“Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” (Marcos 8:27)
Hace más de dos mil años que Jesús hizo esa pregunta y luego de millones de libros escritos sobre él aún no terminamos de contestar quién es realmente. La dificultad mayor del cristianismo, paradojalmente, es definir quién fue Cristo y el significado real para la vida de las personas.
El que preguntaba era un incomprendido. Alguien que sería odiado como ninguno de sus contemporáneos, incluso, al grado de estar dispuesto a liberar a un ladrón y asesino, antes que a alguien que no dañó a nadie en su vida. Las multitudes son peligrosas, porque cuando se les pregunta de manera populista siguen prefiriendo a ladrones y asesinos, antes que a inocentes.
“Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden le juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los cultos le despreciaban y le temían. Los poderosos se reían de su locura” (Martín Descalzo, 1986, 1:9). Esa ha sido la constante en la historia humana, despreciar y reírse de quienes aparecen distintos al común denominador. Nadie quiere parecer distinto. El clavo que sobresale siempre es golpeado. Eso no ha cambiado y dudo que alguna vez cambie.
La mayor dificultad de conocer a Jesús es separar el mito de la realidad, porque aún cuando se tienen los evangelios, incluso la interpretación está sesgada por los estereotipos que se han tejido en torno a Cristo. El que no tuvo ni siquiera un lugar “dónde recostar la cabeza” (Mateo 8:20) hoy es adorado en edificios fastuosos que son un elogio a la vanidad de sus seguidores y no representan en absoluto lo que él fue y a su verdadera esencia.
Jesús, que animó a sus seguidores a “que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto” (Marcos 6:8) hoy es adorado por personas que se ufanan del dinero que tienen y de los recursos que se reúnen en su nombre. Muchos predicadores y organizaciones se enriquecen invocando su presencia, ante el estupor de quien nunca quiso eso, ni lo buscó ni lo propició.
El que dijo que sus discípulos serían reconocidos por tener “amor los unos con los otros” (Juan 13:35), se quedaría estupefacto al leer en las redes sociales todos los insultos, bravuconadas y descalificaciones que se hacen, supuestamente, en su nombre. ¡Qué difícil responder quién es Jesús!
Del libro inédito Superando obstáculos
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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