“Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo. Puedes estar seguro de que tal individuo se condena a sí mismo por ser un perverso pecador” (Tito 3:10-11)
En la reflexión de ayer mencionamos el cambio que tuvo Pablo cuando le escribió a los cristianos de Corinto para hacer frente a las ideas distintas. Fue más abierto a la posibilidad de relacionarse con personas que pensaran distinto. Hasta allí bien, pero los viejos hábitos volvieron. Pablo no podía con su genio combativo, así que a Tito le aconseja algo diferente, incluso, la exclusión de quienes “causen división”, traducción poco feliz para hairetikós, es decir, el que ha elegido otra forma de pensar.
Gracias a estas declaraciones poco ponderadas de Pablo, el cristianismo que en palabras de Cristo debía ser distinguido por el amor (Juan 13:35), y la bondad, en el siglo II comenzó a caracterizarse por la saña con la que trataba a quienes tenían ideas diferentes.
La historiadora Mar Marcos sostiene que en este contexto de confrontación de ideas “la herejía presupone la existencia de un cuerpo de doctrina y un código ético y disciplinar inmutable, susceptible de ser violentado, fijado por una autoridad a quien compete corregir o condenar al que disiente” (Marcos 2009:13). En la última parte del texto de esta investigadora se observa el mayor problema: “corregir y condenar al disiente”. En otras palabras, en el cristianismo se instaló una forma de tratar con las diferencias que no admitía duda: Persecución, exclusión, e incluso muerte para quienes disentían de la doctrina mayoritariamente aceptada.
El problema es que el cristianismo a través de toda su historia ha tenido diferentes maneras de ver la doctrina. Lo que en algún momento ha sido considerado herejía en otro se lo ha aceptado como “sana doctrina”. Esto va de la mano con otro concepto difícil de aceptar y entender, en el entendido que la “verdad es progresiva”, es decir, que los seres humanos van teniendo una mejor comprensión de la verdad a medida que pasan los años y de alguna manera mediatizado por los acontecimientos que van mostrando formas de enfrentar la realidad que difieren con lo que pensaron algunos en el pasado.
Lo que muchos les cuesta entender es que la pureza de la doctrina no emerge cuando todos están en acuerdo, sino precisamente cuando hay diferencias y se hace necesario el análisis ponderado y frío para descubrir la verdad.
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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