“En Jehová he confiado; ¿cómo decís a mi alma que escape al monte cual ave?” (Salmo 11:1)
El Salmo 11 es impresionante. Está cargado de imágenes que denotan confianza en el poder de Dios. Es el testimonio de una persona que tuvo que experimentar el poder de los enemigos de Dios y, por otro lado, la dulzura exultante del amor divino. Lo dulce y agraz. Claro y oscuro en una misma vida.
La declaración con la que parte el Salmo es una afirmación desafiante. Si he puesto mi confianza en Dios, ¿cómo esperan que huya para esconderme?
Si se lo piensa con cuidado, es razonable. Si alguien decide confiar en Dios, no tiene razón para hacer otra cosa que no sea vivir bajo la confianza de Dios que todo lo que hace lo realiza bien.
Es difícil vivir bajo el amparo de la gracia divina siempre, nuestra naturaleza pecaminosa nos juega malas pasadas y nos hace creer que el enemigo de Dios podría tener más poder, lo que no sólo es absurdo, también es una herejía.
Son muchos los cristianos que viven aterrorizados por lo que podría ocurrir con “su iglesia”, como si no entendieran que Dios es todopoderoso. Muchos de los “defensores” de la fe, en realidad, son personas timoratas que no han aprendido a confiar en el poder divino y en la capacidad de Dios de salir adelante aún teniendo a todos en contra. Dios no necesita defensores humanos.
Hay muchas formas de huida, no sólo escapando a pie de un peligro. También se huye cuando alguien se refugia en ideas o conceptos, con tal de no tener que enfrentar el hecho de la fragilidad humana.
Los seres humanos nos creemos fuertes, pero en el fondo, todos somos como niños recién nacidos necesitados de la gracia divina en cada momento. Cuando un niño aprende a confiar en su madre o en su padre, no duda. Va corriendo y se refugia en los brazos paternos con la seguridad de que nada puede alterar la protección que ha logrado.
El mismo sentimiento deberíamos tener con Dios, ir corriendo a sus brazos y descansar confiado, aún cuando a tu lado existan borrascas y tormentas. ¡Eres el hijo del Dios del universo! ¡No temas! Corre a sus brazos y no huyas, Dios te ofrece sus brazos abiertos siempre. Dios tiene poder, confía en él, y es suficiente.
Del libro inédito Salmos de vida - 1
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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