Cambios



El único que tiene la prerrogativa de no cambiar es Dios. La divinidad se mantiene estable en propósitos, esencia y no está sometida al devenir temporal, como lo estamos los seres humanos.

En cambio, la humanidad por esencia, es cambiante. No existe humano que se mantenga estable a través del tiempo en nada. Cambian paradigmas, modos de ser, metas, sueños, y expectativas. Cambia el cuerpo y la vida. Nos vemos sometidos a un sin fin de situaciones nuevas que ameritan decisiones novedosas y creativas. No es posible quedarse en lo mismo durante mucho tiempo.

Hasta la era pre-industrial la mayoría de las personas tenían vidas más o menos estable, al menos, en lo que se refería a expectativas de vida. Como señala el sociólogo Zygmunt Baumant, el trabajo ocupaba el centro de la vida y la mayoría de las personas podía aspirar tranquilamente a tener el mismo trabajo el resto de la vida, pero las condiciones cambiaron. “El proyecto de vida podía surgir de diversas ambiciones, pero todas giraban alrededor del trabajo que se eligiera o se lograra. El tipo de trabajo teñía la totalidad de la vida; determinaba no sólo los derechos y obligaciones relacionados directamente con el proceso laboral, sino también el estándar de vida, el esquema familiar, la actividad de relación y los entretenimientos, las normas de propiedad y la rutina diaria” (Baumant, 1998:34).

En cierto modo, era más fácil. Todo estaba más o menos preestablecido. Alguien podía aspirar estar 30 años o más en el mismo lugar de trabajo y por ende, en la misma ciudad y bajo condiciones similares siempre. Las cosas cambiaron. Ahora se exige más. Se supone que las personas en el siglo XXI han de cambiar al menos tres o cuatro veces de trabajos en el transcurso de su vida. Eso implica reconsiderar el proyecto de vida más de una vez. Exige a las parejas más compromiso y honestidad consigo mismas para poder orientar sus vidas hacia un propósito nuevo. Ahora más que nunca se necesario tener un gran proyecto de vida que guíe todo. Sin un proyecto andaremos a la deriva, y lo más complejo, es que al no saber a dónde vamos, nunca sabremos si hemos llegado o no a lo que anhelamos. Aunque un proyecto de vida no estático, al menos sirve de guía.

Del libro inédito Lazos de amor
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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