“Ya he recibido todo lo que necesito y aún más” (Filipenses 4:18)
Francisco de Asis vivió en Italia en el siglo XIII, y aunque fue un clérigo que no buscó hacer aspavientos, su legado aún perdura hasta hoy, no sólo en la comunidad de Franciscanos, la orden religiosa que formó, sino en los millones de personas que se han sentido inspirados en su vida y las enseñanzas que dejó.
Vivió en una época donde la opulencia del clero y el desorden de quienes se decían “sacerdotes” era proverbial. En medio de una debacle moral fue capaz de levantarse y vivir de una forma totalmente diferente a lo que es esperaba de un religioso.
Toda época tiene sus héroes y personas que son capaces de convertirse en conciencia ética de su tiempo.
Fue hijo de un hombre rico que se dedicaba al comercio, no obstante, prefirió, por opción la pobreza y procuró vivir de la forma más coherente posible el evangelio.
Había sido parte del ejército papal y conoció de cerca las penurias de la guerra y el poder desastroso que dan las armas.
Su conversión real al cristianismo se dio cuando convivió con enfermos de una comunidad de leprosos. Allí entendió lo que significaba la pobreza en toda su crudeza, y entendió, que vivir con menos era más satisfactorio que estar atado a bienes terrenos.
Hizo suyas las palabras de Jesús: “No lleven monedero ni bolsa ni sandalias; ni se detengan a saludar a nadie por el camino” (Lucas 10:4). Vivió conforme a esas enseñanzas y fue coherente con esa forma de vida.
Tal vez los cristianos de hoy deberíamos mirar un poco los ejemplos de hombres como Francisco de Asis que entendieron mejor que otros que lo que necesitamos finalmente nos ata.
“Cada vez necesito menos cosas y las pocas que necesito, las necesito muy poco” (Francisco de Asis)
Del libro inédito: REFLEXIONES AL AMANECER
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