Escuchar



“Evita que te desprecien por ser joven” (1 Timoteo 4:12).
Sin el ejercicio simple, honesto y humilde de escuchar, nunca podremos construir relaciones afectivas que sirvan para entender que los jóvenes son los encargados de llevar la posta para la próxima generación.

Si los adultos asumen una actitud pontifical y autoritaria, no sólo se privan a sí mismos de diálogo, sino que de paso, cierran las puertas para que los jóvenes aprendan de nuestro caminar por este mundo.

Tal vez hoy más que nunca, con tantas presiones que vivimos de un modo u otro, es necesario que construyamos una relación que no sólo salve brechas generacionales, sino que nos enseñe a vivir en comunidad.

Despreciar a los jóvenes porque no tienen experiencia no sólo es un ejercicio inútil sino que además produce desesperanza. Todos, en algún momento, hemos sido jóvenes llenos de ilusiones y también, por el afán de avanzar, hemos cometido errores. La tarea de los adultos no es señalar esos errores, es guiar, motivar, modelar, acompañar, apoyar, y aconsejar, cuando se lo pidan.

Un joven puede ser testarudo a veces, tanto como lo son los adultos. Un joven puede equivocarse, tanto como las personas mayores. Un joven puede tomar malas decisiones, tal como lo hacen los adultos. Así que a fin de cuentas los jóvenes no hacen ni más ni menos que lo que hacen los adultos. Vivir en paz, aprender juntos, motivar sin pontificar, es preciso para poder tener una relación armónica que sirva tanto a adultos como a jóvenes.

Muchos adultos, lamentablemente, tienen una memoria muy corta y olvidan con facilidad lo que ellos mismos pasaron cuando fueron jóvenes. Otros, tienen memoria selectiva, sólo recuerdan aquellos momentos en que hicieron las cosas bien, pero olvidan sus rebeldías, sus miedos, sus desobediencias, sus malas decisiones, sus complejos, y todos aquellos momentos donde la soledad les atizó al punto de hacerlos llorar. Olvidar lo que hemos vivido es la mejor forma de no entender a las nuevas generaciones. Es preciso recordar lo que fuimos.

La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla” (Jean Jacques Rousseau).


Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
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