin embargo, el puesto le trajo aparejadas otros problemas. En vez de ganar respeto por el trabajo odioso que realizaba al recaudar impuestos para los romanos, que eran los usurpadores, se ganó la odiosidad de sus coterraneos que lo veían como un traidor al servicio del imperio.

Zaqueo, en vez de entender se convirtió en ladrón. Cobraba de manera usurera, pero nada de eso calmaba su fuerte necesidad de aceptación. Cuando escuchó hablar de Jesús fue una revelación. Se enteró que el nuevo maestro no tenía problemas en visitar a publicanos y se decía que uno de sus discípulos había sido uno de ellos. El resto de la historia lo sabemos. Cuando logramos entender que sólo Jesús calma nuestras necesidades más profundas, no necesitamos nada para probar algo, sólo nos sentimos dignos.

Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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