Una tragedia evitable

“No había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón” (2 Samuel 14:25)

La historia de Absalón es una tragedia. Podría haber sido rey de Israel y terminó sus días en una situación lamentable. Su nombre significa “padre de paz”, pero nunca tuvo paz.

La amargura lo embargó cuando su medio hermano Amnón, otro hijo de David, en un acto cobarde y perverso, violó a su hermanastra Tamar, hermana de Absalón por parte de su padre y de su madre Maaca, hija de Talmai (2 Samuel 3:3). Al ver que su padre no hacía nada, y que con su conducta parecía amparar lo que había hecho Amnón, en venganza, lo mató (2 Samuel 13:1-29). Luego huyó a Gesur, donde su abuelo por parte de madre era rey (2 Samuel 13:37-39). Después de tres años de destierro Absalón regresó a Jerusalén por la intercesión de Joab, pero David no lo recibió sino hasta dos años después (2 Samuel 14:28). Tiempo que en vez de ayudar a limar asperezas, simplemente, fueron ahondadas.

Absalón quería ser el heredero al trono a toda costa. Hacía todo lo posible para que el pueblo conociese sus derechos de primogénito. Ganaba partido entre poderosos y ricos, y especialmente entre los pobres, por su carácter sencillo y su fama de hombre amigo, supuestamente, de la justicia. Absalón sabía, como lo sabían todos en Israel, que Salomón sería el sucesor de David en el trono y tramó varias veces contra la vida de su propio padre David, se hizo proclamar rey en Jerusalén en ausencia de David, y finalmente, habiendo querido darle batalla de una manera traidora al otro lado del Jordán, al verse perdido, mientras huía, su cabellera se enredó en un árbol y fue muerto por Joab, uno de los hombres de David (2 Samuel 18:17-18).

Un hijo peleando contra su padre. Un progenitor poco sabio en la forma de tratar a su hijo y los errores de los mismos. Una buena trama para una novela.

La amargura ciega y hace que se cometan locuras. Absalón cedió su vida a la amargura. Estas historias están para aprender lecciones de vida que nos ayuden a no anidar, como en este caso, amargura. Cuando eso ocurre, corremos el riesgo de dejarnos embargar de tal modo que perdamos perspectiva de la vida.

Del libro inédito Cada vida un universo
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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