“Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración” (Salmo 6:9)
El Salmo 6 es perturbador. Las palabras que utiliza el salmista son, en algunos sentidos, provocadoras. Habla de un Dios que se enoja y que está lleno de ira. Se refiere a su turbación personal, y le reclama a Dios por su aparente pasividad. Le recrimina a Dios para que lo atienda, antes que se muera, porque luego, él no podrá alabarlo. Le dice a Dios que todas las noches gime y sus lágrimas ya están agotadas de tanto sufrir. Sin embargo, en el versículo 8 y 9 cambia radicalmente el tono y la forma de expresarse y habla de un Dios que escucha, y que ha atendido su dolor. ¿Cómo entender estas palabras? Parecen una contradicción.
Todos nos hemos sentido, en algún momento de nuestra vida, como lo que expresa desde el versículo 1 al 7. Tristes, acongojados, con una sensación de soledad que cierra el pecho, incluso hemos percibido a un Dios enojón y lleno de ira. Hemos creído falsamente que Dios nos ha abandonado y que nos ha dejado allí tirados con nuestro dolor. Solitarios en la angustia.
El salmista nos dice que Dios no hace eso. Que él siempre escucha nuestras súplicas. Que no hay lágrima que él no recuerde. Que siempre está atento a lo que nos pasa. Que siempre, escucha lo que decimos. Que no actúa con crueldad como es el mensaje de algunos talibanes entre los creyentes en Dios.
No tenemos un Dios que se hace el sordo o que no quiere escuchar. Al contrario, tenemos un Dios cercano, que nos abraza en los momentos difíciles y que no nos deja en la estacada cuando más lo necesitamos. Está allí para acompañarnos, aún cuando no nos demos cuenta.
Muchos religiosos necesitan reconvertir sus mentes a este Dios. No al que presenta el salmista en los versículos 1 al 7 de este salmo. En medio de la depresión es difícil ver el sol porque las lágrimas nos lo impiden. Es lo mismo con Dios, es muy complicado percibir el amor de Dios en medio de situaciones difíciles y la tendencia, muy humana por cierto, es enfadarse, precisamente, con quien nunca, por ninguna razón nos abandona.
No le creas a los religiosos que hablan de un Dios con un amor condicional o lleno de alejamientos extraños. El Dios que la Biblia presenta siempre está a nuestro lado, dándonos fortaleza, ánimo, y los abrazos necesarios para vivir y ser animados en medio del dolor.
Del libro inédito Salmos de vida - 1
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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