“Dichosos los que trabajan por la paz” (Mateo 5:9)
Aunque parezca paradojal, en muchos sentidos, trabajar por la paz resulta más difícil que hacerlo en función del conflicto y la guerra. Los estados continuamente se reúnen para establecer estrategias que impidan guerras y conflictos, pero al parecer, las buenas intenciones son superadas por los grupos de poder que quieren todo lo contrario.
En el mundo religioso, sucede algo parecido. Son más los que buscan confrontaciones y conflictos, que aquellos que procuran presentar un mensaje religioso libre de tensiones y enemigos.
Es común encontrar en las redes sociales a personas que se autodenominan “guerreros” para defender causas sobre Dios, y en el camino de hacerlo, van criticando, ofendiendo, insultando y confrontando a todo aquel que se atreva a oponérseles, todo, obviamente en el contexto de la “defensa de Dios” o la “defensa de los principios verdaderos”, como si Dios y los principios fueran tan débiles que necesitaran defensa.
La religión tiene mala fama y en parte se debe a sus partidarios. En la historia criminal del cristianismo abundan las historias de genocidio, exterminio, tortura, asesinatos, persecuciones, abusos de todo tipo, siempre, en el contexto de la defensa de Dios. Por esa razón hay tan poca gente dispuesta a escuchar a profesos cristianos que se atrevan a hablar de su fe. La mala fama nos precede.
Construir por la paz implica crear puentes. Entender que Jesucristo representa gracia y esperanza y nunca condena. Presentar un mensaje que de verdad libere, y no uno que ate nuevamente a la gente a formas de vida que esclavicen. Muchos salen de sus situaciones conflictivas y caen en las redes de grupos religiosos tóxicos que llenan la vida y la mente de desesperanza. Eso no es el camino de Dios.
“No hay camino para la paz, la paz es el camino” (Gandhi)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: REFLEXIONES AL AMANECER
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