Un proyecto compartido



Walter Riso, el psicólogo ítalo-colombiano señala acertadamente que: “El amor de pareja es una comunidad de dos, donde nos asociamos para vivir de acuerdo con unos fines e intereses compartidos” (Riso, 2006:11).

Cuando hay unilateralidad, entonces, deja de ser un proyecto de dos para convertirse en una visión de uno que es impuesta a otro, quitándole de paso, justicia a la relación.

La clave es “compartir”, que implica construir un proyecto de a dos. Si en algún momento en la relación esto falla, entonces, se acaba la “re-lación”, que implica estar enlazados o unidos, en este caso, a un proyecto común.

Muchas mujeres se resignan a seguir los planes y proyectos de los maridos sin voz ni voto. Millones de ellas languidecen en lo que es una cárcel y no una relación paritaria.

El plan de Dios para la pareja humana implica una relación de respeto y consideración mutua.

Es absurdo construir “pareja” sin un proyecto compartido. La expresión “pareja” supone a dos, si uno sólo propone y designa lo que se hace o dice, termina aniquilando el par y se convierte en el proyecto de uno, y por lo tanto, el mismo concepto de matrimonio se pierde.

Un matrimonio es un proyecto que comparten un varón y una mujer que aportan a la relación lo mejor de sí mismos. Sus dones y talentos son sumados para construir un vínculo donde se respeten las individualidades y se tenga el suficiente espacio para ser y expresarse.

Esto significa que no es posible pensar en pareja sin un proyecto pensado, ejecutado y realizado por dos.

Es notorio cuando una pareja marcha como tal, observar que construyen juntos algo en lo que ponen todo su corazón y vida. Cuando esto ocurre, eso da estabilidad a la relación, porque ambos entienden que son escuchados, respetados y apoyados.


Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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