“Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Salmo 8:6)
La tierra se está muriendo. El que diga lo contrario o minimice esta premisa ecológica contemporánea, simplemente, o es ciego o tiene un grave problema de negación. No está agonizando porque el ciclo de la vida la ha envejecido, sino porque el ser humano ha hecho todo lo posible para destruirla.
El aire de muchas ciudades es irrespirable. Muchas fuentes de agua están tan contaminadas, que se necesitarán décadas para limpiar algunos afluentes. Los océanos están contaminados, especialmente, por botellas de plástico y por desechos industriales. Es difícil encontrar zonas de nuestra tierra que estén libres de la polución y la destrucción humana.
El ser humano es el único ser que mata no para sobrevivir, sino por diversión o simple irresponsabilidad. Es el único que destruye por destruir. La basura, los desechos tóxicos industriales, el uso de materiales no biodegradables, los desperdicios tecnológicos, simplemente, nos están destruyendo y de paso, matando a la tierra, que aún cuando tiene un diseño extraordinario, tiene una capacidad de recuperación limitada y que cada vez se hace más difícil porque la avaricia y la falta de sentido común de muchos seres humanos, simplemente, no permiten que se pueda recuperar.
Los cristianos que leen la Biblia, y que saben lo que ella dice en relación a la responsabilidad que Dios le entregó al ser humano de ser administrador, no depredador, de la naturaleza, debería convertir a los religiosos en ecologistas convencidos.
Todo lector de la Biblia y creyente en Dios debería ser un defensor acérrimo de la naturaleza. Sin embargo, muchos hogares, haciendas o instituciones regentadas por cristianos son una vergüenza, similar a la de muchos lugares administrados por gente que no es religiosa. Sorprende encontrar de pronto a personas que no son creyentes, con mayor preocupación y conciencia sobre el daño que los seres humanos provocamos a la naturaleza.
Un creyente que se precie debería ser el primero en salir adelante para crear conciencia y mecanismos de defensa ecológica. Es una responsabilidad ineludible cuando se cree de verdad. Quien entiende que Dios es el creador, entonces, cuidad lo que le ha sido legado para administrar.
Del libro inédito Salmos de vida - 1
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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