“La mujer, trescientos” (Levíticos 27:1)
Es difícil ponderar algunas costumbres y prácticas del pasado con criterios contemporáneos. Siempre se corre el riesgo de no ser justo. Sin embargo, es un ejercicio necesario, por una parte para no traer confusión y por otro lado, para no validar conceptos añosos y decrépitos cuando en realidad, son sólo expresión de otra época.
Vivo sorprendido de la poca reacción que hay de muchos cristianos sobre ciertos textos de la Biblia que definitivamente son lesivos para la mujer y sus derechos, y por otro lado, porque no le hacen justicia a un Dios de amor, justicia y derecho.
En el contexto del santuario se le instruye a Moisés: “Di a los israelitas: Cuando alguien haga al Señor una promesa ofreciendo una persona, la estimación de su valor será la siguiente: el hombre entre veinte y sesenta años, quinientos gramos de plata, según las pesas del santuario; la mujer, trescientos; el joven entre los cinco y los veinte años, si es muchacho, doscientos gramos, y si es muchacha, cien; entre un mes y cinco años, si es niño, cincuenta gramos, y treinta gramos de plata si es niña; de sesenta años para arriba, el hombre, ciento cincuenta gramos y la mujer, cincuenta”. En vez de “ofrecer” en sacrificio a una persona, a la usanza de los pueblos aledaños, se daba al santuario un equivalente en gramos de plata.
Las diferencias son abismales, las que valen menos son las mujeres, las adolescentes y las niñas. El mensaje que se transmite es evidentemente dañino para la imagen de la mujer.
Una explicación que algunos comentaristas han dado es que las mujeres no tenían ingresos propios, así que por eso se hacía esta diferencia, ya que las finanzas eran manejadas íntegramente por los varones. Esa es una media verdad, porque muchas mujeres, especialmente artesanas, campesinas y viudas con herencia, si podían manejar sus propios recursos. Así que dicho argumento, es en realidad, un intento de justificar lo injustificable. Una vez más Moisés se hace eco de su cultura: La mujer no tiene el mismo valor que el varón, lo que implica, que ante Dios no puede estar en el mismo nivel. Aunque lo escribió Moisés, es falso.
Del libro inédito Ser mujer no es pecado
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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