Segura



“Afronta segura el porvenir” (Proverbios 31:25b)

Cuando escucho a supuestos estudiosos de la Biblia citar Proverbios 31 como un epítome de lo que debe ser una mujer, muchas veces, me pregunto si entienden lo que leen, o al menos, lo meditan, porque al parecer no hacen ni lo uno ni lo otro.

En los tiempos en que la madre del rey Lemuel transmitió estas ideas a su hijo, las mujeres no podían salir a la calle si no eran acompañadas por un varón mayor de 12 años; debían andar cubiertas con un velo, si estaban con varones que no eran de su familia; no tenían derecho a tener propiedades; no podían trabajar recibiendo honorarios; si quedaban viudas, y su esposo no había hecho arreglos, los bienes del esposo pasaban al hijo varón, si no había hijo varón, eran entregados al familiar masculino más cercano, el que arbitrariamente decidía si “redimía” o no a la mujer, si nadie la protegía, entonces, sólo le quedaba la mendicidad y si era joven, la posibilidad de casarse de nuevo, o ser condenada a la prostitución, así que la mujer de Proverbios 31 no corresponde a la realidad de la época.

En ese tiempo no existían mujeres empresarias que vendieran o compraran campos y mandaran a plantar viñas; no había mujeres comerciantes que hicieran ropas y las vendieran; no había mujeres que hicieran negocios de igual a igual con otros varones. Cualquier lectura en ese sentido, es simplemente, no entender la época, y no saber que lo que el capítulo plantea, es un anhelo de una mujer que está cansada de ser adorno y quiere hacer algo por sí misma, y saber que lo que hace es reconocido.

Nadie aplaudía a una mujer por levantarse temprano, dar de comer a sus hijos, ni producir dinero. Eso no les cabía a los hombres de la época, y tampoco le cabe a muchos de esta época.

¿Por qué la mujer ficticia de Proverbios 31 afronta con seguridad el porvenir? Simplemente, porque es dueña de su vida, gestora de su propia existencia, arquitecta de su propio porvenir, tal como debería ser siempre. Si alguna mujer depende de otra persona para sentirse digna, llámese esposo, hijo, padre o pariente masculino, entonces, tiene que leer este capítulo para escuchar el clamor de una mujer anónima que les dice hace siglos: ¡Háganse cargo de sus propias vidas!

Del libro inédito Ser mujer no es pecado
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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