“Escúchame en silencio y yo te impartiré sabiduría” (Job 33:33)
Una persona puede marcar a una época con una canción y es lo que sucedió con Paul Simon y Art Garfunkel. Compusieron un canto que marcó a toda una generación, incluyéndome. Solía tararear cuando era adolescente, sin entender la letra, pero sabiendo que estaba llena de un sonido fresco y lleno de insinuaciones.
“El sonido del silencio” fue compuesta el año 1964. En el año 1965 Tom Wilson, un productor musical que había trabajado con ellos en su primer LP, vuelve a escuchar el canto y se queda extasiado con: “The sounds of silence”. Wilson no había prestado atención a la canción la primera vez, en esta ocasión le pareció grandiosa. Sin consultarles nada a Paul y Art, realiza algunos pequeños arreglos a la canción, le incorpora la guitarra eléctrica, y la lanza de nuevo al mercado en un disco single. El éxito fue arrollador, y pronto alcanzó el número 1 en casi todo el mundo.
Tiempo más tarde en mi vida, me interesé en la letra, y fue difícil entenderla, hasta que caí en la cuenta que trata sobre la comunicación, más bien, sobre la incapacidad de las personas de comunicarse adecuadamente. Hace énfasis en el silencio en el que se esconden muchas personas para no expresar realmente lo que sienten, de allí la ironía “sonidos del silencio”. Un silencio que se convierte en una especie de grito de personas que se niegan a ser honestas consigo mismos y con los demás. El silencio tan típico de la multitud, ese de gente que camina una al lado de la otra, pero van todos tan ensimismados que nadie repara en el dolor ni en el sentimiento ajeno. La soledad de la muchedumbre, el ruido intenso del silencio que clama por convertirse en voz.
Los filósofos a través de todos los tiempos han intentado explicar esa gran paradoja humana, estar acompañados, pero al mismo tiempo, estar silenciosos, con un grito ahogado en la garganta, sin atreverse a decir nada, sin expresar, sin ser auténticamente humano para tender puentes sobre el abismo para llegar a tocar con sinceridad el corazón de otro ser humano.
Cuando las máscaras caen y nos encontramos frente a nuestra realidad más auténtica, entonces, nos damos cuenta que todos los seres humanos somos seres solitarios que nos necesitamos unos a otros para no quedar ahogados en un grito agónico de silencio y soledad.
Del libro inédito Héroes y heroínas de verdad
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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