“Nuestros hermanos nos han llenado de miedo” (Deuteronomio 1:28)
Admiro la fecunda imaginación de los imaginadores de catástrofes y cataclismos como aviso del tiempo del fin. Todos los días están proclamando desastres y acontecimientos que nos deben alentar del tiempo del fin y de lo sanguinario que será el escenario escatológico pre advenimiento
El problema es que no es real, al menos, no como lo imaginan, pero como este pensamiento no es popular y además, quienes lo expresamos aparecemos como “jesuitas infiltrados” o “agujas que pinchan globos de ilusión”, quedamos al margen de la multitud de cristianos que viven aterrorizados.
El asunto es que el tiempo del fin ya comenzó hace más de 150 años y algunos aún siguen esperando el futuro para que ocurra, lo que no sólo denota desconocimiento, sino que además, les sirve a manipuladores y vendedores de “sangre de víbora para el cáncer”, es decir, a charlatanes para posicionarse con un mensaje que aparentemente es esperanzador, pero no es más que ilusión vestida con lenguaje religioso.
Temer el fin es no entender nada. Ya comenzó. Tenemos guerras y terrorismo por todos lados; la economía mundial crea a cada instante más pobres y excluídos; las iglesias cada vez son más irrelevantes con un mensaje que no tiene eco en personas que sólo están ocupadas de vivir ese día, y hacerlo en paz, sin temer una espada de Damocles sobre sus cabezas. Pero, ¡claro!, este mensaje es menos sensacionalista que decir: “Oh, miren, se ha declarado la tercera guerra mundial!” y otras tonterías similares.
Cristo vino a darnos paz. ¿Qué es eso si no lo podemos vivir en medio de un mundo hostil. Porque para eso es la creencia, para ayudarnos a estar tranquilos y aferrados a la gracia en los momentos difíciles, no cuando las cosas vayan bien.
“La civilización es vulnerable; siempre está a una sola conmoción del infierno” (Zygmunt Bauman)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: REFLEXIONES AL AMANECER
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