“Estoy en medio de profundas aguas, y me arrastra la corriente” (Salmo 69:2)
El poeta polaco Zbigniew Herbert escribió: “Para llegar a la fuente hay que nadar siempre contra la corriente. Todo lo que se deja arrastrar río abajo no es más que un desperdicio”. Esa cita se ha convertido en una de mis favoritas. Un manifiesto de vida. Lo cierto es que la mayoría de las personas vive de manera contraria. Se deja arrastrar por la corriente, por miedo a parecer o ser diferente. La masa aplasta y termina haciendo que la individualidad se convierta en un mal chiste.
Es verdad que nadar contra la corriente llega a ser fastidioso en algunos momentos, pero al cabo del tiempo, resulta una experiencia satisfactoria, especialmente, cuando entiendes que en el camino de la masa hay mucha gente, y la mayoría, no va feliz.
Elegir el camino contra la corriente exige que sepamos qué es lo que queremos. De otro modo, terminaremos ahogados en nuestra propia frustración, porque es frustrante avanzar sin saber exactamente hacia dónde.
La vida es demasiado corta y pasa tan rápido como gastar el tiempo en hacer algo que no deseamos hacer.
Nadar contra la corriente exige que estemos en paz con nosotros mismos y deseosos de marcar la diferencia en lo que hacemos. Eso implicará, especialmente si nos va bien, que salgan al paso envidiosos, personas que intentarán desanimarnos, mentirosos que inventarán cuentos sobre nuestras vidas, frustrados de sus propias existencias que no toleran el éxito ajeno, y un sin fin de individuos que sólo intentarán fastidiarte el día. Pero, como dijera Winston Churchill alguna vez, nunca avanzarás si te detienes a cada rato a tirar piedras a los perros que te salen a ladrar. Mejor avanzar, porque al hacerlo, podrás ir más lejos incluso, de lo que soñaste.
“La vida no transcurre como uno la imagina” (Haruki Murakami)
Del libro inédito: REFLEXIONES AL AMANECER
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MARAVILLOSA REFLEXIÓN.
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