Escudo



Mas tú, Jehová,eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza” (Salmo 3:3)

Nunca he usado un escudo, de esos que se usaban en la antigüedad, sin embargo, la expresión la conozco muy bien y de hecho, mi computador me la recuerda a diario. Tengo un software antivirus que utiliza dicha expresión para referirse a la expresión que protege mis archivos y programas. “Su escudo está instalado”, es una de las frases que utiliza para recordarme que el antivirus se ha actualizado. La idea que transmite es que mi PC está protegido de cualquier ataque cibernético y puedo estar tranquilo de que mis archivos están protegidos.

El texto es una promesa. Nos dice que Dios es nuestro escudo que está alrededor nuestro, obviamente, para protegernos. No obstante, tenemos que tener cuidado con la comprensión de este texto, o podemos generar una expectativa falsa.

Dios nos cuida, de muchas maneras, a veces, incomprensibles para nosotros, sin embargo, hay montones de situaciones que son inevitables, aún para Dios. Una de esas situaciones tiene que ver con la voluntad humana, y las consecuencias de las elecciones que se hacen. Un niño, por ejemplo, de pronto se ve aquejado por una enfermedad provocada por una decisión que ha tomado el bisabuelo y cuya consecuencia la paga alguien de la generación siguiente. Alguien inicia un conflicto que pone a hermanos unos en contra de otros, y de pronto se ven enfrentados a situaciones que ni siquiera soñaron. Todo eso, y las muchas situaciones donde está involucrado la voluntad humana, está fuera del alcance de Dios, que no puede evitar las decisiones de los seres humanos, quienes eligen por sí mismos. Dios es justo, eso implica que no manipula ni controla la mente de las personas por mucho que a los humanos, manipuladores por excelencia, les cueste entender.

¿Qué escudo es entonces el que ofrece? Genera un manto de protección para las consecuencias que se enfrentan en momentos difíciles. Nunca nos abandona y está con nosotros, alentándonos y dándonos la fortaleza que necesitamos para poder continuar el sendero, sin desanimarnos. Nos sostiene y nos mantiene en pie, cuando las condiciones son tan aplastantes que caer es la consecuencia natural. Nuestro escudo nos anima, cuando nadie lo hace. Es el cercado alrededor de nuestros desánimos y conflictos emocionales, está allí para recordarnos que Él es la roca que nos sostendrá cuando todo caiga a nuestro alrededor.

Del libro inédito Salmos de vida - 1
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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