Benigno



Milena Jesenka, quien fuera la pareja del célebre escritor austriaco Franz Kafka (1883-1924), escribió: “La tarea del matrimonio es tolerar la naturaleza del otro, es tolerar que el otro se sienta libre para ser justamente lo que es”. En otras palabras, es permitirle al otro ser diferente. El matrimonio no debería ahogar la libertad, al contrario.

Amar exige inteligencia. Para muchas personas la palabra “inteligencia” y “amor” no debería estar en la misma oración, pero la realidad es que si se vive un amor no inteligente las personas terminan asesinando precisamente el amor. Las emociones y sentimientos son malos consejeros, es preciso que la vida humana sea guiada por la razón. La emoción sirve de expresión, pero no puede ni debe ser la base sobre la que se construye una relación sana.

Una persona sabia no ahoga a su pareja. No la esclaviza ni la mete en una celda, porque por muy cómoda que sea una cárcel, sigue siendo un lugar que priva de la libertad de ser. El matrimonio no es un reclusorio donde renunciamos a nuestras aspiraciones personales y conformarnos con ser el espejo de nuestro cónyuge. El estar casado no nos priva de nuestra individualidad, al contrario, cuando hay amor se potencia la diferencia, porque los que aman, saben bien que el equilibrio de la relación se consigue en el entendimiento que son las diferencias las que los equilibran.

No me gusta la palabra “esposo” o “esposa” porque alude a “amarrarse”, y esa perspectiva limita el verdadero sentido de la relación de pareja. Las personas sabias no amarran a alguien a su vida, unen su vida a la de otro ser humano, en una amor sano que no significa renuncia a sus metas, sueños, aspiraciones o gustos personales.

La palabra que mejor expresa el sentido real del matrimonio es “compañero”, que lleva en sí el sentido de “acompañar”, “estar junto a”, “caminar juntos”, “compartir” y “ser compañía el uno para el otro”. Eso tiene más sentido, porque el amor de pareja implica la decisión voluntaria de acompañar a otra persona en el entendido que también será acompañada. Sólo así puede florecer un amor sano y nutritivo, es decir, benigno, bueno, agradable.

Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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