“Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!” (Gálatas 1:8)
Es probable que Pablo cuando escribió las palabras de Gálatas 1:8, en su celo por la doctrina correcta, no haya entendido el impacto que sus palabras tendrían y el sufrimiento que ocasionarían a miles de personas que fueron torturados, heridos, maltratados, excluídos y asesinados, precisamente, basado en sus palabras. La “santa” inquisición solía repetir estas palabras del apóstol como una autorización expresa para perseguir a herejes. Lo mismo hacían en Rusia, los ortodoxos que organizaban los Progrom para perseguir y asesinar judíos. Pablo, no entendiendo la gravedad de lo que escribía, condenó a miles de personas a sufrimientos indecibles, simplemente, por celo, por defender lo que a él le parecía lo correcto, en desmedro de quienes opinan distinto.
Sin embargo, en honor a la verdad, no siempre Pablo fue tan tajante. De hecho en 1 Corintios matiza el concepto haíresis (herejía). Ha pasado tiempo, probablemente ha entendido que su actitud en Gálatas no fue la mejor, porque en la otra carta presenta una idea diferente. Sostiene que le hace bien a la iglesia que existan diferencias de opinión y que se de cierta pluralidad de ideas para “que se demuestre quiénes cuentan con la aprobación de Dios!” (1 Corintios 11:19).
Eso habla bien de Pablo, porque a diferencia de algunas personas, es capaz de mudar sus conceptos y entender que hay ideas que deben ser mejor expresadas en contextos diferentes. Pablo no escribía por dictado, mal que les moleste a algunos fundamentalistas, sino expresaba lo que sentía en el momento y luego, revisaba su propio pensamiento.
De hecho, siempre la presencia de ideas distintas ayuda a aclarar y diferenciar la verdad del error, porque en general permite que las personas puedan investigar y analizar con más propiedad, para así creer con certeza. Cuando se sostiene que todos deben pensar de la misma manera, se está negando una característica fundamental de la humanidad que es la libertad de pensamiento.
En cambio cuando se invita a debatir y contrastar ideas, se hace algo inteligente, que evita la dictadura que ejercen algunos que creen que ellos son los únicos dueños de la verdad y nadie tiene derecho a expresar algo distinto. Jesús aceptó la disidencia, ¿por qué no habríamos de aceptarla nosotros?
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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