“Casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:16)
Pedro admite en su epístola lo que es obvio y algunos les cuesta mucho entender: La Biblia no es fácil de entender y algunos pasajes, como él mismo admite, son posibles de torcer o tergiversar, precisamente por la dificultad que ofrecen.
Las diversas traducciones de la Biblia dejan en evidencia el problema. Algunos pasajes son traducidos de manera totalmente distinta entre una versión y otra. Esto, porque “en los textos originales bíblicos en hebreo, arameo y griego se encuentran pasajes de difícil comprensión o ambiguos. A veces sus autores no escribieron con claridad. Los traductores tienen a veces que adivinar qué querían decir. Y han de elegir, por tanto, entre traducir literalmente, manteniendo la ambigüedad original, o traducir libremente resolviendo la ambigüedad del original” (Brown, 2002: 17).
Este planteamiento suele asustar a mucha gente que cree que los originales bíblicos existen, cosa que no es cierta... todos ellos se perdieron o destruyeron, lo que tenemos son sólo copias y diversas, algunas mejores que otras, los llamados Códices. Los traductores hacen su mejor esfuerzo para lograr encontrar la versión más cercana al original y desde allí hacer una traducción que resulte por una parte fiable y por otro lado comprensible.
Las traducciones no suelen ser literales, porque muchas cosas no se entenderían si así fuera. Se hacen traducciones más o menos interpretativas, para poder de esa forma, hacer el texto comprensible al lector. Muchas personas, por temor e ignorancia, creen que eso no es posible. Además, tienden a enamorarse de la versión que más les gusta, que es a menudo la que más se acomoda a los conceptos que ha adquirido, rechazando de ese modo cualquier versión que pudiera poner en riesgo su comprensión preferida, que no necesariamente es la más acertada.
Esto crea una gran dificultad que sólo se resuelve con el estudio constante y profundo de las Escrituras. Lamentablemente, el folklore religioso puede más que la academia y la erudición, y muchos persisten en sus creencias erróneas aún cuando las evidencias señalan otra cosa o plantean lo contrario de lo que se supone.
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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