Suelen dividirse los vínculos entre amigos y enemigos. Muchas veces sin tener la más mínima ídea de por qué una persona se ha convertido en enemigo, pero de todos modos, es visto con ese apelativo. Hay enemistades que se transmite de padres a hijos, y las generaciones posteriores las mantienen, sin tener la más mínima idea de por qué están separados. El ser humano no sólo es complejo, suele ser necio, especialmente en lo que se refiere a los vínculos. Sería tan sencillo llevarnos bien, pero preferimos los pleitos, los malos entendidos y los conflictos.
Henri Nouwen, sacerdote y escritor, quien pasó un tiempo visitando a enfermos de SIDA, en la época en que no existían las drogas antirretrovirales, y las personas que padecían de esta enfermedad, tenían una muerte segura. Luego de visitarles y escuchar sus historias, él dice que comenzó a orar a Dios de una manera diferente: “Dios mío, aýudame a ver a los demás no como mis enemigos ni como impíos, sino más bien como seres humanos sedientos. Y dame el valor y la compasión que necesito para ofrecerles tu Agua Viva, que es la única que sacia esa profunda sed” (Citado por Yancey, 2015:30). Si nuestra oración fuera similar tendríamos menos fronteras y mucho menos problemas con nuestros semejantes.
Muchas de las naciones que se llaman cristianas tienen rencillas de nunca acabar. Dicen adorar al mismo Dios e invocar a Jesús, sin embargo, no se tratan de ningún modo posible.
La enemistad más extraña es la de aquellos que definitivamente se consideran cristianos coherentes. Van a la iglesia. Cantan y adoran con un espíritu realmente piadoso. Dan ofrendas en sus congregaciones. Leen la Biblia. Hacen obra misionera. Intentan ser buenos vecinos, sin embargo, cuando deben tratar con ideas contrarias a las suyas expresadas por cristianos de su misma congregación o con creyentes de otras denominaciones, salen los peores epítetos de sus labios, expresiones soeces, actitudes descalificadoras, horrendas palabras que ni siquiera usan para su más acérrimos cristianos, y luego de toda esa conducta absolutamente errática tienen la osadía de preguntarse por qué hay gente que no quiere aceptar a Jesús...
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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