Rebelde sin causa



“Trastornados por su rebeldía” (Salmo 107:17 NVI)

Jimmy Stark (James Dean), es un adolescente que habitualmente está envuelto en peleas y conflictos. Eso obliga a sus padres a cambiarse constantemente de ciudad, sin saber qué hacer.

Sin embargo llega a un nuevo lugar donde conoce a Judy (Natalie Wood), y se hace amigo de “Platón” Cradford (Sal Mineo). En ese momento su vida parece dar un giro diferente, peor que lo vivido antes.

Han pasado más de cincuenta años desde que se exhibió esta película por primera vez y aún sigue siendo un ícono del cine. No es un gran film, aunque obtuvo tres oscares. Sin embargo, trata un tema con el cual muchos hasta el día de hoy se identifican: El paso difícil de la juventud a la etapa adulta. El proceso de convertirse en responsables de la propia vida.

La rebeldía sin causa, aunque en la mayoría de los casos se puede explicar, como en el caso del protagonista, por familias disfuncionales y medios ambientes turbios, sigue siendo un patrón de conducta de muchos jóvenes, en otro tiempo llamados “inadaptados sociales”.

No se necesita una causa para ser rebelde, ni siquiera se precisa de un motivo, basta con estar confundido y no tener claro un sentido para la vida. Es una fórmula que no falla. Quienes no saben por qué viven, entonces, deambulan perdidos en sí mismos.

En cualquier esquina de cualquier ciudad, es posible encontrar a jóvenes que viven este mismo proceso. Perdidos sin rumbo. Rebeldes sin causa. Afligidos por no encontrar un sentido a sus vidas.

La primera responsabilidad de una persona consigo misma es en­con­trar sentido a su existencia y eso sólo se logra en contacto directo con el Creador, el único que le puede señalar al ser humano el rumbo por el cual transitar.

“Feliz aquel que fue joven en su juventud, feliz aquel que supo madurar a tiempo” (Alexandr S. Pushkin).

Del libro inédito Historias de cine
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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