“El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje a lo sumo llega al nivel de su maestro” (Lucas 6:40)
Kimani Ng’ang’a Maruge (1920-2009)
Nunca deja de sorprenderme las historias que te dejan sin habla, donde los estereotipos se van al suelo y surge un ejemplo digno para ser mencionado y seguido.
Kimani, una anciano de 84 años solicitó ser aceptado en una escuela primaria en Kenia, para poder aprender a leer y escribir, un anhelo que tuvo toda su vida, pero no pudo hacerlo antes. Compartía sus clases con dos de sus nietos y con el prejuicio de muchos de su tribu que no entendían por qué un hombre de su edad tenía que ir a la escuela.
Como suele suceder, su figura fue utilizada por muchos para fortalecer sus puntos de vista. Los políticos de Kenia consideraron que él representaba el éxito de sus reformas. La ONU lo eligió símbolo de una campaña para promover la educación universal y gratuita. Los críticos manifestaron que su caso era evidencia del retraso de África, puesto que debía acudir a una escuela especial para adultos y no a una infantil. La Sociedad Bíblica sostuvo que la educación le había llevado a convertirse al cristianismo. Todos parecían saber lo que era bueno para Maruge. Mientras tanto, él sólo se dedicaba a estudiar y contar historias a sus compañeros de aula.
Su vida fue difícil. Combatió en la guerrilla Mau Mau en los años 50 para expulsar a los británicos de Kenia, quienes asesinaron a dos de sus hijos y en una sesión de tortura le cortaron un dedo. Vivió la mayor parte de su vida en la pobreza, y vió morir a parte de su familia producto del hambre y las enfermedades.
Cuando escucho a jóvenes plenos de vitalidad y juventud, alegar que no tienen tiempo para iniciar una carrera universitaria o que ya es tarde para emprender algo en sus vidas, pienso en gente como Kimani Ng’ang’a Maruge, quienes están dispuestos a comenzar aún cuando la gente se ría o no crea en sus esfuerzos.
Nunca es tarde para comenzar. Mientras exista vida es posible cumplir un sueño. Los únicos que ya no tienen oportunidad de aprender o emprender, son los que están en el cementerio. Si crees que ya no puedes, entonces... tómate el pulso, capaz que estás muerto y no te diste cuenta. No te excuses, si no comienzas, es simplemente porque no quieres.
Del libro inédito Héroes y heroínas de verdad
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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