“Todos ustedes me abandonarán” (Mateo 26:31)
Jesús sanó a miles. Fue consuelo para perseguidos y despreciados. Trajo esperanza a cientos que le siguieron confiados que él era diferente. En momentos difíciles no le tembló la voz para defender a quienes habían sido maltratados. Sin embargo, con un dejo de melancolía les anunció a sus seguidores más cercanos que llegaría un día en que todos lo abandonarían. ¡Parece increíble! Sin embargo, así es el ser humano. Tiene una memoria escasa y el miedo y la comodidad son motivadores para olvidar en un segundo todo el bien que se ha recibido.
La mayor parte de sus seguidores no le interesaban mucho sus palabras, y lo que enseñaba, tal como sigue ocurriendo en la actualidad con muchos que llenan las iglesias físicas y virtuales. Buscan la compañía y el confort que les ofrece el pertenecer a un grupo. Van detrás de “sermones interesantes”, que no los incomode ni los saque de su zona de comodidad. Pero, saber exactamente qué dijo Jesús y por qué, eso es relegado para los oscuros pasillos de una biblioteca y es asunto de “teólogos”. Triste situación de un cristianismo acomodado a los patrones y estándares seculares.
Por esa razón, cuando llegó la hora de las definiciones la mayor parte de sus “seguidores” le abandonaron dejándolo completamente solo. Cuando la persecución se posó sobre Cristo todos huyeron despavoridos, porque es en esas horas cuando se define quién es quién. La religión de cultos, liturgias y triunfalismos denominacionales, no sirve para nada. Sólo es parafernalia religiosa que calma conciencias pero no produce revolucionarios del evangelio.
De hecho cuando se cerró la roca de su sepultura muchos de esos seguidores pensaron:
—Hasta aquí llegamos. Eso fue todo.
Se marcharon como Pedro, pensando en el día siguiente y cómo hacer para retomar sus oficios. No es extraño que el apóstol lo primero que hizo luego de la resurrección fue irse a pescar, ni aún en esas circunstancia creía en algo distinto a lo que había visto.
Estoy completamente seguro que si algún político autoritario comenzara a perseguir cristianos, la mayoría simplemente, se recluiría en sus casas, sin levantar la cabeza y manteniendo silencio, como “precaución”, tal como lo han hecho miles a través de la historia. Cautela política, no acción.
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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