“Ando apesadumbrado, pero no a causa del sol; me presento en la asamblea, y pido ayuda” (Job 30:28)
Quienes trabajamos con gente sabemos que pedir ayuda es la mitad de la solución. Quien se atreve a solicitar colaboración para algo que está viviendo ya tiene la disposición para ser orientado. No hay peor problema que aquel que se niega a verlo.
Sin embargo, los seres humanos somos reacios a pedir ayuda.
Consideramos que somos nosotros solos los que debemos resolver nuestros problemas. Esto es más común en varones que en mujeres, y en ciertas profesiones. Los que menos piden ayuda son precisamente, los que se dedican a ayudar a otros: Médicos, abogados, pastores, psicólogos, asistentes sociales, y todo aquel que se ocupa en resolverle problemas a otros, pero, no es capaz de ver los suyos.
En la relación con Dios es vital entender que le necesitamos. Si una persona siente que no necesita la divinidad en su vida, no hay nada más que hacer, ni Dios puede intervenir, porque sería forzar la voluntad humana. Por esa razón, también se da la situación de muchos religiosos que esconden sus problemas o no los asumen, creyendo, de manera infantil, que todo lo soluciona Dios, como si hubiera una varita mágica para cualquier dificultad, cuando en realidad, Dios que es el que se ocupa de los imposibles, no suele hacer por los humanos lo que ellos pueden hacer por sí mismos.
Cuando nos negamos a aceptar que tenemos un problema, entonces, nos cegamos a nuestra propia realidad y deambulamos como marionetas, llevados por hilos invisibles que corresponden a todos los problemas que están latentes, pero que simplemente, no vemos.
No es sabio afirmarse en su propia opinión, ya lo decía uno que fue considerado el más sabio de su tiempo y, por las decisiones que tomó, llegó a ser el más necio. “No seas sabio en tu propia opinión” (Proverbios 3:7). El mantenerse en lo que creemos que es la verdad, sin darnos el trabajo de mirar a través de los ojos de otro, puede llevarnos a la negación y a no ver las dificultades mayores que vendrán, precisamente, por nuestra actitud poco humilde para aceptar que hay algo que cambiar. La ayuda no es para que nos digan qué hacer, sino para que podamos ver lo que no podemos observar desde la perspectiva que tenemos.
Del libro inédito: SUPERANDO OBSTÁCULOS
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